Transforma tus bizcochos secos en un delicioso tiramisú casero

Los bizcochos caseros, al igual que las galletas o las pastas, tienden a perder su frescura rápidamente si no se consumen a tiempo. Esto puede deberse a la receta utilizada o a las condiciones de conservación. Un bizcocho esponjoso, si no se ingiere pronto, puede volverse una masa seca que pide ser rehidratada, por ejemplo, en un café con leche.

Sin embargo, existe una solución sencilla para evitar el desperdicio de estos dulces: el tiramisú. Este postre, típico de la gastronomía italiana, no es tan antiguo como se podría pensar y se presenta como una opción ideal para revitalizar bizcochos, galletas, magdalenas o sobaos que comienzan a secarse.

Para preparar un tiramisú, se puede utilizar cualquier bizcocho de soletilla que esté perdiendo su frescura. Si se cuenta con bizcochos más altos o galletas irregulares, no hay que preocuparse; simplemente se deben desmenuzar y compactar en el fondo de una fuente, similar a como se haría con una base de tarta de queso.

La elaboración del tiramisú es bastante sencilla. Se requiere una base de bizcocho, un buen café, un poco de licor (opcional), una crema de queso mascarpone y una cobertura de cacao en polvo. El único paso más complicado es montar las claras de huevo a punto de nieve y batir las yemas con azúcar hasta que adquieran un color amarillo pálido. Luego, se mezclan las yemas con el queso mascarpone.

Una vez que las yemas están integradas con el mascarpone, se deben incorporar suavemente las claras montadas. Posteriormente, se hidratan los bizcochos (o galletas, magdalenas, sobaos) en café enfriado, permitiendo que absorban el líquido. Luego, se coloca una capa de la crema de huevo y mascarpone sobre los bizcochos, repitiendo el proceso hasta agotar los ingredientes.

Finalmente, se espolvorea cacao en polvo puro sobre la última capa y se deja enfriar en la nevera durante una noche. Al día siguiente, el tiramisú estará listo para disfrutar.