Política esquina Economía
29/12/2025 | 13:48
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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Naranjitas: como tantas cosas, el momento nunca llega
El comunicado de la Iglesia de Córdoba sobre la situación de los naranjitas merece una lectura atenta. Arranca con una advertencia honesta: se trata de un tema controvertido. Y lo es. Pero justamente por eso sorprenden —y preocupan— dos ejes centrales del planteo: la insistencia en definir esta actividad como “trabajo” y el argumento de que “no es el momento” para abordarla de fondo.
Empecemos por lo primero. Llamar trabajo a lo que claramente es mendicidad no ayuda a resolver el problema; lo oculta. Nadie necesita que le cuiden el auto en la vía pública, como quedó demostrado en espacios donde directamente no hay cuidacoches y el sistema funciona igual. Tampoco existe una demanda real de limpieza de vidrios en los semáforos. Los sistemas de estacionamiento medido, donde existen, tienen otro objetivo: regular el uso del espacio público, no crear una actividad paralela de cobro informal.
La prueba más clara de que no se trata de un trabajo es que el proyecto en discusión no prohíbe que una persona contrate, si así lo desea, a alguien para cuidar su vehículo. Lo que se busca impedir es la apropiación de hecho del espacio público, la “privatización de pecho” de la calle y el cobro compulsivo por su uso. Es ahí donde aparecen la extorsión, la intimidación y, en muchos casos, organizaciones que funcionan con lógicas cuasimafiosas, algunas incluso vinculadas a barras bravas. Seguir llamando "trabajo" a eso es negar una realidad incómoda y, peor aún, legitimar una forma de mendicidad encubierta que muchas veces incluye el uso de niños.
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/Fin Código Embebido/Eso no implica mirar para otro lado frente al problema social. Al contrario. Implica asumirlo con honestidad. Hay solidaridad en la sociedad; mucha gente da dinero voluntariamente. Tal vez el desafío —y aquí la Iglesia podría jugar un rol central— sea canalizar esa ayuda de otro modo: convertirla en inversión social, en capacitación, en empleo real. Trabajo verdadero es prestar un servicio que alguien necesita o producir algo que alguien demanda, no cobrar por una calle que es de todos.
El segundo punto del comunicado es el “momento”. La Iglesia advierte que no hay que avanzar “entre gallos y medianoche”, en medio de una crisis. El argumento suena razonable, pero choca con una experiencia argentina repetida hasta el cansancio: el momento nunca llega. Cuando hubo expansión del consumo, planes sociales en abundancia y recursos fiscales, tampoco se planteó una solución de fondo. Nadie dijo entonces que era el momento de ordenar estas situaciones.
Es la misma lógica que atraviesa otros debates estructurales del país. La economía no se abre porque “no es el momento”. Los controles no se hacen porque “no es el momento”. Las correcciones se postergan porque “no es el momento”. Así llevamos décadas. Y el resultado es siempre el mismo: se deja que los problemas crezcan hasta que la sociedad no los soporta más, la inflación desborda, el gasto público se vuelve inmanejable y el agua llega al cuello.
Cambiar esa conducta implica aceptar que no existe el momento ideal. Existe, en todo caso, la decisión política de hacer las cosas cuando todavía es posible ordenarlas sin estallar. Seguir postergando, con buenas intenciones y palabras cuidadas, solo garantiza que la próxima discusión sea más áspera, más urgente y mucho más costosa para todos.
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