La derrota narrativa de Cristina

Esta debe ser una de las peores semanas para la vicepresidenta. En la Justicia, los fiscales exponen día a día los detalles que transformaron a Lázaro Báez en multimillonario, constructor, evasor y lavador en los 12 años que pasó ordeñando a una Vialidad Nacional manejada por la familia Kirchner. Es el riesgo de una profunda derrota moral.

Pero con la asunción de Sergio Massa empezó otro descalabro igual de trascendente: la derrota narrativa de las cristinomics, del diagnóstico nac&pop que subyace en el relato K; en definitiva, una derrota ideológica. Vamos por partes:

-Inflación. Ayer no sólo murió la famosa teoría axelcristinista de que emitir no genera inflación. Ni siquiera rige ya el verso de la "inflación multicausal". En efecto, Sergio Massa se refirió dos veces a cómo piensa reducir la inflación: las dos veces se limitó a decir en forma contundente que, para eso, el Estado dejará de pedirle pesos al BCRA. Fin.

-Formadores de precios. En paralelo también murieron los "empresarios codiciosos" que el kirchnerismo usó de chivos expiatorios (nunca explicaron por qué las mismas empresas en los demás países no suben constantemente sus precios). Para Massa, la función de la Secretaría de Comercio ya no será andar vigilando góndolas sino lograr que los argentinos puedan volver a saber cuáles son los precios de las cosas. Habló de recuperar algún nivel de "orden" en medio del desquicio.

-Tarifas. Massa no sólo ratificó la "segmentación" insuficiente, engorrosa y derrochona que Cristina Fernández le forzó a inventar a Martín Guzmán por temor a perder dos votos. Quienes sigan recibiendo subsidios los recibirán sólo por una parte de la energía que consuman. Eso que anunció Massa tiene exactamente la misma lógica que la tarifa social que con Macri aplicó Juan José Aranguren. Ganó Aranguren. Perdió La Cámpora.

Sólo los necios y neófitos del área energética controlada por el ingeniero amateur Máximo Kirchner podían ignorar que, si los hogares argentinos ahorran un 20% de la energía gratis que hoy queman, eso alcanza para ahorrarse justamente los combustibles más caros que usa el país, que son los que tienen que importarse a precios que cuadriplican los locales.

-Endeudamiento. La biblia K decía que endeudarse es malo, malo, malo. Sólo los gobiernos diabólicos se endeudaban. Y menos si era para financiar la fuga para sostener dólares artificialmente baratos. Bueno: es exactamente lo que Massa dijo que quiere hacer. No hay reservas, pero el nuevo ministro no quiere sincerar el peso y devaluarlo. Entonces negocia préstamos internacionales para los cuales se apresta a ofrecer en garantía una emisión de bonos por un valor nominal que probablemente triplique o cuadruplique el monto que le van a prestar. Si Argentina no devolviera lo que tal vez le presten, los acreedores se lo cobrarían con rendimientos tan usureros que serían la envidia de los buitres más odiados por el axelismo militante.

-Retenciones a las exportaciones. Acá las sagradas escrituras K se dan vuelta como una media. Todo el cristinismo militante venía acelerando y exigiendo un aumento de retenciones, sobre todo al campo, al que odian en forma irracional. Pero resulta que Massa anunció que está pensando alguna forma de aflojarle la soga al cuello que asfixia a las petroleras, las mineras y, sobre todo, al agro. Puede ser bajando retenciones o mejorando el tipo de cambio. En cualquier caso, busca terminar con el absurdo de que los productores sojeros que traen dólares al país reciban por cada dólar 90 pesos. Una miseria con la cual tienen que afrontar todos sus costos y el resto de los impuestos. Y encima deben soportar que una militancia de ignorantes a sueldo los insulten.