Descubren guardería de mariposas en el Museo de Historia Natural de la CDMX

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Dos mariposas nocturnas casi del tamaño de una mano, con colores que varían entre el café y el rosa y que cuentan con cuatro partes traslúcidas que se asemejan a ventanas, copulan colgadas de unos cables junto a los capullos de los que emergieron el jueves, solo unas horas antes.

“Las emociones que siento al ver esto son indescriptibles”, compartió María Eugenia Díaz Batres, con una mirada llena de entusiasmo reflejado en sus ojos. A sus 80 años, esta mujer de cabello blanco rizado y voz suave ha dedicado casi seis décadas a cuidar insectos en el Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental de Ciudad de México, ubicado dentro del extenso bosque de Chapultepec.

La pareja de “cuatro espejos”, nombre coloquial para las mariposas nocturnas Rothschildia Orizaba, simboliza el éxito de los esfuerzos del museo para conservar y restaurar 2,600 capullos recuperados de un terreno baldío en el centro del país.

Un espacio especial para mariposas

A partir de este hallazgo, se afianza la esperanza de que muchas más mariposas logren nacer en esta singular “guardería”, desarrollada especialmente para su cría en el bosque, uno de sus hábitats naturales en la región.

Con cerca de 1,800 especies de mariposas identificadas en México, y unas 350 de ellas viviendo en la Ciudad de México, esta urbe, que supera los 10 millones de habitantes (20 millones incluyendo suburbios), debe redoblar esfuerzos para proteger su biodiversidad.

Las mariposas “cuatro espejos” no son tan populares como las mariposas monarca, que recorren América del Norte, ni se encuentran tan amenazadas. Sin embargo, el crecimiento de la urbanización ha reducido su población en la ciudad, donde su simbolismo comunitario es muy importante.

“Los aztecas las conocían como ‘mariposa de navajas de obsidiana’, o Itzpapalotl”, explicó Díaz Batres. “En el pasado, esos capullos eran adornados con pequeñas piedras y se usaban en sus danzas”.

Recuperación de capullos

Los capullos llegaron al museo a finales de diciembre, envueltos en una bolsa y en una caja, comprimidos y llenos de ramas y hojas. “Mi primera tarea fue limpiarlos y separarlos, ya que algunos estaban infestados por parásitos o habían sido consumidos por roedores”, detalló la bióloga.

La directora del museo, Mercedes Jiménez, describió esta experiencia como “una increíble aventura”. A menudo encontraban animales como tlacuaches o aves heridas, pero jamás algo tan singular como estos capullos.

Bajo la supervisión de Díaz Batres, el equipo fue organizando los capullos en los espacios que pensaron óptimos para su desarrollo: el jardín del museo, los árboles pirules que crecen en Chapultepec y dentro del edificio del museo.

Hoy por hoy, los capullos permanecen en su oficina: algunos cuelgan sobre su escritorio, otros están en cajas, algunos huevos de mariposas están listos para ser observados bajo el microscopio, y en el mariposario, las larvas se alimentan.

La científica ha creado un insectario que alberga más de 50,000 ejemplares para fines científicos, lo que demuestra su compromiso con la conservación de estas especies. Mantiene una estrecha vigilancia sobre cada etapa de desarrollo de las mariposas: desde la eclosión de los huevos hasta cómo realizan su capullo.

Este proceso incluye permitir que las mariposas estiren sus alas adecuadamente, lo que es fundamental para su desarrollo. A pesar de que la vida adulta de estas mariposas es breve, de apenas una o dos semanas, la satisfacción de Díaz Batres es inmensa. A menudo la observa al llegar a su oficina, sorprendida al ver que las nuevas mariposas ya están en su computadora o en la puerta.

La pareja de mariposas vista en el museo durante el jueves puede permanecer unidas durante la copulación hasta 48 horas. La científica guarda esperanzas de que la hembra deposite sus huevos en un árbol cercano, símbolo del éxito de su esfuerzo por preservar y proteger esta valiosa especie.