De izquierda a derecha: Ramos, Mbappé, Messi, Neymar y Di María, las joyas del PSG.

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¿Un equipo soñado puede terminar en pesadilla?

14/08/2021 | 13:30 | El PSG revolucionó al ambiente del fútbol con la llegada de Lionel Messi y un equipo plagado de estrellas, pero ahora la presión de ganarlo todo es más alta que nunca. El análisis de Cóccolo.

Mauricio Coccolo

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De izquierda a derecha: Ramos, Mbappé, Messi, Neymar y Di María, las joyas del PSG.

París vive una luna de miel impensada entre su principal club, los jeques, los ultras, los ojos del mundo del fútbol, un equipo de estrellas y el mejor jugador de todos, pero ahora se viene lo más difícil: que la pelotita pegue en el palo y entre.

Hacía muchos años que no se juntaban tantas figuras como las que reunió el PSG: Donnarumma, Ramos, Marquinhos, Navas, Icardi, Wijnaldum, Verratti, Paredes, Di María, Mbappé, Neymar y Messi, como la frutilla de un postre al que no le falta nada.

¿Funcionarán todas esas estrellas juntas? ¿Habrá problemas de celos? ¿El juego y los triunfos serán antídoto suficiente para tantos egos? ¿Solo sirve levantar la Champions? ¿Alcanza con la liga? ¿Está obligado a ganar todo el PSG?

El pase de Messi al Paris Saint-Germain provocó una ola de informaciones extra deportivas, pero de a poco los datos grandilocuentes que rodearon a la transferencia más importante de la historia van dejando lugar a lo que de verdad importa: el juego.

El fútbol es demasiado negocio para ser solo un deporte, pero también es demasiado deporte para ser solo un negocio. Ya es hora de abandonar las cuentas de los millones de dólares y las camisetas vendidas. Es momento de empezar a contar goles en la cancha y puntos en la tabla.

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Ahora, el trabajo más difícil es el de Mauricio Pochettino. Menuda changuita para el técnico argentino del PSG: cuando el equipo gane será gracias a las estrellas y cuando pierda todas las críticas caerán sobre sus espaldas.

Pochettino está en un lugar soñado, en una situación ideal: le sobran jugadores para elegir. Pero la magnitud del sueño es directamente proporcional con la amenaza de la pesadilla porque si no puede hacer que las piezas encajen se convertirá en el malo de la película.

Mauricio Pochettino está ante el desafío más grande de su carrera. Nadie le regaló nada, se lo ganó trabajando desde abajo, y ahora —más allá de la dificultad— el premio si logra llegar con éxito al final del camino es mucho más trascendente de lo que jamás hubiera imaginado.

La tarea del cuerpo técnico del PSG será múltiple en el día a día, pero hay dos grandes ejes donde no pueden fallar: la combinación de los talentos para que el equipo juegue bien y gane, y la administración de los egos para que todos se sientan importantes.

Juntar grandísimos jugadores y tirarlos al campo como semillas, ¿es suficiente? En un equipo de galera y bastón, ¿quién se pone el overol? El lado B de la novela es qué pasará cuando el PSG de la Play no sea capaz de ganar, gustar y golear. ¿Está más obligado que el resto?

A lo largo de la historia del fútbol mundial hubo muchos grandes equipos, pero solo hay un caso comparable con el PSG que se viene: el famoso Real Madrid de los galácticos, aquel conglomerado de estrellas que armó Florentino Pérez a principios de siglo.

La era estelar del Real Madrid fue un proceso continuado de grandes incorporaciones, con Florentino como presidente y Valdano como director deportivo, que tuvo su punto más alto en el 2003 cuando la contratación de Beckham se sumó a las de Figo, Zidane y Ronaldo.

El club más reconocido del mundo fue sumando una gran figura por año y dio origen a lo que se definió como el “nuevo fútbol”, con hinchas y mercados globales, camisetas vendidas de a millones y derechos televisivos planetarios.

Esa imagen que Marcelo Bielsa lamentó hace unos días, de chicos con camisetas del Real Madrid antes que con las de los clubes de sus ciudades, empezó a ser el símbolo de una nueva era. Todavía no tenemos claro si es mejor o peor, pero seguro es muy diferente.

La etapa de los Galácticos tiene dos partes de tres años cada una. La primera fue buena con dos Ligas y una Champions incluidas, pero la segunda terminó muy mal. El quiebre se produjo con la salida del técnico, Vicente del Bosque, en el 2003.

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El equipo soñado terminó siendo una pesadilla, el Real Madrid estuvo tres años sin ganar títulos. Una sequía inédita que se llevó puesto a Florentino, quien debió renunciar en febrero de 2006 y se fue admitiendo que el “modelo galáctico” había fracasado.

En otro fútbol, en otro mundo, a fines de los 80 el magnate italiano Silvio Berlusconi, a golpe de billetera, armó uno de los equipos más recordados de la historia por lo que ganó, pero fundamentalmente por lo que jugaba: el Milán de los holandeses.

Todo empezó con la contratación del técnico, Arrigo Sacchi, y siguió con futbolistas de la talla de Van Basten y Gullit, primero, a los que se sumó Rijkaard después, para completar el trío de holandeses. Pero además estaban Galli, Baresi, Costacurta, Maldini, Ancelotti. Ganaron todo.

El fútbol argentino tuvo su seleccionado de los sueños en el Mundial 82: los campeones del 78 más Maradona y Ramón Díaz. Pero la mezcla no funcionó. Deficiencias en la preparación y cierta relajación por el título obtenido, entre otros motivos, explican el fracaso en España.

Entre las selecciones, la más recordada de todos los tiempos es la brasileña que ganó el Mundial de México. Cinco números diez que combinaron como nunca: Pelé, Gerson, Rivelino, Tostao y Jarzinho. Jugaron tan bien que se convirtieron en un adjetivo: el Brasil del 70.

En el ámbito local, Boca provocó una revolución en 1995 con las vueltas de Diego Maradona y Claudio Caniggia, cuando Alegre era el presidente. En el apogeo del dólar a un peso, no hubo vueltas olímpicas y lo que más se recuerda es un beso en la boca entre los ídolos.

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El último gran equipo de excelencia mundial fue el Barcelona de Guardiola, que ganó todo en el 2009, pero hay una diferencia sustancial con los otros casos: la conformación del plantel. La única incorporación rutilante fue la de Dani Alves y desde la Masía se sumó Sergio Busquets.

El Paris Saint-Germain rompió la barrera y abrió las puertas de una nueva era en el viejo nuevo fútbol, aunque hay algo que no podrá cambiar: todo sigue dependiendo de que la pelotita pegue en el palo y entre.

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