Todas las miradas estarán puestas en Neymar y Lewandoski

Informes de La Previa

La Champions de la nueva era, los millones y los goles

23/08/2020 | 14:19 | En medio de la pandemia se enfrentan la vieja tradición germana del Bayern contra los millones qataríes del PSG. Se trata de dos ideas diferentes de encarar el fútbol y la gestión de los equipos.

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Todas las miradas estarán puestas en Neymar y Lewandoski

La del 2020 será recordada como una de las finales más particulares en la historia de la Champions por el contexto, pero también porque enfrentó a dos símbolos del nuevo fútbol mundial: la estructura enorme de un club histórico como el Bayern Múnich contra los millones qataríes de un club-estado como el Paris Saint-Germain.

Hay una vieja frase que define al fútbol como demasiado juego para ser solo un negocio, pero demasiado negocio para ser solo un juego. Por estos días, los millones se mueven mucho más rápido que la pelotita y obligan a revisar formatos, estructuras económicas, leyes, participaciones societarias y —por qué no— pasiones multitudinarias.

Hace muchos años, en una época que para bien o para mal quedó atrás en el tiempo, se resumía el funcionamiento de los clubes con tres roles: el capitán mandaba con la pelota, el presidente mandaba con la caja y el secretario mandaba con las actas. Se sumaban los hinchas pagando sus entradas, o los socios sus cuotas, los periodistas lo contaban por las radios, o en los diarios, y eso era todo. Pero ese mundo ya no existe.

Las nuevas formas de manejar los negocios del fútbol están instaladas, incluso los clubes sociales empezaron a ser administrados como empresas aunque siguen siendo los socios quienes tienen la última palabra. En países de una arraigada tradición, como Argentina, la discusión sobre el desembarco de las sociedades anónimas genera rispideces.

El fútbol argentino nunca habilitó legalmente la posibilidad de comprar clubes, pero sí se puede generenciar la actividad. En los últimos 30 años no hubo muchos casos y la mayoría duraron poco tiempo: Exxel Group en Quilmes, Petrone en Racing de Córdoba, Excellens en Defensa y Justicia, Torneos y Competencias en Argentinos (cuando lo mudaron a Mendoza).

Distinta fue la historia de los clubes que empujados por la crisis económicas empezaron a tener graves problemas para seguir funcionando, lo que obligó al Gobierno, conjuntamente con la AFA, a sancionar la Ley de Salvataje de Entidades Deportivas. La justicia empezó a administrar las quiebras de grandes instituciones como Racing, Belgrano, Talleres y Ferro.

La mayoría de los casos tuvieron condiciones parecidas: los clubes funcionaron bien, fueron rentables, se recuperaron, ganaron plata y partidos, solo cuando cayeron en manos responsables, honestas, serias y solventes. Buenos empresarios, bien controlados por la justicia ordinaria, se convirtieron en una opción para evitar que desaparecieran muchas instituciones centenarias.

La clave, por supuesto, es el control, más allá del sistema, sea sociedad civil sin fines de lucro, sociedad anónima, generenciamiento o una mezcla de todo eso, nada funciona si las reglas no están claras y se cumplen. En países como Argentina, donde la costumbre dominante es sacar ventajas de las leyes o directamente ignorarlas, los procesos son más espinosos.

Los grupos de clubes son cada vez más comunes en el mundo, uno de los más renombrados es el City Football Group, dueño de nueve instituciones en distintos países. También hay casos muy particulares como el de Andrés Fassi que es al mismo tiempo vicepresidente del Grupo Pachuca, vicepresidente deportivo del Club Pachuca, presidente de Talleres (elegido por los socios) y gerenciador de Atenas de Uruguay.

Alemania, con una idiosincrasia muy distinta, parece un buen ejemplo a seguir: la famosa regla del 50+1 tiene como principal objetivo proteger a los socios otorgándoles voz, voto y garantías de que siempre serán los dueños de la mitad más uno de los clubes. Pero el sistema no es infalible y el sorprendente Leipzig lo demuestra. Una empresa multinacional, que no pudo quedarse con ninguno de los clubes grandes, compró uno que tenía 8 socios, asoció a 9 de sus empleados, se quedó con el control de la institución, le cambió el nombre y los colores, y en 11 años lo llevó de la quinta división hasta las semifinales de la Champions.

El Bayern Múnich es una de las banderas del orgullo alemán, un club de 120 años, ganador, poderoso, popular y con un estilo de juego que deslumbra. Llegó a la final de la Liga de Campeones después de ganar los 10 partidos que disputó, acumula 20 triunfos consecutivos y 29 sin perder, hilvanó la octava Bundesliga seguida y busca su sexta Orejona. Todo perfecto.

Además, el Bayern tiene un técnico de la casa como Hans-Dieter Flick, a Beckenbauer de presidente honorario y a una mujer —Kathleen Krüger, a la que apodan “la Jefa”—, como directora del equipo donde brillan los históricos Neuer, Boateng, Alaba, Thiago Alcántara, Kimmich, Müller y Lewandowski, mezclados con pibes —y no tan pibes— como Alphonso Davies, Süle, Pavard, Coman y Gnabry.

En el otro rincón espera el Paris Saint-Germain, uno de los primeros clubes que abrió sus puertas a los jeques millonarios. En el 2011 un grupo qatarí compró las llaves y empezó a inyectar dólares. Después de una inversión de casi 1300 millones, solamente en pases de jugadores, quedaron a 90 minutos del gran objetivo: ganar por primera vez la Champions.

Todos quieren escribir su nombre en la historia, pero hay uno que lo busca especialmente: Neymar da Silva Santos Júnior, más conocido como Neymar. El brasileño hace tres años tomó la decisión de irse del Barcelona para salir de la sombra de Messi y buscar un nuevo desafío: que los libros algún día hablen del PSG de Neymar. Por el nivel que mostró en cuartos y semi no parece muy lejos de conseguirlo.

Entre los protagonistas argentinos se destaca la siempre controversial figura de Ángel Di María. Con solo mencionarlo saltan chispas: de un lado están los que enumeran todos sus títulos (que no son pocos) y del otro los que lo consideran un símbolo de las finales perdidas por la Selección.

Di María jugó en un altísimo nivel contra el Leipzig y volverá a disputar una final de Champions, copa que levantó siendo figura con el Real Madrid, y apuntando al nada despreciable detalle de igualar el récord de Fernando Redondo, que por ahora es el único argentino que ganó el torneo más importante con dos clubes distintos (Real Madrid y Milan).

Los otros argentinos del PSG ocupan roles diferentes. Leandro Paredes fue titular contra los alemanes y cumplió una buena tarea en la mitad de la cancha. Mientras que Mauro Icardi jugó mal frente al Atalanta y luego de eso perdió su lugar en el once inicial, entre otras cosas, porque Mbappé volvió de su lesión demostrando que tiene condiciones de estrella top.

Lejos de resolver las discusiones, la final de la Champions 2020 se presenta como la puerta de ingreso a una nueva era del fútbol mundial, donde ya conviven —nos guste o no— los millones con los goles.

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