El director de Futuro de Avina, Carlos March, en la entrevista con Sergio Suppo.

Proyectos de transformación

Carlos March, de Avina: “El desafío es cómo recuperar el paradigma del cuidado”

03/11/2025 | 20:45

El director de Futuro de esa fundación, que promueve el desarrollo sostenible, dijo a Cadena 3 que la sociedad debe pasar de la “lógica de acumulación” a la de fomentar organizaciones comunitarias y servicios públicos de calidad.

Redacción Cadena 3

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Carlos March, de Avina: “El desafío es cómo recuperar el paradigma del cuidado”

Usted es director de Futuro de la Fundación Avina. ¿Cómo es ser director de Futuro en una organización que trabaja desde hace tanto tiempo en proyectos concretos de transformación, experiencia democrática y gestión social en toda la región? 

Avina lleva 30 años desarrollando una agenda de desarrollo sostenible, principalmente en Latinoamérica, aunque ahora está más ampliada a nivel global. Nos planteamos dos cuestiones: primero, qué agendas no estamos abordando que estarán vigentes a mediano y largo plazo, o qué agendas existentes requieren nuevos enfoques programáticos. Segundo, analizamos el modelo operativo de la organización a futuro, ya que no sirve tener una agenda del siglo XXI con un modelo operativo del siglo XVII. A partir de esto, creamos este espacio con dos desafíos. Uno es proyectar el presente hacia el futuro, pero el que más nos interesa es cómo traemos el futuro al presente, buscando entender las lógicas de lo que está emergiendo para que luego se pueda consolidar. El abordaje de este espacio de Futuro se centra en eso: traer el futuro al presente en el mediano y largo plazo.

Gestionar el futuro debe ser más complicado en una era donde los cambios tecnológicos, como los de la economía del conocimiento o la inteligencia artificial, se suceden por días u horas. Parece difícil imaginar el futuro cuando lo tenemos tan cerca. 

Sí. Creo que somos la primera generación que presencia cambios de era. Nuestros antepasados vivieron casi toda su vida dentro de una misma generación, pero hoy una persona transita varias generaciones a lo largo de su vida, generadas por la aceleración tecnológica. Esto trae dos contextos interesantes: la inmediatez de los cambios y la incertidumbre que generan. Dentro de una organización, debemos convivir con ambas. Hay un libro llamado "El nacimiento de la era caórdica", escrito por el fundador de una conocida tarjeta de crédito, donde explica que en el proceso de construirla hubo cosas que se podían planificar, pero mucho fue gestionar el caos. De ahí inventa el concepto de "caórdico": cómo una organización debe gestionar el orden mediante la planificación y, al mismo tiempo, gestionar el caos.

Gestionar el caos se complejiza porque observamos un riesgo de regresión en el valor de la convivencia en libertad y la esencia democrática (el respeto a las mayorías y minorías), valores que parecían consolidados en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Debemos volver a discutir los fundamentos de la democracia? 

Sí, creo que es necesario repensar el sistema democrático. En América Latina existe la mayor brecha mundial entre la democracia y la vida cotidiana de los ciudadanos, quienes no sienten que la democracia mejore positivamente su calidad de vida. Otro dato relevante es la capacidad de carga que tiene el sistema. La democracia fue inventada hace más de 2.000 años en Grecia, donde la comunidad de ciudadanos no superaba las 200.000 personas.

Hicimos un estudio que cruzó los 10 países con mejor calidad democrática del mundo con su cantidad de población. De esos 10, solo dos superan los 10 millones de habitantes; el resto tiene menos. En Latinoamérica, el país con mayor calidad democrática es Uruguay, con 3 millones de habitantes. Por lo tanto, la pregunta clave es qué capacidad de carga resiste la democracia sin perder calidad. El sistema democrático está claramente en crisis y requiere innovaciones, tal como ha incorporado muchas desde los griegos hasta la actualidad (como el Estado de Derecho, la libertad de culto, la protección de minorías y el voto femenino). Debemos preguntarnos cuáles son las innovaciones que requiere la democracia del siglo XXI.

Además de la dificultad para consolidar la democracia participativa, donde el ciudadano tiene herramientas para participar más allá del voto, tenemos el problema de la institucionalidad. El Estado nación está penetrado por la corrupción estructural y el delito organizado, lo cual complejiza aún más la reflexión sobre cómo implementar estas innovaciones.

Concretamente en Avina, ¿cuáles son las líneas de trabajo actuales dentro del Plan de Futuro y a qué grupos se dirigen? 

Avina es una organización de apoyo que acompaña de manera estratégica y con financiamiento a organizaciones de la sociedad civil de causa. Nuestros aliados se centran en tres grandes ejes temáticos. El primero es la acción climática, donde participamos fuertemente en las COP de Naciones Unidas (como la COP 30 que se celebrará en Brasil). Llevamos referentes de distintos abordajes, incluyendo a los recicladores (cartoneros en Argentina), ya que tienen mucho que aportar sobre la acción y el impacto climático. Buscamos incidir en las agendas desde una diversidad de actores, abordando tanto lo proteccionista como los desafíos que el desarrollo productivo plantea al cambio climático.

El segundo eje es la economía justa y regenerativa. Aquí acompañamos a sistemas cooperativos, como los recicladores o las cooperativas de acceso al agua en ciudades latinoamericanas donde el suministro no es seguro, promoviendo una gestión comunitaria del recurso. 

La tercera dimensión es la democracia. En este ámbito, tenemos proyectos para fortalecer la institucionalidad y frenar el avance del crimen organizado, promoviendo, por ejemplo, leyes que permitan dar uso social a los bienes secuestrados a las mafias, siguiendo el modelo exitoso de Italia. Estos abordajes muy prácticos nos permiten articular las tres agendas en pos del desarrollo sostenible de la región.

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Argentina desarrolló hace más de 100 años un robusto tejido de organizaciones sociales y económicas que han pervivido, como cooperativas (agrícolas o de servicios) y clubes. ¿Mantiene el país hoy la misma capacidad de generar este tipo de asociaciones comunitarias que tuvo en las primeras décadas del siglo pasado? 

Creo que el tejido social en Argentina se sigue sosteniendo a través de las organizaciones, pero el contexto en el que operan está mucho más deteriorado. Un punto central de deterioro es el sistema educativo. La Ley 1420 de educación construyó la clase media argentina, la cual no se definía por el saldo bancario, sino por el acceso equitativo a oportunidades. Tener una biblioteca, incluso si costaba pagar las cuentas, era una condición vital. El sistema educativo debe garantizar el acceso a la oportunidad para todos, pero ya no lo hace, y eso se ha perdido.

Otro factor que cambia el contexto es la imposición del paradigma del éxito, centrado en la acumulación de poder, dinero y prestigio. Esta lógica de acumulación atenta contra las organizaciones de impacto colectivo que construyen sociedad.

El gran desafío es recuperar el paradigma del cuidado. Las organizaciones que usted menciona son clave porque nos permiten cuidar al cercano (el vecino, el compañero de trabajo) a través de los clubes, las bibliotecas populares o las sociedades de fomento. Y la forma de cuidar al extraño es a través de bienes públicos de calidad. Por ejemplo, al aportar a la cooperadora de un hospital público, se mejora la calidad del servicio de salud para personas desconocidas. El desafío es recuperar las organizaciones comunitarias y los bienes públicos de calidad para volver al paradigma del cuidado.

¿La red de organizaciones con las que Avina colabora ha generado nuevos formatos que se están instalando en la sociedad argentina y que van más allá de los clubes y cooperativas tradicionales? 

Puedo graficar la evolución de los formatos de las organizaciones sociales en Argentina con tres ejemplos. En el siglo XIX, el formato tradicional era la asistencia, representada por organizaciones como Cáritas. En el siglo XX, este formato se combinó con redes y espacios informales, cuyo referente fue Juan Carr de la Red Solidaria.

La Red Solidaria no tiene personalidad jurídica; articula recursos tangibles e intangibles y los pone a disposición de la comunidad. En el siglo XXI, con la tecnología, emerge un nuevo formato que no es tradicional: el influencer, como Santiago Maratea, quien en dos días recaudó fondos para donar dos autobombas durante los incendios en Corrientes. Ninguna ONG tradicional constituida logra esto. Si bien la reacción de la sociedad civil constituida fue negar que Maratea fuera sociedad civil, él representa un nuevo formato. El desafío es entender estos distintos formatos (Cáritas, Red Solidaria, influencers) y ver cómo conviven. La sociedad civil debe integrarse y generar colaboración en lugar de pelearse.

Argentina cuenta con cerca de 10.000 organizaciones, lo que demuestra una enorme diversidad que abarca desde clubes de fútbol y universidades privadas con formato de fundación, hasta comedores comunitarios sin personería jurídica. El problema es que esta contención e innovación social no se articula con las políticas públicas, ya que la lógica política actual en Argentina busca anularlas en lugar de complementarse con ellas.

¿Percibe un corrimiento de los ciudadanos hacia las organizaciones sociales en detrimento de los partidos políticos? ¿Se milita menos en política partidaria y más en lo social? 

Sí. El ciudadano de más de 40 años tiende a elegir las organizaciones sociales para hacer política institucional o pública, ya que estas son organizaciones políticas, aunque no sean partidarias. Por otro lado, sí veo un acercamiento mayor de la juventud a ciertas expresiones de la política partidaria. Sin embargo, el problema principal no es el espacio elegido, sino la falta de articulación. Sentimos que competimos en lugar de complementarnos.

Usted mencionó el deterioro del sistema educativo como un problema central. ¿Cómo definiría la crisis educativa en Argentina y cómo impacta la falta o la mala calidad de la educación en la vocación solidaria de los argentinos? 

Existen dos grandes problemas. Primero, la fragmentación social. Un bien público es aquello que llega a toda la sociedad en igual cantidad y calidad. En Latinoamérica, la región más inequitativa del mundo, al fragmentar el sistema educativo en escuela pública estatal y privada, hacemos que deje de ser un bien público. Quien busca calidad educativa debe pagarla en el sistema privado, mientras que quien no puede, queda sin esa posibilidad. El segundo gran problema es que el sistema educativo enseña a ser ingeniero, abogado o perito mercantil, pero lo único que no enseña es a ser ciudadano.

El sistema educativo genera, de hecho, ignorancia cívica. Lo que debería ser transversal a la formación, la educación cívica, termina siendo ignorado, resultando en democracias sin demócratas. 

Yo tuve la suerte de ir a una escuela pública y de presidir el centro de estudiantes durante dos años. Fue allí donde me formé como ciudadano. Desde el centro impulsamos acciones como una bolsa de trabajo o pasar música en los recreos, lo cual demuestra la capacidad de acción. Esto me permitió elegir un estilo de vida involucrado en lo público desde la sociedad civil. Si el sistema educativo se dedicara a la formación cívica, tendríamos ciudadanos mucho más comprometidos. El problema es que fomenta la ignorancia cívica en lugar de construir ciudadanía.

Hay una anécdota reciente sobre la desconexión generacional, como la que mencionó en su conferencia en el congreso de Crea. ¿Existe una desconexión entre nuestra generación y las que nos siguen, considerando que la juventud conoce y predice más sobre el futuro tecnológico y social? 

Sí, creo que tienen lógicas distintas. Están formados bajo lo que hoy rige las dinámicas colectivas, que es básicamente la tecnología. Nosotros tenemos que deconstruirnos para entender la lógica desde donde operan las generaciones jóvenes. Ellos, en cambio, entienden la lógica porque la viven y la construyen, dándose sus propios parámetros. Por ejemplo, mi hija me dijo que para ella "es amor a las personas" y no sabe si tendrá novio o novia, lo cual para ella es natural y yo tuve que deconstruirme para entenderlo. Con todos nuestros defectos como padres, creo que estamos mucho más abiertos e intentamos conectar con ese mundo que ellos están construyendo, el cual gestionarán cuando crezcan, a diferencia de nuestras generaciones anteriores, que estaban más refugiadas en una lógica conservadora. Hoy hay mucha más apertura para entender las trayectorias de las nuevas generaciones.

Para finalizar, ¿qué libro recomendaría a los oyentes de Cadena 3? 

Recomiendo enfáticamente "Los ingenieros del caos", de Giuliano da Empoli (quien también escribió "El Mago del Kremlin"). Es muy interesante, porque explica la lógica de la radicalización, que es peligrosa tanto en la derecha como en la izquierda. El libro describe cinco casos sobre cómo se construyó la lógica y la arquitectura social sobre la cual se montó esta radicalización, permitiendo que una expresión política que era limitada y local, como la ultraderecha, se convirtiera en una franquicia global de disputa de poder. Es vital entender la lógica de cómo se construyen estas expresiones, más allá de la coincidencia ideológica, y este libro lo explica muy bien.

Entrevista de Sergio Suppo.

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