La última imagen de Joaquín con vida, con quien sería su asesino.
Caso Joaquín.
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Drama en Laboulaye

A los 14 años, lo acusan de matar a Joaquín y luego de engañar a la Policía

03/07/2023 | 12:00

La ciudad de Laboulaye no sale de la conmoción con un caso que no registra antecedentes en todo el país. Al adolescente lo mataron de 18 golpes en la cabeza.

Redacción Cadena 3

Juan Federico

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A los 14 años, lo acusan de matar a Joaquín y de luego de engañar a la Policía

Tiene 14 años. En breve, será trasladado a Complejo Esperanza, el centro para menores de 18 años en conflicto con la ley penal ubicado en las afueras de la ciudad de Córdoba. Para la ley, es inimputable: no puede recibir ninguna sanción.

No obstante, desde los últimos días soporta una gruesa acusación encima: haber asesinado a su amigo Joaquín Sperani Flores (14), un crimen que conmociona no sólo a la ciudad de Laboulaye sino a todo el país. El primer informe forense determinó que al adolescente lo asesinaron de 18 golpes en la cabeza, todos ejecutados con dos objetos contundentes: un caño de hierro cromado y un pedazo de hormigón con dos puntas de hierro.

Es que hay que rascar demasiado en los expedientes judiciales de la Argentina para encontrar un antecedente similar. Son contados con los dedos de una mano los casos que puedan tener alguna similitud con el drama que recién se está comenzando a conocer en Laboulaye.

Acaso el atroz crimen de Nicolás Alexander Cernadas (13) a manos de dos jóvenes de 14 y 17 años en el partido bonaerense de Merlo, en octubre pasado, o el femicidio de Lucía Inés Fernández (15) a manos de su pareja de 14 años, en Maipú, Mendoza, en agosto de 2021, pueden servir como antecedentes de estos crímenes que dejan sin aliento al resto de la sociedad: adolescentes precoces acusados de matar a jóvenes que también acaban de dejar la niñez. 

La violencia más extrema entre los que recién se están asomando a la vida joven.

La reconstrucción que llevan adelante los sabuesos de la división Homicidios y Protección de las Personas de la Policía de Córdoba, que hasta ayer actuaron bajo directivas de la fiscal local Georgina Osella (ahora giró todas las actuaciones al juez Sebastián Ignacio Moro a cargo del juzgado de Control, Niñez, Adolescencia, Penal Juvenil, Violencia Familiar y de Género y Faltas de esa ciudad), indica que el jueves pasado, Joaquín llegó en bicicleta hasta el Ipem Nº 278 “Malvinas Argentinas”.

Laboulaye es una ciudad de poco más de 20 mil habitantes que aún conserva las costumbres de los pueblos del interior de Córdoba, donde los jóvenes suelen moverse con mayor libertad y tranquilidad en relación a las grandes ciudades.

Tras dejar la bicicleta en el patio de la escuela, Joaquín no entró a clases. Junto a L. (13), su amigo de toda la vida, salieron caminando de la escuela, según se corroboró a partir de una cámara de seguridad vecina. Se los veía juntos, sonrientes.

En la misma filmación, los pesquisas observaron que minutos después L. regresaba solo al colegio. En el camino, se le cayó un teléfono celular, que levantó pronto y guardó en su pantalón. Esa tarde, el adolescente entró de nuevo en la escuela y se sentó en clases, como si nada lo perturbara.

Cuando el jueves al atardecer la familia de Joaquín denunció su desaparición, los policías de Laboulaye comenzaron a rastrear las cámaras y encontraron estas imágenes. 

L. era la última persona que aparecía junto al joven desaparecido en todo el cotejo que se había conseguido.

De inmediato fue localizado y le preguntaron qué sabía de su amigo. Fue evasivo: dijo que se habían separado cuando salieron, que él se arrepintió y quiso volver a clases. Sobre el celular que se le había caído, agregó que era de su papá.

Fue entonces que los policías llamaron al padre, que negó haberle dado su teléfono a su hijo. La contradicción, sin embargo, no aceleró la investigación, sino que retrasó todo aún más.

L. volvió a ser interrogado: ahora dijo que en realidad el celular era de Joaquín, pero que él se lo había dado voluntariamente porque quería escapar de Laboulaye. E instaló la hipótesis del bullying: dijo que tanto él como Joaquín eran víctimas de continuas burlas y de otros maltratos por parte de sus compañeros, por lo que su amigo había conseguido una familia "sustituta" que ese jueves a la tarde lo había ido a buscar para llevarlo lejos, "al campo".

Al celular de Joaquín se lo entregó a los investigadores: le había pintado la carcasa de otro color y buena parte del contenido aparecía borrado.

Hoy, la frialdad de L. no deja de generar escozor entre los investigadores. Regresó solo, se metió en el aula, hizo como que no pasara nada y cuando los policías le preguntaron, desvió por completo toda la búsqueda.

Los papás de Joaquín ratificaron que efectivamente el adolescente era víctima de bullying, por lo que la búsqueda se salió de su eje original. Los policías de Laboulaye, en lugar de rastrillar las cuadras más próximas a la escuela, el "punto cero" de cualquier causa de este tipo, comenzaron a inspeccionar autos con la premisa de hallar a la familia "sustituta". 

Las horas comenzaron a pasar y nada se sabía de Joaquín. Hasta que el sábado se realizó una manifestación multitudinaria reclamando resultados a la Justicia y a la Policía.

Ante la falta de avances, se decidió enviar desde la ciudad de Córdoba a un grupo de detectives de Protección de las Personas y de la Homicidios. Apenas llegaron a Laboulaye, en la madrugada del domingo, repasaron todo lo realizado hasta entonces. Y resolvieron volver al "punto cero": los alrededores de la escuela, el último registro de Joaquín con vida.

De manera simultánea, un grupo de vecinos estaba comenzando a rastrillar por su cuenta. Y fue así que a primera hora de la mañana, un grupo de chicas junto a un hombre encontraron el cadáver de Joaquín en una vivienda abandonada de calle Sarmiento 480, en la misma manzana del colegio. 

Se trata de una casa a la que los alumnos suelen ir cuando faltan a clases o cuando quieren fumar a escondidas de los adultos, entre otras cuestiones. O sea, no es un lugar desconocido para esa comunidad educativa. Abandonada desde hace ya un tiempo, tiene un acceso simple, a través de un descampado que da a una tapia destruida.

La cercanía de esa casa con la escuela hizo que desde el domingo se multiplicaran las críticas de los vecinos de Laboulaye con respecto a la labor policial durante la búsqueda.

Los peritos de la Policìa Científica con sede en la ciudad de Río Cuarto fueron convocados de urgencia. Apenas llegaron, acordonaron la zona y constataron que todo se había tratado de un homicidio. Junto al cuerpo, que presentaba gruesas heridas en el cráneo, encontraron el caño de hierro y el pedazo de mampostería con manchas de sangre. Un crimen con ensañamiento que se produjo ese mismo jueves.

L. fue convocado de nuevo. Esta vez, como principal sospechoso. Y ya no mintió más (o al menos ese se presume): confesó que el jueves habían ido juntos hasta allí, solos, y que fue entonces que comenzaron a discutir. Sin ninguna premeditación, tomó el caño y comenzó a golpearlo en la cabeza. Y luego, lo remató con el trozo de mampostería. 

"Fue algo personal, no se trató de un robo", sintetizó un investigador.

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