El empleo genuino no se exige, se consigue

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El empleo genuino no se exige; se consigue

31/03/2022 | 13:03 |  

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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El empleo genuino no se exige, se consigue

Los jefes piqueteros que están caotizando con acampes las principales ciudades del país dicen que "exigen un millón de empleos genuinos".

Es una contradicción en los términos. Los empleos genuinos, por definición, no se exigen; se buscan, se consiguen.

Para que haya un empleo genuino tiene que haber dos cosas: consumidores que deseen algo y estén dispuestos a pagar por eso sin que nadie los fuerce; y empresarios dispuestos a organizar y pagarles a otras personas, por su propia cuenta y riesgo, para producir eso que desean los consumidores.

Y eso tiene que hacerse en libertad. No se puede ponerle una pistola en la cabeza al dueño de un restaurante y decirle: "Creá un empleo genuino más".

Las excepciones a esta cuestión general son muy, muy poquitas. Y tienden a funcionar mal.

¿A quiénes les exigen "empleo genuino" los piqueteros? A los políticos ¡Pero si los políticos no saben generar empleos genuinos! Cuando mucho crean puestos para colocar familiares, acomodados, militantes y clientes electorales. Generan un gasto estatal que figura como salario o como subsidio al trabajo pero que no es nada de eso porque no retribuye ningún trabajo genuino: no generan nada que alguien necesite o por lo que esté dispuesto a pagar.

Por eso, esos puestos no generan riqueza, sino todo lo contrario, generan pobreza, dado que esos acomodados consiguen dinero para consumir bienes pero no producen nada o producen cosas que nadie desea o cosas caras o malas. Al final hay más consumidores, pero no hay más bienes para consumir.

Los piqueteros lo saben muy bien. Desde hace décadas reciben cada vez más plata del Estado. Una parte son planes, subsidios que reciben personas a las que, supuestamente, ellos deben organizar para que trabajen. Otra parte son otros subsidios para comprar insumos, maquinarias y otros gastos. Y aún así esos proyectos no prosperan. No parecen ser capaces, tampoco ellos, pese a tantos años de intentarlo, de producir cosas por las que esté dispuesto a pagar. No generan empleo genuino.

Es obvio que entre las miles de personas que hoy están acampando en distintos lugares hay mucha gente desesperada por un trabajo honesto y razonable. Pero es casi imposible que alguien se los dé porque ellos los exijan.

Para que aparezcan esos empleos lo mejor sería sacarles el pie del cuello a las empresas, que están ahogadas por la falta de crédito, la asfixia impositiva y la inflación que genera este Estado; un Estado quebrado, justamente, por gastar fortunas que no tiene con la falsa promesa de que, alguna vez, va a crear un empleo genuino.

Todo termina en una paradoja cruel: cada vez que el Estado inventa un empleo falso, aborta un empleo genuino.

Y está demostrado: hace más de una década que en Argentina hay cada vez más ñoquis, más piqueteros subsidiados y menos empleados privados en blanco.

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