El profesor y su directora, al borde de perder el puesto.

Sátira con humor

"La Directora" se mete con la cultura de la cancelación

08/09/2021 | 09:44 | Sandra Oh protagoniza una serie que se le anima a los  temas urticantes que atentan contra la corrección política.

Por María Rosa Beltramo.

Lo bueno de “La Directora” es que pese a su brevedad- apenas 6 episodios de media hora- posibilita múltiples lecturas , no rehuye una vertiente humorística y encara el tema de la cultura de la cancelación, toda una novedad en producciones de esta época capaces de sacrificar el atractivo de cualquier historia en el altar de la corrección política.

Buena parte del crédito de la serie de Netflix hay que otorgárselo a sus autoras, Amanda Peet y Annie Julia Wyman y otra porción importante le corresponde a la galería de personajes , encabezados por Sandra Oh en la piel de Ji Yoon, la primera mujer que accede a la dirección del Departamento de Lenguas de la Universidad de Pembroke en lo que parece ser el asiento más codiciado y difícil de conservar.

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También en este caso aplica aquello de que llegar es complejo, pero el problema esencial es mantenerse. La directora tiene tres frentes que atender si pretende durar en el cargo por el que ha luchado toda la vida. Un sector de excelencia representado por Bill Dobson (Jay Duplass), un profe genial pero inmanejable; otro en el que figuran Elliot Renz (Bob Balaban), Joan Hambling (Holland Taylor) y John McHale (Ron Crawford), tres docentes que encarnan la tradición universitaria pero están más cerca del retiro que de las aulas y, por último, Dean Paul Larson (David Morse) el rector obsesionado por la disminución de la matrícula y la productividad.

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Eso, sin considerar que Ji Yoon es madre soltera de una criaturita de 10 años preciosa, genial e inteligente pero que puede jugar con la paciencia de cualquiera porque no tiene reparos en escapar de la casa del abuelo en mitad de la noche, aterroriza a las candidatas a niñeras que huyen aunque les tripliquen el pago y con sus planteos hace que sus maestros se vean forzados a convocar a la madre una vez por semana.

Por todo eso, a la directora le cuesta disfrutar del sillón principal del Departamento de Lenguas del que, en homenaje a la claridad de la idea de los productores, se cae literalmente al piso en el capítulo inicial cuando lo está probando. Rápidamente tendrá que aprender que el lugar que ocupa es tremendamente inestable.

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También- y este es uno de los temas dominantes de la serie- la mujer que se preparó durante años para instruir a las nuevas generaciones sobre los mejores autores de la lengua inglesa, advertirá a poco de asumir que su ansiado cargo llega con exigencias burocráticas y administrativas en las que no tendrá incidencia alguna tal o cual autor.

Y lo mejor de “La Directora” llegará con un incidente menor ocurrido en el aula y en medio de una clase de Dobson, el profe estrella. Con el histrionismo que caracteriza sus intervenciones, y con una inocultable carga de ironía, hará el saludo nazi y será captado por la cámara de los teléfonos siempre dispuestos de sus alumnos.

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El escándalo que se desata cuando el docente es declarado neonazi tiene en un comienzo un tinte liviano en el que no se alcanza a ver la magnitud del problema. De la noche a la mañana el tipo que era indiscutido pasa a encabezar la lista de indeseables y, por supuesto, no ayuda mucho que el involucrado se niegue a pedir disculpas en los términos sugeridos por las autoridades, convencido de que es absurdo que implore perdón por errores que no ha cometido o por ideologías que jamás defendió.

“La Directora” muestra con inteligencia cómo se vuelve imposible mantener lo que apenas es un malentendido dentro de los límites de la universidad. Pronto lo que pudo aclararse en el aula, escala a distintos portales y se transforma en un problema institucional grave. Aparece en escena un enigmático experto en gestión de crisis y todo el mundo tiene que tomar partido.

Pero la serie dirigida por Daniel Day Longino tiene otro hallazgo además del planteo sobre la cultura de la cancelación. En la parte medular de la historia y en el marco de las tantas cosas que la directora tiene que negociar para cumplir algunos de sus objetivos, está la adjudicación de la Cátedra Distinguida, un sitio para un profesor invitado que aparece como una suerte de cabeza de playa desde el que se irradia sabiduría.

Ji Yoon tiene a su propia candidata pero como la universidad necesita matricular a un número importante de estudiantes, el rector decide que quedará en manos de David Duchovny.

El actor se interpreta a sí mismo y lo extraordinario es también que la historia que se cuenta es real. El famoso agente Mulder de “Los expedientes X” es, efectivamente, ex alumno de Princeton y Yale y se graduó en Literatura Inglesa, aunque en la serie su intento de contratación es presentado apenas como un señuelo para atraer a jóvenes deseosos de compartir una hora de clase diaria con una estrella de Hollywood.

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