Una dupla que deja en claro que viejos son los trapos.

Tercera temporada

Brillante cierre de El Método Kominsky

04/06/2021 | 10:58 | Michael Douglas encabeza en solitario los últimos episodios de la comedia que escribió Chuck Lorre. Entre los actores invitados está Morgan Freeman que se ríe de la corrección política de Hollywood.

Por María Rosa Beltramo.

Con más maldad que precisión a un crítico se le ocurrió calificar a El Método Kominsky de “comedia geriátrica”. En su defensa hay que aclarar que los protagonistas, Michael Douglas y Alan Arkin, tienen 76 y 87 años, respectivamente, pero el tema de la vejez se agota allí porque el humor y el drama que circulan por la serie de la que se acaba de estrenar la tercera temporada, es intemporal .

Escrita por Chuck Lorre, la historia sigue a Sandy Kominsky (Douglas) un actor veterano que ha tenido un módico éxito en su carrera pero destaca como maestro de intérpretes jóvenes que frecuentan la escuela que atiende junto a su hija Mindy (Sarah Baker) y a su amigo y representante Norman Newlander (Arkin).

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Los contrapuntos entre ambos le dieron brillo a las dos primeras temporadas, pero la tercera empieza con el velorio de Norman, un recurso al que debió apelar la producción porque el veterano actor dijo que con el miedo a la pandemia y el cansancio acumulado en los dos primeros rodajes, prefería dar un paso al costado.

Douglas se las arregla para continuar su camino en soledad aunque Arkin seguirá presente en el recuerdo y en las permanentes incursiones de sus familiares, una hija y un nieto, obligados a rondar al amigo de su padre para tratar de cobrar algún anticipo de una cuantiosa herencia.

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La serie obtuvo dos Globos de Oro en la categoría mejor comedia y mejor interpretación masculina para MD, varias nominaciones y, sobre todo, el favor del público. Es cierto que la mayoría de los diálogos volvían en forma recurrente al tema de la edad, los achaques que llegan con los años y la muerte como una presencia inminente, pero Chuck Lorre aprovechó la ductilidad de la dupla protagónica para reirse de algunas obsesiones de Hollywood.

Precisamente en esta última temporada está como actor invitado Morgan Freeman y en sus manos el guionista dejó casi la mitad de uno de los episodios y un texto ácido en el que se burla, amablemente, de la corrección política que impera en la industria cinematográfica desde la aparición del #MeeToo.

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El protagonista de Invictus hace de sí mismo y tiene que grabar un capítulo de una serie policial junto a una de las alumnas de Sandy. En esa historia interpreta a un médico forense que mientras clasifica las vísceras de un cuerpo-también se ríen de la inclinación morbosa de algunas películas por la mesa de autopsias-charla sobre la llegada al mundo de su nieto pero aclara varias veces que no es adecuado tratarlo de “él” o “ella” y que está pendiente de que la criatura brinde alguna pista sobre su autopercepción.

Y como les pareció una pena contar con semejante artista para un papel bueno pero breve hay otros 5 minutos extra donde Freeman y Douglas discuten delante de una audiencia integrada por los alumnos de teatro de Sandy. La escena es una auténtica delicia y sirve para disfrutar de la calidad de ambos.

El Método Kominsky es también valioso porque elude los estereotipos. Casi el único resbalón que se han permitido es vincular al profesor con una atractiva y joven mujer pero la chica al final termina aclarándole que trabaja de prostituta. Lejos de lo que podrían haber armado en función de la condición de galán de MD, su hija es una mujer normal y corriente y no una modelo. Mindy además está de novia con Martin (Paul Reiser) un hombre de la generación de su padre y que compite con el suegro en algunos achaques.

Esta tercera temporada tiene además la impecable actuación de Kathleen Turner, la ex esposa del protagonista, también alejada ahora de los cánones estéticos que suele usar Hollywood cuando viste cada historia de cuerpos perfectos y jóvenes. Hay mérito en las actuaciones y también en los textos. En el Elenco figuran Lisa Edelstein, como la hija de Norman y aquel torturado niño de Sexto Sentido, Haley Joel Osment, transformado ahora en un nieto que corre todo el día detrás de la herencia del abuelo y es fanático de la Cienciología; secta, religión o ideología con decenas de seguidores en el mundo del espectáculo, de la que El Método también se ríe.

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