España. La gente volvió a congregarse en torno a la radio en medio de un corte de luz

Día de la Radiodifusión

La hoguera sigue encendida: se llama radio

27/08/2025 | 09:11

A 105 años de su nacimiento en Argentina, la radio mantiene su vigencia como medio de compañía y comunicación cotidiana.

Redacción Cadena 3

Marcos Calligaris

Imaginemos la escena: la sabana africana, la noche, una hoguera que corta la oscuridad. Hombres y mujeres reunidos alrededor del fuego escuchan. Una voz cuenta algo: un mito, una advertencia, una memoria. El fuego ilumina los cuerpos; la voz, las mentes. Así empezó todo: escuchar fue sobrevivir.

Pasaron miles de años. Pasó la escritura, pasaron los libros, pasaron los telégrafos. En 1920, en Buenos Aires, cuatro hombres subieron al techo del Teatro Coliseo y lanzaron al aire Parsifal, de Wagner. Nadie lo sabía entonces, pero estaban fundando una hoguera nueva. Desde ese día, la radio es eso: un fuego invisible que nos reúne para escuchar. Y hoy, 105 años después, seguimos siendo los mismos Homo sapiens de la sabana, pero con auriculares.

Los científicos llevan tiempo confirmando lo que la intuición ya sabía: que la voz y la música tienen un poder biológico insoslayable. Stefan Koelsch, psicólogo y músico alemán, mostró que una melodía puede encender las regiones cerebrales que gobiernan la emoción y el placer; el neurólogo británico Oliver Sacks narró historias de pacientes que, aun con graves daños cerebrales, recuperaban recuerdos perdidos al escuchar una canción; por su parte, el neurocientífico y productor canadiense Daniel Levitin explicó que estamos cableados para buscar patrones sonoros que nos conmuevan; el arqueólogo Steven Mithen propuso que nuestros ancestros se comunicaban a través de proto-cantos antes de inventar el lenguaje; y Joseph LeDoux, especialista en los mecanismos del miedo, demostró que reaccionamos a un sonido antes incluso de entenderlo. Juntos, todos ellos dibujan una certeza: escuchar está en nuestra sangre.

Esa certeza explica por qué la radio funciona como funciona: porque acompaña sin exigir. La vista demanda exclusividad; el oído, no. Podés cocinar, manejar, trabajar, llorar: la radio sigue ahí, encendida. Ese "estar sin molestar" genera cercanía, memoria, confianza. Por eso, incluso en tiempos saturados de pantallas, sigue viva.

En 2014, iHeartMedia y la firma de neuromarketing Neuro-Insight midieron lo que los locutores y los anunciantes habían intuido siempre: que la radio se fija más hondo que la televisión. Analizaron campañas de autos, bancos, restaurantes, entretenimiento. En siete de ocho casos, los anuncios radiales se grabaron mejor en la memoria que los televisivos. Porque la radio no lo da todo servido: deja huecos que el oyente llena con su imaginación. Donde la imagen cierra, la radio abre. Y ese espacio íntimo que la voz deja al oyente lo convierte en cómplice, no en espectador.

La radio no envejece: muta. Se volvió streaming, se hizo podcast, se volvió algoritmo. Pero mantiene lo esencial: la intimidad de una voz que habla como si hablara solo con vos, aunque sean millones los que escuchan al mismo tiempo.

Ciento cinco años después, la hoguera sigue encendida. Se llama radio. Y mientras exista un ser humano que necesite la compañía invisible de una voz, ese fuego —invisible, eléctrico, cotidiano— no se apagará.

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