Fernando Bravo.

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Fernando Bravo: "La radio me permitió explorar caminos que nunca imaginé"

08/08/2025 | 23:23

Desde sus inicios en San Pedro hasta su presente en Radio Mitre, el emblemático locutor reflexionó sobre la salud, el oficio de locutor, los cambios en la industria y el vínculo único que la radio teje con sus oyentes.

Redacción Cadena 3

En una charla íntima y reveladora, Fernando Bravo, ícono indiscutido de la radiofonía argentina, compartió con el periodista Sergio Suppo su mirada sobre una carrera que abarca más de cinco décadas, marcada por la pasión, la dedicación y un amor inquebrantable por la radio. 

Desde sus inicios en San Pedro hasta su presente en Radio Mitre, Bravo reflexionó sobre la salud, el oficio de locutor, los cambios en la industria y el vínculo único que la radio teje con sus oyentes. Con 81 años, su voz sigue siendo un faro para generaciones, y su historia, un testimonio de resiliencia y compromiso.

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Estás en una etapa fantástica de tu carrera. ¿Cuántos años más de radio te quedan?

No sé cuánto tiempo seguiré, pero agradezco dos cosas: la salud, que es fundamental y a veces subestimada, y mi pasión por esta profesión. A mis 81 años, me cuido y disfruto trabajar todos los días. El día que sienta que pierdo ese entusiasmo, será el momento de retirarme, pero quiero hacerlo con prudencia.

¿Qué significa la radio para vos?

La radio es mi vida. Me ha formado, me ha permitido ser quien soy y explorar caminos que nunca imaginé. Es una pasión que me ha dado alegría y exigencia, algo que valoro profundamente. No sé si moriré trabajando, pero la radio me ha guiado siempre.

Dijiste que la salud es clave, pero también tu voluntad de seguir haciendo radio parece ser un motor importante. ¿Es así?

Totalmente. La radio me da una cuota de felicidad enorme. El vértigo de la información, el trabajo en equipo, la producción: todo eso es un placer que no quiero perderme. Mientras me genere esta alegría, seguiré haciéndolo.

Cuando empezaste en San Pedro, ¿imaginaste esta carrera?

No, nunca imaginé tanto. Siempre viví el presente, aprovechando cada oportunidad. Mi lema es mirar hasta donde alcanzan las luces altas. Esta carrera no depende solo de uno; hay que adaptarse a empresarios, circunstancias, aciertos y errores. El trabajo bien hecho hoy es lo que abre puertas mañana.

¿Alguna vez tomaste decisiones equivocadas en tu carrera?

Sí, claro. A veces dije que sí cuando debía decir que no, o me dejé llevar por inseguridades. Por ejemplo, en 1984, un productor me ofreció un programa de entretenimiento en televisión, pero no me animé porque el proyecto no estaba bien definido. Ese programa fue Seis para triunfar, un éxito con Héctor Larrea. Fue mi error, pero uno aprende.

¿Es más fácil predecir resultados en radio que en televisión?

La radio es distinta. Te da más tiempo para construir y adaptarte, a diferencia de la televisión, donde todo depende del rating. En radio, con trabajo y experiencia, puedes ir moldeando tu espacio. Es un medio más estable, aunque ahora el streaming ha cambiado algunas dinámicas.

¿Sentís que el público de radio tiene una conexión más intensa contigo que el de televisión?

Sí, porque la radio te permite mostrar más de tu esencia. En televisión, estás al servicio de un producto o formato, pero en radio, al hacer tres o cuatro horas diarias, revelás tu personalidad, tus pensamientos. Eso crea un vínculo más profundo con el oyente.

Hace años dijiste que en Buenos Aires ya no hay broadcasters como antes. ¿Qué opinás de la radio actual?

La radio ha cambiado. Antes había broadcasters, dueños de emisoras con visión. Hoy, muchas radios están en manos de improvisados o personas que las usan como herramientas políticas. En mi última etapa en Radio Continental, sufrí esa desorganización. Por suerte, ahora estoy en Radio Mitre, una empresa seria. Pero los profesionales pagamos el precio de esas gestiones incoherentes.

¿Cómo era la radio cuando empezaste? ¿Había libretos?

En mis inicios, no usaba libretos, aunque programas como el Fontana Show de Cacho Fontana sí los tenían, sobre todo para el humor. La radio de antes era más entretenimiento, música y diversión, con poco periodismo fuera de los informativos. Los locutores éramos partners de humoristas, no tanto periodistas.

Con el tiempo, empezaste a opinar y asumir un rol más periodístico. ¿Cómo fue ese cambio?

Siempre digo que soy locutor de base, pero los trabajos periodísticos me acercaron a esa tarea. Opino desde el sentido común, como ciudadano con un micrófono. Que la Academia Nacional de Periodismo me haya reconocido es un orgullo, pero sigo reivindicando mi rol de locutor.

¿Por qué creés que los locutores han perdido protagonismo frente a los periodistas en la radio?

Los locutores se autolimitaron, creyendo que opinar o hacer reportajes no era su rol. En mi caso, en Radio Mitre en 1972, y luego en Rivadavia, descubrí un perfil más periodístico que enriqueció mi carrera. Locutores como Juan Alberto Badía o Antonio Carrizo también lo hicieron, marcando un camino más integral.

¿Qué consejo le das a los jóvenes locutores?

Les digo que lean, que se informen, que se preparen para el mundo que les toca transmitir. Es fundamental cargar el “disco rígido” con conocimiento. Yo lamento no haber aprendido inglés, por ejemplo; me faltó una herramienta clave para los tiempos actuales.

¿Cómo empezaste en la radio?

Comencé en 1967 en San Pedro, haciendo amplificaciones en carreras de autos para circuitos callejeros. Luego me sumé a una organización deportiva en Radio Argentina, cubriendo automovilismo. Eso me llevó a viajar por el país, y tras recibirme de locutor, di el salto a la televisión y la radio profesional.

¿Qué recuerdos tenés de cubrir automovilismo en esos años?

Era mágico. La radio era esencial para seguir las carreras de turismo de carretera o rally. Yo informaba tiempos en la deportiva, y la gente dependía de nosotros para saber quién iba primero. Hice transmisiones memorables, como el debut de los Torinos en San Pedro en 1967.

Para cerrar, ¿qué libro recomendarías a los oyentes?

Recomiendo dos: El viaje del elefante de José Saramago, por su metáfora sobre la vida y la profesión, y El crimen de fin de año de Daniel Balmaceda, una historia policial fascinante sobre la Buenos Aires de 1880.

Entrevista de Sergio Suppo.

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