Los pobres bares de una ciudad rica.

Maravillas de este siglo

Los pobres bares de una ciudad rica

15/08/2022 | 07:03 |  

Redacción Cadena 3

María Rosa Beltramo

Córdoba suele jactarse de su espíritu contradictorio y no la incomoda debatirse perpetuamente entre su condición de segundo conglomerado urbano del país y ese airecito aldeano confortable para las familias tradicionales y tan manejable para los que administran los resortes del poder.

Debe ser por eso que durante algún fin de semana largo cuando las calles de Nueva Córdoba o Güemes celebran la presencia de miles de turistas, la ciudad saca pecho y es capaz de confundirse con cualquiera de las grandes metrópolis. El Paseo de las Artes se vende como la feria de Notting Hill y el Buen Pastor no tiene nada que envidiarle a las Aguas Danzantes de Dubái.

Pero en medio de tanto esplendor, Córdoba se empeña en mostrar su otra cara. Y entonces, una de esas pizzerías que exhibe portero/a para dar la bienvenida y una carta con nombres raros y combinaciones estrambóticas, puede proclamar que "cerró la cocina" y no están en condiciones de ofrecer ni un mísero triple de miga, 15 minutos antes de que den las 22.

Los servicios de la segunda ciudad del país no suelen estar a la altura de su fama de capital turística ni de sus precios. "Lo que Ud. quiera, a la hora que lo pida" no es, precisamente, una consigna que se pueda invocar por estos pagos.

Córdoba es rara. No debe haber otro lugar del país donde uno de esos bares con apariencia y pretensión de rústica elegancia, al estilo Palermo Hollywood y en la zona del Parque de las Tejas, se anime a abrir sus puertas un sábado a la mañana sabiendo que no está en condiciones de ofrecer a su clientela habitual, edulcorante.

Es insólito e increíble, pero como si se tratara de la cosa más normal del mundo, el propietario es capaz de admitir "no nos queda" después de que los mozos ignoraran el reclamo, acudieran a otras mesas y se hicieran los confundidos para terminar señalando los sobres de azúcar.

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Y no se trata de un pedido exótico. Ni café irlandés o frappuccino con media lunas de manteca , croissants o lemon pie. Edulcorante. En polvo o líquido, del que puede adquirirse en el kiosco de la esquina si el dueño de la cafetería se olvidó de encargar la reserva para todo el mes.

Vaya a saber por qué una gran cantidad de los bares cordobeses que decoran alguna de sus paredes con un televisor -a veces ni llegan al smart; prefieren los modelos vintage- olvidan contratar el servicio de fútbol codificado. Hay pocas cosas tan tristes como atravesar todo el centro esas noches en las que Talleres se juega el futuro a una sola carta –Belgrano e Instituto se pueden ver sin pago extra- mientras frente a las mesas de una audiencia aburrida, la pantalla de Crónica muestra alguna de las habituales y encarnizadas peleas que libran okupas y propietarios del conurbano.

Entre el Centro Cívico y el corazón de Güemes, en un trayecto zigzagueante por Rosario de Santa Fé, boulevard Perón, San Jerónimo, 27 de abril, Vélez Sarsfield y Achával Rodríguez y en un recorrido de una treinta y cinco cuadras, había hasta hace un par de meses sólo dos locales que pagaban el codificado.

El principal -porque tenía dos pantallas-fue demolido. Ese bar no hubiera resistido ni medio control bromatológico. Desde la vereda se advertía un aspecto deplorable, pero en los días de partido estaba siempre lleno.

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Hay que llegar a la cafetería que está en diagonal a la Fuente del Perdón para ligar otra pantalla en condiciones de mostrar el fútbol de la liga. El resto de los bares cordobeses también tiene tele pero no considera que un partido vaya a aportarle clientes.

Los cordobeses que pasan por Buenos Aires se maravillan de que la cocina de los restaurantes de cualquier categoría siempre esté dispuesta, no importa si se trata de una fonda en extramuros o un 4 tenedores en Puerto Madero.

Córdoba se achica y muchas veces no está a la altura de sus sueños y del marketing turístico. Y la mala influencia se extiende como una mancha de aceite en el mar. Así como acá se permiten servir café sin edulcorante, en uno de los centros de comercialización más grandes de la tercera ciudad de la provincia un sábado cerca de las 17 se manifestaron incapaces de servir un té con un tostado.

“Nos quedamos sin té” aseguró el encargado. A unos 20 metros del bar se ubica el acceso principal de un supermercado que se encuentra bajo el mismo techo y que podría haber provisto de la infusión a media ciudad.

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