Maravillas de este siglo

La guerra del agua

05/12/2022 | 09:58 |  

María Rosa Beltramo

La imagen que rescata la fotografía parece de una película de argumento distópico. En medio de una neblina que alcanza apenas para ocultar detalles de la vegetación, en pleno campo, hombres armados y enmascarados custodian una especie de laguna. El título contribuye a generar inquietud “En Francia ha comenzado la guerra del agua”.

Lo de guerra parece excesivo hasta que uno revisa algunos episodios del último año. El tema es que el cambio climático alteró el régimen de lluvias y descubrieron con preocupación que aumentaba el área afectada por la sequía y eso ponía en riesgo la economía de una vasta región que vive de la agricultura y la ganadería.

Primero aprobaron un esquema de ahorro hídrico con multas importantes para los infractores. Después pasaron a medidas más drásticas con el ánimo de proteger la seguridad de 16 embalses distribuidos estratégicamente en la región donde sospechan que deberán recurrir al riego si, como ya ocurrió este año, en la primavera y el verano del 2023 desaparecen los pronósticos de lluvia.

Antes de que el gobierno y la oposición se enfrentaran por las medidas más acertadas para hacer frente a la sequía, empezaron algunas protestas parecidas a las que se suceden por estos días en Punilla y las Sierras Chicas,  donde los vecinos les reclaman a veces sin éxito a los intendentes que hagan algo para que el agua llegue a sus viviendas.

A mediados de julio, en Ardecha, un departamento del sur de Francia que estaba en "vigilancia reforzada" por sequía, vaciaron el depósito de agua destinada a la lucha contra los incendios.

Culpable del robo fue un club de motocross vecino que se la llevó para llenar la propia reserva contra incendios y la seguridad del estacionamiento durante un concierto.

El gobierno francés ha iniciado un plan de construcción de grandes embalses en todo el país para servir a los agricultores durante los meses de primavera y verano, cada vez más áridos.

Pero ese programa cuenta con el aval de los partidarios del presidente Macron y los agricultores directamente beneficiados. La oposición y algunos militantes de entidades ambientalistas lo consideran una “aberración” y denuncian una política discriminatoria de privatización de un recurso que debería ser universal.

Hasta ahora, la principal batalla de esta guerra del agua se libró en la región occidental de Nouvelle-Aquitaine. En ese lugar, el gobierno desplegó en un campo de colza la friolera de 1.600 policías militares, equipados con dispositivos antidisturbios y armas largas.

Cientos de manifestantes arribaron al lugar y enfrentaron los disparos de balas de goma, el gas lacrimógeno y la amenaza de detención para desarmar el embalse protegido por los uniformados.

No se sabe hasta dónde llegará la disputa sobre todo si la persistencia de la sequía realza el valor de los depósitos. Es muy probable que el gobierno galo intente líneas de acción que lleven a un entendimiento con los ambientalistas para que la pelea sea contra la sequía y no entre policías y manifestantes.

Mientras eso ocurre el mundo asiste a una contienda que, por una vez, no es por espacios de poder, por territorio ni por el oro, la plata y los diamantes, sino por el agua, un recurso esencial para la vida.