El ministro de Defensa Luis Petri junto al presidente Javier Milei.

Maravillas de este siglo

Desviados

02/03/2024 | 08:24

 

Redacción Cadena 3

María Rosa Beltramo

Hubo un tiempo en el que los programas humorísticos se alimentaban de las entrevistas que Eduardo Feinmann les hacía a dirigentes estudiantiles. No es que aportaran revelaciones sensacionales, pero se volvieron imperdibles porque se había puesto de moda el lenguaje inclusivo y los chicos enfrentaban el micrófono con una colección completa de las nuevas palabras.

El ahora periodista estrella de La Nación+ las corregía, una por una, con cara de pocos amigos. Era un juego en el que ganaban todos. Un ignoto segmento del cable estaba de golpe en el prime time de la tele abierta. Y los estudiantes fungían de vanguardistas, ensayando un vocabulario antisistema porque, ya se sabe, la Real Academia Española lo combatió con pasión desde el primer momento.

Han pasado años y decenas de pronunciamientos del organismo rector de la lengua española y aunque la cuestión no está saldada, casi no hay polémicas televisadas entre detractores y defensores del modo inclusivo.

La cuestión aparece, de tanto en tanto, de la mano del colectivo feminista o la dirigencia estudiantil, dispuesta a interpretar el sketch de siempre con Feinmann. Pero aunque resulte difícil de creer, en la última semana se encargó de rescatar el tema el Ministerio de Defensa.

Distintos representantes del actual gobierno advirtieron que están librando una batalla cultural y en ese contexto lo más natural del mundo es empezar por la palabra.

La resolución de la cartera que encabeza Luis Petri caracteriza el lenguaje inclusivo como una “desviación o desnaturalización del castellano” y señala que el uso incorrecto del idioma “puede afectar el desarrollo de las operaciones y generar confusión”.

Exultante como cada vez que interpreta que su administración mete un gol, el presidente Javier Milei acudió a su cuenta de X para proclamar urbi et orbe “no más lenguaje inclusivo en las FFAA”. Basta de “generala”, “sargenta”, “soldada” o “caba”.

Nadie le dijo que, en realidad, eso no es lenguaje inclusivo, sino la feminización de cargos militares pero ¿a quién le importa?.

Seguramente debe haber cuestiones específicas del ámbito de Defensa que eventualmente podrían merecer una atención especial- por caso, está en marcha la adquisición de 25 aviones caza supersónicos F16 Fighting Falcon- pero cualquiera sabe que nadie se va a poner en el café a discutir el presupuesto de la Fuerza Aérea.

En cambio, siempre habrá entusiastas dispuestos a dejar jirones de su piel en favor de que se hable como Dios y Santiago Muñoz Machado mandan.

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En una de las ocasiones en la que la pelea por el lenguaje amenazó con dejar más heridos que un enfrentamiento entre las barras de Chicago y Laferrere, aportó su sabiduría sobre el tema Karina Galperin, doctora en Lenguas y Literaturas romances por la Universidad de Harvard y profesora en la Universidad Torcuato Di Tella.

Explicó entonces que “en todas esas sociedades, los grupos más visibles de la vida pública eran hasta hace muy poquito exclusivamente masculinos o mayoritariamente masculinos. De modo que el masculino genérico tuvo, además, una explicación práctica que designaba grupos que no debían ser solo masculinos, pero que en la práctica lo eran. De modo que a nadie le hacía ruido utilizar el masculino genérico para grupos exclusivos o mayormente masculinos”.

Y si hay un sector que desde su nacimiento fue (casi) exclusivamente integrado por varones es el de las fuerzas armadas. De allí, tal vez, la loca alegría compartida por Petri y Milei de poder llamar soldado a las mujeres que eligieron esa carrera.

Tres años antes de que el novio de Cristina Pérez hiciera feliz a su presidente jugando a transformarse por un ratito en académico de la RAE, el consejo de editores que se encarga de la confección periódica de los renovados manuales de estilo del diario El País, mandó a sus escribas a emplear “soldada, caba y sargenta”.

Seguro que para quedar bien con Dios y con el diablo frenaron inesperadamente cuando ascendían el último escalón y dejaron fuera del lote a “generala”.

Por acá ya advirtieron que habrá sanciones para los que elijan las formas “desviadas” del lenguaje. Entre otras medidas urgentes habrá que avisarle a María Isabel Pansa, ascendida en 2017 al grado de “generala”, en adelante “la general”.

Y aunque no hay información al respecto, podría ocurrir que, para estar a tono con las fuerzas armadas de las que es su máxima autoridad, Javier Milei resigne su costumbre de llamar “el jefe” a su hermana Karina y la transforme en “la jefe”.

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