Control docente: si todos somos buenos, ¿Cuál es el drama?

La educación es un pilar fundamental de cualquier sociedad, y en Argentina, donde el sistema escolar enfrenta desafíos estructurales, recuperar la rutina en las aulas parece una utopía. 

Entre feriados, paros, actos y ausentismo docente, es raro encontrar una semana en la que los chicos estén en clase con su maestro, recibiendo la educación que merecen. 

En este contexto, dos iniciativas recientes generaron mucho debate: el control parental en Mendoza y el cumplimiento del cronograma escolar en Santa Fe. Ambas, aunque polémicas, apuntan a lo elemental: garantizar que la escuela funcione.

En Mendoza, el Gobierno provincial implementó una aplicación que permite a los padres seguir los contenidos, calificaciones y, ahora, reportar la ausencia de docentes con un simple botón. 

La reacción del sindicato fue inmediata: acusan al sistema de ser "estigmatizante" y "violatorio", argumentando que ya existen controles como el sistema biométrico y la supervisión de directivos. Sin embargo, si estos mecanismos fueran efectivos, ¿haría falta un control adicional? 

En un sistema educativo masivo, con miles de escuelas y docentes, el ausentismo es un problema real. Mendoza, además, ya aplica medidas como el "ítem aula" (descuento salarial por faltas) y el "ítem arraigo" (incentivo por estabilidad en una escuela). Incluso con estas políticas, que permiten hasta tres faltas mensuales sin mayores consecuencias, algo no está funcionando.

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El argumento sindical de que el control parental podría ser usado por padres con inquina contra algún docente no resiste análisis. Si un solo padre denuncia una ausencia, basta con contrastar con el resto de los alumnos o los registros escolares. 

No se trata de sancionar automáticamente, sino de transparentar un sistema donde, a veces, las faltas se ocultan o no se reportan. La educación es un servicio público financiado por la sociedad, y los padres tienen derecho a saber si se está cumpliendo. 

Por otro lado, Santa Fe logró un hito: cumplir, por primera vez en 14 años, con los 185 días de clase. ¿Cómo? Con incentivos similares al "ítem aula" y descuentos por ausentismo. Curiosamente, en un contexto de ajuste presupuestario, donde los recursos son escasos, se lograron estos resultados. 

Cuando el Estado gastaba sin control, los días de clase no se cumplían. Ahora, con incentivos y controles, sí. Es una paradoja que invita a reflexionar: ¿Acaso la abundancia de recursos fomentaba el desorden?

La mayoría de los docentes son responsables y comprometidos, pero una minoría inescrupulosa afecta al sistema. Iniciativas como las de Mendoza y Santa Fe buscan recuperar lo básico: que los chicos y los maestros estén en el aula. 

No se trata de estigmatizar, sino de reconstruir una cultura educativa donde la presencia y el compromiso sean la norma. Si todos somos buenos, como dicen, ¿Cuál es el drama de aceptar controles que garanticen lo que la sociedad ya paga?

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