Daniel Arroyo, el espíritu santo y los productores de alimentos

La quinta pata del gato

Arroyo, el espíritu santo y los productores de alimentos

12/04/2021 | 11:43 |  

Adrián Simioni

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Daniel Arroyo, el espíritu santo y los productores de alimentos

El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, acaba de decir que "comer tiene que ser barato en la Argentina básicamente porque nosotros producimos alimentos”. 

“Producimos”, dijo el mosquito. Los burócratas que jamás caparon un lechón deben creer que a los alimentos los revolea el espíritu santo sobre la Pampa. Arroyo no debe haber cosechado en su vida un kilo de tomates, pero le encanta jugar de bueno. Entonces, desde hace más de 20 años, forma parte de un aparatazo clientelar que reparte pesos sin respaldo revoleando planes, subsidios y puestos estatales a millones de personas que dejan de trabajar o “trabajan” en ocupaciones ficticias que no producen nada. Es el peor de los mundos para la inflación: cada vez más pesos para ir a comprar cada vez menos lechones, tomates o lo que sea, porque cada vez menos gente trabaja de verdad.

Los Arroyo de la Argentina se hacen los que no entienden este abismo creciente entre demanda y oferta que sus propias políticas generan. Prefieren seguir haciéndose los buenos, aunque generen el mal. Prefieren seguir repartiendo, aunque fabriquen pobreza. Porque con eso ganan elecciones. Por eso Arroyo, anuncia que ¿va a hacer qué? Sí, acertaste: va a revolear aún más pesos a través de la tarjeta alimentar, los planes, etc. Las Paso ya están encima.

Eso va a generar más inflación, pero el gobierno ya sorteó a los culpables. Y salieron sorteados los mismos de siempre. La secretaria de Comercio, Paula Españón, ya intimó a mil fábricas de alimentos para que produzcan a full sin subir precios, incluso a pérdida. Y amenazó a los frigoríficos con prohibir exportaciones de carne si los precios no bajan. Que le pregunte a Guillermo Moreno qué pasó la última vez que hicieron esa idiotez.

Si no fuéramos tan ignorantes podríamos mirar lo que sucede en otros países que también son productores de alimentos. Tomemos a Brasil, Paraguay, Uruguay, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. En 2020 la inflación de los alimentos en esos países fue en promedio 5%. En Argentina fue 42%. Siete veces más. Es obvio que no es un problema de los alimentos ni de las industrias. Es un problema de las políticas argentinas.

Incluso en estos países los alimentos subieron un poco más que el resto de las cosas, por la alta demanda mundial de granos. Pero a ninguno, a ninguno de ellos, se les ocurrió meterles más impuestos, cobrarles retenciones, prohibirles exportar o enchufarles controles de precios a quienes se engargan de producirlos. A ninguno.

Porque en todas partes resulta muy obvio que si los alimentos son escasos, entonces lo peor que podés hacer es castigar a quienes los producen. Es elemental. Básico. Las pruebas están a la vista. Pero a los funcionarios como Arroyo o Españón no les conviene ver estas pruebas. Y mucho menos asumirlas.

Por que si las vemos vamos a llegar a esta conclusión: en el único país productor de alimentos donde comer es cada vez más difícil es donde Arroyo y Españón son funcionarios.

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