Los que se van rápido, ¿vuelven rápido?

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Los que se van rápido, ¿vuelven rápido?

22/01/2022 | 13:45 | La inminente salida de Julián Álvarez al fútbol europeo evidencia la actualidad del torneo argentino, incapaz de competir con las grandes potencias. Aún así, muchas joyas terminan volviendo al país.

Mauricio Coccolo

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Los que se van rápido, ¿vuelven rápido?

El fútbol argentino se convirtió en una calesita: los chicos juegan, se divierten, la rompen, los más hábiles sacan la sortija y al final, cuando terminan de dar unas vueltas, todos se bajan y se van. Desde el costado, acompañan los grandes que ya dieron la vuelta completa hace años.

El combo de la realidad económica, con una moneda devaluada, el dólar por las nubes y la posibilidad de salvarse para todo el viaje, es irresistible para los pibes que después de un puñado de partidos en Primera elijen un buen contrato antes que subir de a uno los escalones deportivos.

El último caso, que de ninguna manera será el último, es el de Julián Álvarez. El cordobés de Calchín la rompió durante un semestre, se cansó de hacer goles de todos los colores, salió campeón y se convirtió en un futbolista —casi— imposible de retener en el ámbito local.

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Ni siquiera River, uno de los clubes más poderosos del continente, puede torcer una cruda realidad que se impone: jugador que la rompe en Argentina, jugador que se va al exterior. Julián tiene apenas 21 años, un potencial enorme y la gran pregunta es si le conviene quedarse o debería irse.

Es fácil pensar con el bolsillo ajeno y decir que lo mejor sería que priorice el aspecto deportivo, más con el Mundial tan cerca. La lógica invita a pensar que Álvarez en River tiene todo para crecer, mientras que si se va a Europa le llevará tiempo acomodarse y quién sabe si jugará o no.

El tema es cómo decirle que no a una oferta millonaria del Manchester City y posponer un paso que se supone será inevitable, que en algún momento llegará, pero… y si no llega, si se lesiona. Si no es hoy, ¿será mañana? Todo sin contar el contrato, los dólares, la tranquilidad familiar…

En simultáneo con la noticia de la posible salida de Álvarez, en River explotó una bombita que sorprendió: la posible vuelta de Ezequiel Barco al país. Como todo tiene que ver con todo, el de Barco es un caso testigo de lo que suele pasar con muchos pibes que se van rápido y vuelven rápido.

Ezequiel Barco fue una de las apariciones más rutilantes de las inferiores de Independiente desde el Kun Agüero. Debutó en 2016, hizo goles importantes, incluyendo el más gritado por los hinchas del Rojo en los últimos años: a Flamengo en el Maracaná para ganar la Sudamericana. Y lo vendieron.

Barco duró en el país lo que un fosforo encendido. Todo pasó en apenas dos años. El fogonazo, las grandes actuaciones, el cariño de los hinchas, las selecciones juveniles y las ofertas que empezaron a caer. Hasta que un día, vinieron de Estados Unidos, pusieron más de 15 millones y se lo llevaron.

La idea original de Barco y su familia era aprovechar el 30 % del pase que les correspondía para no tener que pensar nunca más en la plata, jugar en la MLS, crecer y saltar a una liga de Europa, pero… las vueltas del fútbol… ahí anda Barco, con 22 años, los bolsillos llenos y una carrera en veremos.

Curiosamente, en el mismo mercado en el que los hinchas de Independiente pueden ver como Barco retorna a la Argentina para ponerse otra camiseta y no la del Rojo, están asistiendo a la salida de una de las últimas joyitas de las inferiores: Alan Velasco.

Luego de romperla en un amistoso contra Talleres, Velasco dijo que Independiente será un grato recuerdo en su carrera, prácticamente poniéndole punto final a una historia que se termina a nada de haber empezado.

Al club le dejará unos buenos millones de dólares para tapar huecos, plata que los dirigentes recibirán con una mano y, seguramente, se les escapará por la otra.

Con algunos condimentos parecidos, la historia de Cristian Romero está entre las que tuvieron final feliz. No todos los pibes que se van rápido, vuelven rápido. El Cuti jugó poco en Belgrano, se fue a un club chico de Europa, lo compró la Juventus, saltó a Inglaterra y hoy es jugador de selección.

Lo mismo que con Romero pudo haber pasado con Leonardo Balerdi, el chico que surgió en Boca, disputó 5 partidos y lo vendieron en 18 millones de dólares al Dortmund, donde jugó 7 partidos hasta que lo prestaron al Marsella. Y ahí está, peleándola para demostrar lo que se esperaba de él.

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En otro nivel, es interesante el caso de Carlos Fernando Valenzuela: debutó en Racing, salió a Nueva Chicago para sumar minutos, volvió a la Academia y como no lo tuvieron en cuenta se fue a Barracas Central, donde encontró su lugar en el mundo.

En el club de Tapia, Chiche Valenzuela mostró su mejor versión: fue goleador y ascendió a la B Nacional. Lo convocaron a las selecciones juveniles y lo prestaron al fútbol de Portugal, pero pegó la vuelta rápido y terminó metiendo el gol más importante de la historia del Guapo.

Otro que pasó directamente del ascenso a Europa fue Mateo Klimowicz. El hijo del Granadero jugó dos temporadas en Instituto, lo vendieron en más de 1.600.000 dólares al Stuttgart, donde no paró de crecer hasta llegar a las juveniles de Alemania y ganar la Euro Sub 21.

En los últimos años se dieron dos apariciones fugaces de pibes que fueron rápidamente vendidos y tienen un denominador común: los destinos exóticos. Adolfo Gaich, de San Lorenzo a Rusia por más de 11 millones y Romero Gamarra de Huracán a Estados Unidos para terminar en Arabia Saudita.

No todo se trata de promesas rutilantes, también hay casos de futbolistas normales. Ahí están las experiencias de Nahuel Bustos y Matías Pellegrini. El cordobés pasó de ser goleador en Talleres a prácticamente no jugar en el Girona, y Pellegrini, por su parte, ya fue y vino dos veces de Estudiantes a la MLS.

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Las luces del mercado de pases se van con las grandes figuras que pegaron la vuelta, pero hay tres casos muy parecidos: fueron vendidos siendo muy jóvenes y poco tiempo después pegaron la vuelta. Nicolas Figal a Boca y Emanuel Mammana con González Pirez a River.

Entre Benedetto, Quintero, Cardona y Centurión maquillaron un mercado de pases que está como el país: cada día más pobre, mirando cómo a cada rato salen aviones cargados de jóvenes promesas. En el fútbol al menos parece que hay un pequeño consuelo: los que se van rápido, ¿vuelven rápido?

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