La historia de Andrés D'Alessandro, en sus propias palabras

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La historia de Andrés D'Alessandro, en sus propias palabras

22/01/2022 | 13:30 | A los 40 años, firmó un último contrato con Inter de Porto Alegre para retirarse en Brasil. Recorremos su historia en un fragmento de “Cabezón”, la biografía oficial realizada por Diego Borinsky. 

Raúl Monti

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La historia de Andrés D'Alessandro, en sus propias palabras

Fragmento de “Cabezón: Biografía autorizada de Andrés D’Alessandro”, por Diego Borinsky

Mucha gente cree que voy pateando cabezas por la calle, discutiendo y peleándome con todos. No soy así. Les puedo asegurar que no soy así. Quizás se llevan por la imagen de discutidor que se ve en el campo de juego. Es parte de mi carácter. El mismo que me llevó a construir esta carrera de la que me siento muy orgulloso.

En 2019, charlando con Eri, mi mujer, y con Matías Aldao, mi representante, surgió la idea de escribir un libro. Nació porque ya se va acercando el final de mi vida útil como futbolista y de algún modo quería dejar un mensaje, un legado, y mostrar quién es no sólo el que entra con sus compañeros a hacer lo mejor por su equipo sino también la persona que se va después a la casa con su bolsito. Estoy convencido de que el hincha conoce a sus jugadores por lo que ve en los campos de juego y por lo que declara en las entrevistas, pero no te conoce a fondo, no sabe cuál es tu esencia realmente.

En este libro intento reflejar eso: quién soy, por qué hago lo que hago, cuáles son los valores que recibí de pequeño y me guían, qué hay detrás del D’Alessandro futbolista. Podría enumerar esos valores sintéticamente: Perseverancia, para no darme por vencido de chiquito ante las adversidades, cuando no me ponían en las inferiores de River. Convicción, para creer en la forma de jugar que uno lleva en la sangre y no abandonarla, a pesar de las patadas y las circunstancias. Frontalidad: no guardarse nada, ser sincero, escaparle a tanto falso que hay en el ambiente, aunque pueda traer dolores de cabeza. Profesionalismo: cuidarse hasta el límite en este hermoso deporte, porque hay millones que desearían estar en nuestro lugar. Es decir, respetar lo que hacemos, al club que nos contrata y al público que nos viene a ver.

Cuando me preguntan si mi carrera fue más o menos de lo que podría haber sido de acuerdo a mis condiciones, o a lo que se esperaba de mí en mis inicios, contesto: “No sé”. Sí digo que al fútbol no puedo reclamarle nada, siento que me dio más de lo que imaginaba, que me abrió muchísimas puertas, me proporcionó un montón de alegrías y un estatus de vida importante.

Si me preguntan si hubiera querido jugar en un club grande de Europa, más vale que sí, pero eso es para un grupo selecto. ¿Si me hubiese gustado tener una carrera más larga en Europa? Por supuesto, fueron cuatro años y medio, y en un momento de entredichos con el entrenador de Zaragoza y por una cuestión familiar, el que decidió volver fui yo. Tal vez podría haber evitado alguna discusión con determinado entrenador y el rumbo habría sido otro. Pero tampoco hubiera sido yo, esa es la cuestión, aunque está claro que todos nos equivocamos, y ese, el de mi carácter algo explosivo, el que me impulsaba a no callarme ante lo que consideraba una injusticia, fue un punto que me dio algunos dolores de cabeza.

Me hubiera encantado tener más partidos en la selección, lógicamente. Gané un Mundial juvenil, una medalla dorada olímpica y me quedé con las ganas de disputar un Mundial de mayores. Esa fue la gran cuenta pendiente de mi carrera: estar en un Mundial de mayores. No tengo dudas. Increíblemente se me fue esa chance en 2010, el año en que ganamos la Libertadores con Inter y me eligieron el mejor jugador de Sudamérica. Ya leerán qué pienso al respecto.

Triunfar en Brasil, el país pentacampeón mundial, con lo bien que se juega al fútbol aquí y con la rivalidad histórica que existió con Argentina, jamás lo imaginé. Tampoco que iba a terminar organizando partidos benéficos, acciones sociales y que me nombrarían ciudadano ilustre de Porto Alegre y embajador del Instituto de Cáncer Infantil para Sudamérica. Son halagos que me llenan el alma y me obligan a redoblar el compromiso.

Siento que siempre di lo mejor que tenía, me han pasado cosas en la vida, oportunidades que no aproveché y también circunstancias extrañas que no terminé de comprender y que podrían haber modificado notoriamente mi carrera, como las chances cercanas que tuve de firmar por Barcelona, Mónaco o Juventus. Imposible saber cómo hubiera seguido todo. Sí tengo claro que en cada oportunidad fui yo el que eligió los pasos a seguir. Y eso me deja tranquilo.

Obviamente no me quejo para nada de lo que hice en el fútbol. Estoy feliz. Si hoy recién comenzara y me pusieran sobre la mesa en un papel: “¿Aceptás tener la carrera que tuviste?”. Más vale que lo firmo sin dudar. Ser futbolista es para muy pocos. Son millones los que sueñan serlo, los que empiezan a patear la pelota en un club, y la gran mayoría se queda en el camino. Por suerte a mí no me pasó. Y gracias a la carrera que construí puedo darles a mis hijos un futuro y una tranquilidad enorme.

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