Los arqueros y la ingratitud

Informe de La Previa

Los arqueros y la ingratitud

10/05/2020 | 14:26 | El rol de los porteros, especialmente cuando se equivocan, es recordado de manera desmedida si se lo compara con sus compañeros de equipo. Repasá algunos de los errores más memorables.

Mauricio Coccolo

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Los arqueros y la ingratitud

No estaría mal si uno de estos días la RAE incluyera para el término “ingrato” la acepción: “dícese del puesto de arquero en el fútbol”.

La frase está entre las más repetidas de la historia, tanto que buscar en Google “aquero ingrato” arroja cerca de 119 mil resultados y un desfile de protagonistas, desde los ilustres hasta los ignotos, diciendo que atajar es lo más lindo que hay, pero… es el puesto más ingrato…

Todos convivimos con los errores, no hay errores especiales para los arqueros, pero lo que cambia son las posibilidades de revertir esos errores porque muchas veces no dependen de ellos mismos. Por ejemplo: si un delantero se pierde un gol, es muy probable que vuelva a tener otra oportunidad para convertir, en cambio el arquero puede atajar diez pelotas más sin que eso le garantice reivindicarse.

Algunos arqueros se quedan empantanados en un error y les cuesta mucho más que 90 minutos salir. Loris Karius, por ejemplo, volvió a ser noticia por un título que bordea la burla: “No lo quieren ni aunque se baje el sueldo”. Pobre alemán, sí es lo que todos repiten al ver la noticia: pobre alemán, desde aquellos errores atajando para el Liverpool contra el Real Madrid en la final de la Champions que no puede reencauzar su carrera.

Un caso doméstico, para el análisis, fue el de Sandro Guzmán, que nunca pudo sacarse el estigma de arquero suplente. Guzmán era un buen proyecto de las inferiores que atajaba en la primera de Vélez las pocas veces que Chilavert se lo permitía. Sus condiciones lo llevaron a Boca, donde pasó a ser el segundo del Mono Navarro Montoya, hasta que tuvo su tan ansiada oportunidad de quedarse con el buzo de titular.

Envalentonado, Guzmán llegó a decir: “Del arco de Boca me sacan muerto” y ese fue el principio del fin. Quedaría para la posteridad una histórica frase del Bambino Veira cuando lo reemplazo por el Pato Abbondanzieri, en el entretiempo de un partido, y le dijo a Sandro: “Te saqué para protegerte”.

Se dice mucho en el mundo del fútbol que lo difícil no es llegar, sino mantenerse. Algo de eso hubo en la historia de Augusto Batalla, un pibe que la peleó desde las inferiores hasta la primera de River y cuando le tocó el turno no pudo superar los errores, que le terminaron costando su lugar en el club.

Lo que le pasó a Batalla suma un ingrediente más al análisis: los hinchas no se olvidaron de sus equivocaciones aunque el equipo ganara y saliera campeón. Ocurrió en la final de la Copa Argentina contra Central, donde Batalla se comió dos goles y terminó pidiéndole al cielo “una, por favor”, mientras el Millonario daba vuelta el resultado para levantar el trofeo.

Se equivocan los pibes, pero también los experimentados. Para reemplazar a Barovero, después del fallido intento con Batalla, River fue a buscar a Germán Lux, pero ni su pasado en el club ni el recorrido por Europa le alcanzaron para consolidarse. Un grosero error contra Independiente terminó por convencer a Gallardo de que Lux no era el indicado. Y entonces apareció Armani.

Una situación similar ocurrió en Boca: Guillermo Sara era el elegido de Guillermo Barros Schelotto para quedarse con el buzo titular, pero nunca se consolidó, perdió el puesto con Rossi y terminó siendo moneda de cambio para que llegara Esteban Andrada. El bueno de Sara dejó para los compilados de bloopers un yerro feo contra Aldosivi en Mar del Plata.

El contexto magnifica el error, sino que lo diga Wilfredo Caballero, que consiguió el sueño de todo futbolista: jugar un Mundial con Argentina, pero terminó sufriendo la peor de sus pesadillas. Willy quiso salir jugando, le regaló la pelota a un rival y abrió el camino para la goleada de Croacia en Rusia.

En otras ocasiones, un error en un Mundial puede pasar al olvido de una forma no deseada. En Italia 90, Nery Pumpido venía de comerse un gol tonto contra Camerún en el debut y en el segundo partido tuvo la desgracia de lesionarse al chocar con un compañero. La salida fortuita de Pumpido del equipo derivó en el ingreso de Sergio Goycochea, y ya todo el mundo conoce el final de la historia.

Aquel Mundial de los penales de Goyco también dejó para el recuerdo las grandes atajadas del excéntrico arquero colombiano de pelo largo, al que muchos descubrieron en la Copa de Italia: René Higuita, responsable de que Colombia avanzara a octavos de final, pero lamentablemente para él también fue, en buena medida, el culpable de la eliminación contra Camerún.

De esas jugadas en las que todo el mundo dice “...no, no… nooo… la va a perder…” y el arquero efectivamente la pierde, hay un montón. Es muy recordada la del Ruso Rodríguez, atajando para Independiente contra Boca en la Bombonera, aquella que terminó en gol de Calleri.

Algo parecido le pasó a Agustín Orión, con San Lorenzo, frente a la Liga de Quito por la Libertadores. El arquero del Ciclón se puso a hacer jueguito en el punto del penal, no pudo controlar la pelota y Bieler se la robó para empatar el partido. San Lorenzo no quedó afuera esa noche, aunque todo el mundo tiene la sensación de que sí.

Para los arqueros es tan delgada la línea entre el elogio y la crítica, que en una misma jugada pueden pasar de un estado al otro como quien da vuelta las páginas del diario. Algo así le ocurrió a Sebastián Saja en Racing. Resulta que el Chino estaba por superar un récord histórico de una gloria como Agustín Mario Cejas, hasta que se equivocó en una salida desde el fondo y le regaló el gol a Franco Cervi. Pero se lo regaló con moño y todo.

Más de un arquero pensará: si hay mocazo, por lo menos que sea golazo. Entre muchos ejemplos, dos emblemáticos podrían ser con sendos tiros desde mitad de la cancha. Uno el de Chilavert, mientras Burgos corría desesperado hacia atrás, sin saber dónde estaba el arco, y otro el de Palermo, que de cabeza aprovechó un mal rechazo de Montoya desde el fondo para meter uno de sus goles más increíbles.

Decir que un equipo se va al descenso por culpa de un arquero es una exageración, pero algunos tienen tanta mala suerte que un error los marca para todo el viaje. Juan Pablo Carrizo, por ejemplo, había tenido muy buenos partidos en el arco de River hasta el fatídico 2011, cuando quedó señalado por sus equivocaciones, fundamentalmente contra Boca y San Lorenzo, el día que además —para completarla— le hizo un desplante al Pato Fillol.

En la misma línea, algunos hinchas de Belgrano piensan que el descenso empezó la noche del error de Lucas Acosta contra Temperley. El Pirata jugaba de local, para entrar a la Sudamericana, frente a un rival que ya había perdido la categoría, pero Acosta no midió los riesgos de gambetear en el área y todo se fue al tacho.

Otros Piratas creen que el quiebre definitivo del club se produjo el día del macanón de César Rigamonti contra Banfield. La escena tuvo de todo: un arquero ingenuo, un Cvitanich muy vivo, un árbitro cómplice y, como no podía ser de otra manera, terminó siendo un meme viral.

Un apartado en la historia podría ser el de los arqueros que quieren convertirse en héroes y la terminan pifiando. Lo sufrió el bueno de Javier Sodero en el Belgrano del 91, un equipazo que peleaba el ascenso y a dos fechas del final empataba contra Italiano en Alberdi. Penal para el Pirata, ninguno de los designados quiso patear, y allá fue el arquero, Sodero. Le salió un tirito que su colega tapó con el pie, sin demasiado esfuerzo. Después el Celeste ascendería y aquella ejecución de Javier Sodero pasaría a ser una anécdota casi graciosa.

Muchas veces, los genios hacen genialidades porque no le tienen miedo al ridículo, pero cada tanto se equivocan. Como todos. Genio y loco, como pocos, Hugo Orlando Gatti hacía cosas espectaculares, arriesgaba, a veces más de la cuenta y terminaba mandándose alguna que otra macana, la última que hizo pasó a la historia como el día que Pastoriza lo retiró. Fue el 11 de septiembre de 1988 contra Deportivo Armenio en la Bombonera. Del resto se acuerda todo el mundo.

Hace siglos, un autor desconocido, dijo: “errar es humano, pero perseverar en el error es diabólico”. Amadeo Carrizo, quizás sin saberlo, adaptó la frase para los arqueros: “Te van a hacer 200 goles tontos, pero tratá de que no sean todos en el mismo partido”.

Informe de Mauricio Cóccolo.

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