Desde el fondo del mar

Hace unos días, me senté frente a mi pantalla, como miles de personas, con los ojos fijos en una transmisión que no podía soltarme. 

No era una serie de moda ni un evento deportivo, sino algo mucho más profundo, en todos los sentidos: más de 30 investigadores argentinos explorando el Cañón Submarino Mar del Plata, a 3.900 metros bajo la superficie del Atlántico Sur. 

Desde mi living, me sumergí en un mundo que, aunque está tan cerca, parece pertenecer a otro planeta.

Como periodista, he cubierto historias de todo tipo, pero esta tiene algo especial. La transmisión en vivo, que lleva días cautivando a una audiencia que ya supera los 32.000 espectadores, no es solo un espectáculo visual. 

Es una ventana a la ciencia en acción, un puente entre el fondo del mar y nuestras casas. Mientras observo las imágenes de paisajes submarinos que parecen sacados de una pintura surrealista, pienso en lo que estos investigadores están descubriendo. 

No solo registran animales nunca antes vistos o estudian la biodiversidad del Atlántico Sur; también enfrentan, cara a cara, el rastro que dejamos en el planeta. 

Basura marina, microplásticos que llegan hasta esas profundidades abisales… Es un recordatorio incómodo de que nuestro impacto no respeta fronteras, ni siquiera las del fondo del mar.