De un galpón al mundo
10/11/2025 | 14:38
Redacción Cadena 3
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De Justiniano Posse a 35 países: la fábrica argentina que le ganó a los chinos
En la Argentina del 2001, cuando las fábricas cerraban y la incertidumbre económica era total, en un pequeño galpón alquilado de Justiniano Posse, Córdoba, nacía Apolo, una empresa dedicada a la fabricación de balines para aire comprimido. Lo que comenzó con una máquina recuperada de un desarmadero y una valija llena de sueños, hoy es una industria exportadora que llega a 35 países en los cinco continentes.
“Fue una patriada”, resume Fabio Moriconi, su fundador: “Tenía tres trabajos, tres hijos chicos y un galponcito alquilado. Pero tenía una idea fija: Apolo en el mundo”.
En plena crisis, Fabio recorría los negocios de Córdoba y el sur de Santa Fe con una valija llena de muestras. Cuando se produjo la devaluación de 2003, tomó un colectivo a Buenos Aires y golpeó puertas de importadores que traían balines del exterior.
“Llevé mis muestras y les propuse fabricarles acá, con sus marcas. Así empezamos a sustituir importaciones y a abastecer el mercado nacional”, recuerda.
Su intuición no falló. En 2005, Apolo realizó su primera exportación a Chile, y desde entonces no paró.
En 2008, en plena crisis financiera global, Fabio volvió a apostar fuerte: viajó a Alemania a buscar tecnología de punta “sin plata”, como él mismo dice. “Pedí crédito a los alemanes y me lo dieron, porque nadie vendía”, cuenta entre risas. Esa inversión permitió dar un salto de calidad y abrir mercados en Sudamérica, Europa, Rusia, India y África.
Hoy, Apolo produce entre 50 y 55 millones de balines por mes y emplea a 40 personas en dos turnos de producción. Desde Justiniano Posse, la fábrica cordobesa abastece a marcas internacionales e incluso le fabrica a una empresa alemana con más de 200 años en el mercado.
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/Fin Código Embebido/Lo que parecía imposible, Apolo lo logró. “Desde México para abajo ya no hay balines chinos", afirma Fabio. "Hoy competimos con ellos no solo por precio, sino por calidad. Tenemos tecnología de punta y la materia prima acá, así que podemos ofrecer productos del nivel europeo a precios competitivos", remarcó.
Incluso recibieron ofertas de compra de empresas extranjeras, pero Fabio fue tajante: “La hicimos para que se quede, no para que se la lleven”.
Apolo creció a fuerza de convicción, orden y pasión, tres palabras que Fabio repite como un mantra. “En la Argentina sabemos que todo es cíclico. En las épocas buenas hay que prepararse para las olas que vienen. Si lográs pasarlas, llegás a la costa”, comenta.
Esa filosofía los mantiene firmes, incluso en tiempos difíciles. Y ahora, con la segunda generación ya incorporada —“mis dos hijas ya trabajan conmigo”—, Fabio asegura que habrá Apolo para rato.
Desde el interior del interior, una empresa argentina que nació en plena crisis y hoy compite con gigantes internacionales demuestra que se puede. Que aún en la adversidad, la Argentina posible existe.
Entrevista de Fernando Genesir
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