La Argentina, Hoy
11/11/2025 | 19:47
Redacción Cadena 3
En diálogo con Cadena 3, el Padre Mariano Oberlín repasa una historia marcada por el dolor, el acompañamiento y la convicción de que es posible transformar realidades aun cuando el panorama parece adverso.
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Hola Mariano, ¿cómo estás? En La Argentina, hoy queremos repasar tu trabajo de 15 años en Barrio Müller, donde empezaste como párroco y seguiste comprometido con una realidad muy dura vinculada al consumo y la violencia. ¿Cómo fue ese inicio?
Yo siempre le pedí al obispo un lugar humilde, porque soy de Barrio Comercial y siempre me sentí cercano a esa realidad. Pasé por Obispo Trejo, por Altagracia y por La Calera, donde viví experiencias muy lindas. Cuando me enviaron a Barrio Müller, no sabía bien dónde quedaba, pero al llegar vi un barrio parecido al mío y sentí que podía brindar un servicio más cercano.
Cuando llegaste, ¿imaginabas que ibas a trabajar tan de lleno con la problemática de la droga?
No, no iba con esa idea. Iba para lo que Dios y la comunidad necesitaran. Pero al mes de estar ahí, los primeros tres responsos que me tocaron fueron dos chicos que se suicidaron tras un episodio de consumo y una mujer asesinada. Todo vinculado a consumo y venta de droga. Entonces dijimos con la comunidad: intentemos hacer algo.
La fundación que liderás, Moviendo Montañas, dice mucho sobre la lucha. ¿Cómo surgió ese nombre?
No lo puse yo. Lo puso un ex seminarista que vivía en la parroquia. Al principio me sonaba grandilocuente, pero representa el intento de mover algo que parece imposible. Como el nombre de la parroquia, Crucifixión del Señor, refleja también la cantidad de personas que cargan cruces muy pesadas.
A quienes trabajan muchos años en una tarea siempre les pregunto: ¿cómo cambió la realidad en esos 15 años?
Al principio sentíamos que estábamos muy solos, haciendo lo que podíamos con nada. Con el tiempo se sumaron distintas instituciones del barrio y también el Estado. Empezamos a trabajar con Sedronar en 2014 y eso nos permitió activar cosas que antes eran imposibles. Luego se sumó la provincia y la municipalidad. Hoy incluso tenemos un convenio de mantenimiento de espacios verdes para que los chicos que terminan su proceso puedan hacer una experiencia laboral real.
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/Fin Código Embebido/Además de la problemática de adicciones, muchos chicos llegan con familias rotas o muy complicadas. ¿Cómo se aborda eso?
Sí, muchas veces no es solo sacar a los chicos de la droga. Hay familias muy presentes y preocupadas, que ayudan mucho. Pero también hay chicos sin ese apoyo. Intentamos acompañar procesos, enseñar lo que presupone sostener un trabajo formal, cumplir un horario, interpretar indicaciones. Cosas que muchos no pudieron aprender en su momento.
¿Quién acerca a los chicos a Moviendo Montañas?
Al principio nadie venía. Entonces un grupo de chicos iba a las esquinas más complicadas con una gaseosa, un pollo, una parrillita, y se quedaban ahí. Después de un tiempo los mismos chicos se acercaban. Más adelante empezaron a venir acompañados generalmente por mujeres: madres, hermanas, novias, vecinas. Ellas suelen ser las líderes positivas del barrio.
¿Y las mujeres con problemas de consumo? ¿Por qué cuesta que pidan ayuda?
Muchas veces no quieren dejar a sus hijos. Les decimos que pueden venir con ellos, pero no quieren que sus hijos se críen aquí. A los varones la sociedad les reconoce el esfuerzo de entrar a un tratamiento; a las mujeres se las juzga. Y en casos muy complejos necesitan vivir un tiempo en el espacio para salir del entorno. Otros hacen tratamiento ambulatorio.
Hoy mencionaste algo nuevo: hijos que piden ayuda para sus padres...
Sí. Una chica de 12 o 13 años me pidió ayuda porque su papá no quería cambiar y ella no aguantaba más. Eso antes no pasaba. Es esperanzador que un chico que vive en un entorno tan complicado pueda pensar desde otro lugar y pedir ayuda.
¿Cuántas personas trabajan hoy en la parroquia y en la fundación?
Entre la fundación, la parroquia y los proyectos, unas 60 personas. Y si sumamos los chicos que hacen experiencia laboral o voluntariado, unos 30 o 40 más. Y no somos los únicos: hay muchas parroquias, iglesias evangélicas, movimientos sociales, instituciones privadas, empresas que se acercan preocupadas por sus empleados. Hoy se trabaja desde muchos lugares.
¿Cómo cambió el barrio con las intervenciones urbanas recientes?
Mucho. Antes la costanera era un basural. Si vivís en un basural, sentís que sos basura. Hoy se puede transitar. Obras en distintas etapas y gobiernos cambiaron la fisonomía del barrio. No solucionan todos los problemas, pero ayudan a pensarse desde otro lugar.
Has tenido que enfrentar también a los líderes negativos, a los narcotraficantes. ¿Cómo manejan eso?
Nuestra opción siempre fue ayudar a los chicos, no enfrentarnos con los narcos. Si sospechan que los usás para sacar información, los perdés. Sólo nos metimos de lleno con denuncias cuando apareció el PACO, porque cruzaba todos los límites. Ahí recibimos amenazas. Luego, salvo ese caso, no denunciamos, aunque visibilizar la situación también trae riesgos.
En el barrio, ¿cómo se consume hoy?
Lo que venden tiene muy poca cocaína. La cortan con pastillas, talco, lo que sea. Los chicos, al no sentir efecto, agregan cosas peores, hasta veneno. A veces un 10% es cocaína y el resto cualquier otra cosa. La retrotraen, la hacen piedrita y la fuman como PACO o crack.
¿Cómo imaginás tu trabajo dentro de 15 años?
Me imagino haciendo otra cosa. Me gustaría que desaparezca el problema para que no haga falta la fundación. Mientras haya demanda, haremos lo que podamos. No queremos crecer por crecer, sino solo si hace falta. Mi sueño es que no haga falta lo que hacemos.
Lamentablemente el panorama mundial no es alentador...
Sí. Parece que el mundo no le encuentra la vuelta. En muchos países desarrollados se ve gente destruida por drogas como el fentanilo. Acá no lo he visto en el barrio, ojalá no llegue. Pero ya hay sustancias que hacen muchísimo daño. Me parece que el problema va más allá del narcotráfico. Es un vacío existencial, visible en personas pobres y en familias de alto nivel socioeconómico. El consumismo genera un vacío permanente que empuja a consumir cualquier cosa.
¿Cómo pueden ayudarte quienes quieran colaborar?
Mi Facebook personal es Mariano Oberlin, como mi nombre y también se pueden contactar a través de la cuenta de Moviendo Montañas. Las dos cuentas son de Facebook.
Ahora sí te tengo que pedir que me recomiendes un libro para la Biblioteca Virtual de la Argentina hoy...
Uno de los libros que más me impactó cuando lo leí, quizás sin tanta conciencia en ese momento, porque era adolescente, pero que me quedó impactado, es Cien Años de Soledad, que me parece que de alguna manera, entre muchos otros temas que trata, creo que habla de esto, de las cuestiones existenciales, y que está bueno como revisarlo. Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez.
Entrevista de Sergio Suppo.
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