El pensador Santiago Kovadloff, en la entrevista con Sergio Suppo.

Escenario político

Kovadloff: “El país eligió el riesgo de la incertidumbre de Milei al populismo”

25/11/2025 | 20:44

El filósofo dijo a Cadena 3 que las elecciones legislativas evidenciaron esa decisión de los argentinos. Planteó la necesidad de que el Presidente se abra al diálogo y de que surja una alternativa de centro en la oposición. 

Redacción Cadena 3

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Kovadloff: “El país eligió el riesgo de la incertidumbre de Milei al populismo”

¿Cómo ha vivido personalmente este año, políticamente tan intenso y cargado de emociones, marcado por el estilo fuerte, visceral y hasta violento del presidente Javier Milei, que termina con su acuerdo con Estados Unidos?

He vivido este año con la misma intensidad emocional que cualquier argentino atento a lo que sucede en el país. El centro de esa intensidad lo he encontrado en la transición que ha vivido nuestra democracia. Esta transición va desde el modo en que Raúl Alfonsín concibió la democracia en los años 80 —como un sistema que abre grandes posibilidades de organización y reorganización en un marco republicano—, hasta como la concibe el actual presidente Milei. El proceso de conflictos ha desembocado en el descrédito del sistema democrático republicano en boca del presidente, quien afirma que la política es el campo de la corrupción. La reconstrucción de la credibilidad ha pasado de la fe en el sistema a la fe en los individuos que ejercen el poder, un proceso muy marcado en Milei. Él reduce las posibilidades de redefinir el sistema a sus convicciones, mientras que Alfonsín concebía al sistema como algo constituido que había que reactivar. Milei lo concibe como algo que hay que reconstruir de un modo en el cual el Estado desaparecería como instancia reguladora del poder y de la acción política. Hemos pasado por experiencias donde el temperamento de los líderes políticos está en el centro de la expectativa social y la incertidumbre. Se han dado transformaciones extraordinarias, como la reducción de la inflación, la reactivación del proceso judicial —con la justicia procediendo eficazmente, por ejemplo, en el juicio y encarcelamiento de la expresidenta— y el retroceso del kirchnerismo. Esto nos coloca ante la pregunta fundamental: ¿Cuál es el porvenir del sistema republicano en las manos de La Libertad Avanza?

¿El presidente Milei refleja el contexto y las ideas del momento o se adelanta a ellos liderando algo que está por ocurrir?

Me inclinaría por una hipótesis salomónica: ambos hechos son representativos en su figura. Él es un hombre de nuestro tiempo que en Argentina diagnostica plenamente las disfuncionalidades que un modo de concebir la democracia le ha acarreado al país. No es una figura aislada; me parece representativa de un marco y un escenario mundial, ya que representa acabadamente esta concentración del poder político en una figura de liderazgo con perfiles caudillescos. Por otro lado, sí creo que es un innovador para bien y para mal. Es positivo en lo que tiene de denuncia de las corrupciones sufridas por el país. Sin embargo, lo veo como una figura demasiado autorreferente como para poder creer que el sistema político se fortalezca en un momento en el cual ni siquiera la oposición tiene figuras estelares protagónicas para evidenciar la posibilidad de que el sistema se reconstruya en ese cambio necesario entre oposición y oficialismo.

Considerando que el apoyo de Estados Unidos fue crucial para la estabilidad económica al final de la primera mitad del mandato de Milei y que la decisión electoral privilegió la continuidad de su modelo frente al retorno del populismo kirchnerista, ¿cómo cree que se proyecta este escenario en la segunda etapa de su presidencia?

Es una muy buena caracterización. Hay dos evidencias: el apoyo de Estados Unidos fue vital, ya que no sé si el proyecto económico de Milei hubiera podido prosperar sin él, lo que indica un déficit en la eficacia del gobierno. En términos sociales, hay un perfil muy nítido de la inclinación mayoritaria del electorado. Como argentinos, pareciéramos más propensos a correr los riesgos de la incertidumbre generada por Milei, que a correr los riesgos del retorno a la certeza del populismo kirchnerista. La opción ha sido clara e innovadora, saliendo de un circuito de previsibilidades monótonas para ingresar a un terreno donde la incertidumbre acompaña la propensión electoral a facilitarle esta segunda etapa. No obstante, el sistema demanda dos cosas por parte de la gente: por un lado, la apertura de Javier Milei al diálogo con las figuras opositoras, es decir, a reducir el concepto de "casta" a sus dimensiones más reales. En segundo lugar, demanda una oposición que tiene que empeñarse en ganar un perfil protagónico en un momento en el cual está totalmente disminuida, lo que incluye no solo al peronismo disperso, sino también a las fuerzas de centro que han caído en la irrelevancia más profunda, como el radicalismo y, en buena medida, el PRO. Es muy importante que si la actitud de Milei es buscar el diálogo y no solo la absorción del adversario, esa oposición no demore excesivamente en presentar alternativas de pensamiento en un escenario donde la pobreza de ideas sigue siendo muy profunda.

Dada la tendencia electoral a polarizarse y la absorción o irrelevancia de las fuerzas de centro, ¿considera indispensable o posible la aparición de una fuerza política intermedia entre el peronismo kirchnerista y La Libertad Avanza, incluso después del resultado electoral de octubre?

Creo que es indispensable que la haya. Como ciudadano, tengo la necesidad de que esa fuerza exista. La pregunta en torno al eventual protagonismo de una fuerza de centro subsiste y me parece que es parte también de la demanda del electorado. No solo se lo votó a Milei como alternativa necesaria frente al retorno al pasado, sino que en ese voto hay una demanda, un pedido, una exigencia: por ejemplo, la de abandonar el lenguaje cloacal, dirigirse a la ciudadanía en términos de menor violencia y descalificación, e integrarse a las necesidades republicanas. El sistema político argentino, así como necesita renovarse, no debe abandonar los ideales republicanos ni la idea de un Estado que, aun achicándose, tiene funciones fundamentales en el sostenimiento de los ideales republicanos y democráticos. Los indicios de la constitución de esa fuerza son por ahora muy tenues. Los veo, curiosamente, en los pronunciamientos del radicalismo alternativo, no el que está dirigido por [Martín] Lousteau, sino allí donde está Mario Negri, [Alfredo] Sanz, o Jesús Rodríguez. Allí advierto la necesidad de una reconstrucción que pone de manifiesto la presencia de personalidades variadas y ricas. En el lado del PRO, se han diluido las figuras, o bien absorbidas por Milei, o bien porque no han alcanzado a proyectarse, más allá de Mauricio Macri. Es fundamental que esa fuerza de centro alternativo matice el modo como Javier Milei concibe la reconstrucción de la democracia argentina.

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Más allá del fenómeno de Javier Milei, ¿existe en Argentina una mayoría contundente y definida a favor de las formas liberales de relacionamiento político y del capitalismo económico que pueda establecer un rumbo claro y duradero para el país?

Todavía no hay una mayoría contundente que ponga de manifiesto esa orientación. En Argentina, las demandas, aun con cierta consistencia democrática como la que evidenció la última elección, son muy coyunturales y están sujetas a variables en las que el miedo y el temor siguen jugando un papel mucho más decisivo que la convicción propiamente dicha en el orden republicano y liberal. Lo prueban los resultados de las elecciones: aquí no se gana por cifras contundentes, sino por pequeñas mayorías que evidencian la potencia del adversario también. No descarto el papel que puede jugar la constitución de esas fuerzas de centro en el afianzamiento de una orientación más acabadamente republicana y liberal. A la larga podría ocurrir, pero depende del papel político que esas fuerzas puedan jugar. Sin ellas, no veo que la opinión pública se guíe primordialmente por un pensamiento político, sino por una emocionalidad política, como el temor, el miedo y la necesidad de un cambio.

¿Cuál es el estado actual del debate intelectual en Argentina y cuál es la participación de los intelectuales en la conversación pública y el diálogo con los dirigentes políticos en este nuevo tiempo?

Si exceptuamos la tarea que desempeñan muchos politólogos argentinos, el debate propiamente dicho no está alentado. Esto sucede porque la política en este momento no se rige primordialmente por grandes categorías o conceptos intelectualmente sólidos e importantes. Se debate mucho más la coyuntura que los problemas de estructura en el campo de las ideas. Recuerdo los años del alfonsinismo donde el debate era muy rico y había necesidad de entender mejor lo que pasaba mediante un intercambio. Hoy tenemos pluralidad de opiniones, pero falta intercambio. Esto no puede darse debidamente sin la presencia de fuerzas políticas mejor perfiladas. Si los partidos políticos recuperaran algún grado de protagonismo significativo, es probable que se pueda generar un debate intelectual. Se advierte la necesidad de que el peronismo no kirchnerista recupere transparencia conceptual, que el radicalismo haga lo mismo, y que el PRO luche contra su propia opacidad conceptual. Los partidos son los que pueden contribuir a generar opciones de debate.

Dado el contexto global de cierto desprecio por la institucionalización de las democracias, ¿considera que hay poco material intelectual propio para leer en Argentina, limitándose el debate a justificar o replicar modelos foráneos?

Hay poco para leer. Esto se advierte paradójicamente cuando uno lee la calidad del debate que tiene lugar fuera de la Argentina, por ejemplo, en Estados Unidos, donde la presidencia de Trump ha generado posicionamientos conceptualmente muy interesantes de confrontación, o en Europa, donde la crisis de la democracia occidental y la necesidad de que el continente recupere algún grado de protagonismo cultural están muy vivos. Nosotros estamos todavía muy sumidos en un escenario en el cual, al estar tan atrapados por la coyuntura, nos cuesta mucho el mediano y el largo plazo como para meditar estructuralmente lo que está pasando. Nos hacemos preguntas que tienen que ver mucho más con lo que sucederá mañana que con lo que implica este tembladeral en el que hoy se encuentra Occidente a raíz de fenómenos como la guerra de Gaza, el debate en torno a Ucrania, o el porvenir de la democracia norteamericana. Todavía estamos tratando de generar la solidez del escenario político que sucedería a la crisis vivida por estos 20 años de kirchnerismo.

Para finalizar, ¿qué libro recomendaría a los oyentes?

Recomendaría con muchísimo entusiasmo un libro de Edgar Morin, el pensador francés. La obra se titula "Para salir del siglo XX". En ese libro, Morin plantea cuáles son los mitos, los rasgos ideológicos, los juicios y prejuicios que le han dado un perfil al siglo XX y que, proyectados sobre el XXI, impiden descubrir la especificidad de los problemas que en este nuevo siglo tenemos que enfrentar.

Entre los desafíos contemporáneos a los que debemos atender con urgencia y profundidad está el del cambio climático, el concepto de progreso —que no puede quedar solo asociado a la resolución de problemas pendientes, sino a la generación de problemas inéditos— y el tema de la educación —que no puede estar apoyado unilateralmente en el desarrollo de la tecnología, sino en la índole de la subjetividad que se hará cargo de esa tecnología—. Temas como estos son los problemas del siglo XXI que en algún momento habrá que encarar.

Entrevista de Sergio Suppo.

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