Arzobispo cercano a Francisco reveló que prefirió "morir con las botas puestas"

“No rehuía las cosas difíciles”, aseguró este viernes el arzobispo Paul Gallagher, ministro de Asuntos Exteriores del Vaticano, en una entrevista con la BBC. 

Gallagher recuerda al Papa Francisco, fallecido el lunes a los 88 años tras una neumonía doble que lo tuvo cinco semanas hospitalizado, como un hombre que vivió y murió fiel a su misión: ser la voz de los sin voz.

“Era consciente de que la gran mayoría de las personas son impotentes y no tienen su destino en sus manos. Sintió que podía mejorar su situación”, afirmó el arzobispo. 

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Esa convicción lo llevó a ignorar los consejos de bajar el ritmo en sus últimos años. “Pensaba que habían pasado 66 o 67 años desde que se tomó unas vacaciones”, dijo Gallagher, destacando la incansable energía de un Pontífice que prefirió “morir con las botas puestas”.

Un Papa que rompió moldes

Educado, gentil, pero obstinadamente fiel a sus principios, Francisco desafió a menudo las recomendaciones de sus asesores. Gallagher recordó con una sonrisa un episodio en 2015, cuando el Papa insistió en visitar la República Centroafricana pese a las advertencias de peligro. “Dijo: ‘Me voy, y si nadie quiere venir, iré solo’. Nos avergonzó a todos”, confesó. Francisco viajó, como siempre, decidido a llevar su mensaje de esperanza a los más necesitados.

Su primer viaje fuera de Roma, a la isla de Lampedusa en 2013, marcó el tono de su pontificado: estar con los migrantes, los marginados, las víctimas de conflictos. Visitó más de 60 países, a menudo contra el criterio del Vaticano, y se reunió con personas que otros líderes habrían evitado. “Siempre estaba dispuesto a sorprendernos”, afirmó.

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La voz de los olvidados

El Papa sentía el sufrimiento de los migrantes, las mujeres y los niños atrapados en guerras “de una manera muy real”, según Gallagher. Les recordaba a los funcionarios vaticanos que los migrantes no eran “números”, sino seres humanos. 

En eventos formales con políticos, a veces se le veía cabeceando de sueño o con una expresión de hastío. “Prefería estar con gente común, especialmente jóvenes”, admitió Gallagher.

Su accesibilidad rompió barreras entre la Iglesia y el mundo. “Era muy normal, le gustaba contar anécdotas”, recuerda Gallagher, quien reveló las últimas palabras que el Papa le dijo hace dos semanas: “No pierdas el sentido del humor”.