Triple Frontera: Paraguay, Brasil y Argentina.
El Puente Internacional de la Amistad, une Paraguay con Brasil.
El Puente Internacional Tancredo Neves, une Brasil con Argentina.

Inseguridad en Argentina

El triángulo más caliente de América Latina

17/04/2023 | 08:42

El contrabando de cigarrillos y electrodomésticos le aseguró la ruta al tráfico de armas y de drogas en la Triple Frontera, donde conviven grupos narcocriminales de Brasil y organizaciones terroristas de Irán.

Redacción Cadena 3

Juan Federico

Las jurisdicciones quedan en puntos suspensivos. Para pasar de la ciudad misionera de Puerto Iguazú, en el extremo nordeste de la Argentina, hacia la brasileña Foz do Iguazú sólo es necesario traspasar el puente Tancredo Neves, también conocido como Puente Internacional de la Fraternidad, sobre el río Iguazú. Se puede hacer en un ómnibus de línea común con el único requisito para los argentinos de detenerse 30 segundos en la Aduana, pasar el DNI por un escáner y continuar. Nadie revisará absolutamente nada.

Para pasar de la ciudad brasileña de Foz do Iguazú hacia la paraguaya Ciudad del Este, basta con caminar o acelerar por el puente de la Amistad, que pasa por encima del río Paraná. Allí, directamente ya ni siquiera se simula la formalidad de los controles.

Menos de 30 kilómetros separan a Puerto Iguazú de Ciudad del Este, pasando por Foz do Iguazú. Argentina, Paraguay y Brasil unidos por la Triple Frontera, la frontera más caliente de América latina.

Más de medio millón de personas (40 mil en Puerto Iguazú, 260 mil en Foz do Iguazú y 300 en Ciudad del Este) le dan un pulso cotidiano en el que todo parece mezclarse.

Se estima que sólo por día, unos 15.000 vehículos y más de 40 mil personas transitan los pasos fronterizos entre los tres países.

Sólo un dato: a diario, pueden ser hasta miles los vehículos paraguayos y brasileños que llegan a Puerto Iguazú sólo para llenar el tanque de combustible y cargar el baúl con carne y vinos. Argentina se ha convertido en la economía más accesible entre los tres vecinos.

La maravilla natural de las Cataratas, de un lado y del otro entre Argentina y Brasil, es un destino que atrae a turistas de todos los rincones del mundo. La confluencia de idiomas en cualquier terminal de ómnibus y en los aeropuertos es sólo una muestra gratuita de un fenómeno que trasciende la selfie.

Junto a los turistas se mimetizan los mercaderes del delito. La triple frontera muestra un fabuloso desarrollo inmobiliario tanto en Paraguay como en Brasil, mientras que del lado argentino sólo se destacan los emprendimientos hoteleros. Puerto Iguazú asoma en esta confluencia múltiple como la puerta de entrada al país de aquello que no se puede declarar.

Desde hace décadas, Ciudad del Este está considerada la meca del contrabando. El mercado de cigarrillos ilegales es fenomenal. Junto a esto, se desarrolló toda una industria de la falsificación, en su mayoría en el rubro textil. Ropa de marca trucha es comercializada al lado de los shoppings que venden las prendas de primera categoría. Allí, todo se hace a la vista.

También operan de esta manera los grupos parapoliciales. Verdaderos ejércitos privados que custodia con gruesas armas el millonario flujo de dinero que se mueve a diario alrededor de toda esta feria a cielo abierto.

Es en este marco de una cultura de la ilegalidad en la que hace ya bastante tiempo se insertaron los grandes grupos criminales del subcontinente. El Primer Comando Capital (PCC), una de las mayores bandas narcocriminales de Brasil tiene arraigo en la Triple Frontera. Incluso, hay informes de inteligencia internacional que vinculan a este grupo con la organización terrorista iraní Hezbollah, también con gruesas raíces en esta frontera caliente. Nada es casualidad.

Contrabando, terrorismo, y tráfico de drogas, armas y personas. Todo parte de una misma génesis y suele multiplicarse allí donde las condiciones estructurales lo hacen posible. Y si hay un lugar permeable al delito, ese es justamente la Triple Frontera.

En 2017, el PCC ejecutó uno de los golpes criminales más impresionantes de América latina. Entre 50 y 60 delincuentes con armas automáticas y explosivos, coparon la base de la empresa española Prosegur –dedicada a la custodia de caudales- en Ciudad del Este y robaron más de 11 millones de dólares.

El despliegue fue alevoso: los ladrones rodearon con francotiradores toda la sede de la empresa y detonaron más de 15 vehículos-bomba por la ciudad, con el objetivo de asegurar el perímetro y distraer a las fueras de seguridad. Hubo cuatro muertos. Ya con el botín, los delincuentes cruzaron el río Paraná en botes y se refugiaron en Brasil.

Los informes de inteligencia indican que Hezbollah le vende armas a los brasileros, mientras que estos les aseguran la protección necesaria para que los terroristas tengan una base segura en el mapa de Latinoamérica.

Hace menos de un año, el 10 de mayo último, el fiscal paraguayo Marcelo Pecci fue asesinado por sicarios colombianos que llegaron en motos de agua hasta las playas Barú, cerca de Cartagena, donde el funcionario judicial estaba disfrutando junto a su esposa de la luna de miel, y lo ejecutaron a balazos.

Pecci era fiscal especializado contra el Crimen Organizado, Narcotráfico, Lavado de Dinero y Financiamiento del Terrorismo. Llevaba adelante diferentes investigaciones contra la mafia, el narcotráfico y el lavado de dinero en Paraguay, entre ellas una contra el Primer Comando de la Capital de Brasil, en la que también se comenzaban a asomar vinculaciones con lavadores de dinero libaneses de la Triple Frontera.

Toda esta delincuencia organizada, en la que también participan grupos paraguayos y otras bandas organizadas de Brasil, además de una potente banda narco liderada por un uruguayo buscado en todo el mundo, penetra en Argentina a través de las fronteras descontroladas, tanto las oficiales como los cientos de puntos clandestinos por los que asoman barcazas repletas: desde electrodomésticos y cigarrillos de contrabando, hasta armas, marihuana y cocaína.

En el medio, miles de turistas de los diversos rincones del planeta pasean durante el año, sacando fotos de las cataratas, asombrándose por la selva misionera y frotándose las manos en los shoppings de Brasil y Paraguay, además de los casinos de Puerto Iguazú, pero ajenos a toda una dinámica delictiva que está al acecho, pero que todavía se cuida de guardar ciertas formas. Debajo del encanto natural y el brillo del mármol comercial, se esconde un río violento y multimillonario.

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