El amor a las escondidas (Foto ilustrativa)

Una historia de amor

Amor y discapacidad: infantilización, miedos y secretos

14/02/2023 | 13:00

"A las escondidas" es un cuento de Viviana Bálsamo, psicóloga, escritora y activista por los derechos de las personas con discapacidad, donde invita a reflexionar sobre el romance en este contexto.

Redacción Cadena 3


A las escondidas

Por Viviana Bálsamo

Cuando conocí a Lucho mi vida cambió de repente. Él tenía 14 y yo 12. En los recreos jugábamos a espiarnos. Él me clavaba sus ojos y yo me hacía la distraída. Cuando dejaba de sentir el fuego, tímidamente, lo miraba también.

Un año nos pasamos así a las escondidas con la mirada. Casi desnudos hasta que una sonrisa nos volvía a tapar. Pero claro, nunca estábamos solos en el patio de la escuela.

El último día de clases, tomé coraje y lo invité a mi cumpleaños. Me respondió que sí, que iría y que me llevaría un regalo. Recuerdo que la noche antes no pegué un ojo imaginando cómo sería el encuentro con Lucho.

Pensaba qué vestido me pondría, cómo sería tenerlo tan cerca, darle un beso y hablar con él. Había escuchado su voz de lejos, como al pasar, y que ahora me hablara a mí… ¡Eso no había sucedido nunca!

Y llegó el día de mi cumpleaños… Sonó el timbre. Lucho, con un regalo en la mano, parado en la puerta. Desde la ventana lo miraba, caminaba de un lado a otro, no podía quedarme quieta. Su peinado con gel hacia atrás y esos jeans gastados le quedaban divinos. Yo tenía una camisa escotada con flores, que mamá no quería que me pusiera.

“Lo vas a provocar mucho, Pía”, me dijo. 

Justamente, lo que yo quería era impactarlo. Que se quedara pensando en mí después del cumple. Quería ser su novia, aunque papá me dijera que ya tendría tiempo para eso, que aún era una niña.

“¿Y a qué edad puedo tener novio?”.

“Después de los 17”.

Hice el cálculo y faltaban cuatro años para los 17. Un montón. Lola, mi vecina, tenía 15 y ya se había besado con tres. Cuando le conté, ella, muerta de risa, me dijo:

“Pero, Pía, no les des bola a tus viejos, vos ya sos una mujer”.

Las palabra “mujer” quedó dando vueltas mucho tiempo en mi cabeza. Me encantaba que Lola me viera así. Decía que mis ojos achinados me hacían sexy. Cuando nos maquillábamos, nos poníamos un par de medias y simulábamos tener pechos, nos escondíamos en su pieza para besar dos posters de chayanne que tenía pegados a la pared.

A papá no le gustaba mucho que me juntara con Lola. Decía que éramos diferentes, que ella era más grande y tenía otra vida que yo nunca iba tener.

Un día que había vuelto tarde de la casa de Lola, le escuché a papá decir:

“No quiero que se junte más con esa chica. Es una mala influencia para Pía...”

Pero por suerte él trabajaba mucho y mamá me dejaba ir a escondidas. Nos divertíamos mucho juntas. Y ese año, finalmente, me puse de novia con Lucho. El día en que nos besamos detrás del árbol casi muero de los nervios. Laura, una acompañante que estaba conmigo en la escuela los martes y jueves, me hizo campana y fue la única testigo. Nos volvimos juntas ese día, yo estaba emocionada por contarle a Lola.

Aquel fue mi primer secreto con mis padres. Por más que hablara mucho con mi mamá, no le conté la historia de mi primer beso. Recuerdo que ese día volví a casa la ayudé con las compras y le pedí que me deje cocinar sola, ella tenía miedo que me queme con el fuego de la hornalla pero ese día me dejó. Me sentí mujer, y entendí lo que me había dicho Lola. Le pregunté a mamá cuando se había sentido por primera vez mujer, y no supo qué responderme, cambió rápido de tema.

Con el tiempo esa pregunta me siguió dando vueltas y vueltas por la cabeza. Con Lucho rompimos al poco tiempo, pero me di cuenta de que el amor que sentí por él me hizo sentir importante, más grande, y, sobre todo, que me había dado fuerzas para luchar por lo que quería.

Mi madre algo sospechó, porque luego de romper con Lucho estuve un tiempo triste y le conté, pero no le dije lo del beso.

"Y yo quería evitar que sufras … Al final, vos pudiste sola con todo eso y yo ni me enteré." - Me dijo casi llorando, me abrazó y me dio un buen consejo.

Mi padre nunca se enteró de nada…. Y bueno con el tiempo aprendí que por más trabas que aparezcan en mi camino, siempre podría hacer trampa y jugar a las escondidas.

Sobre la autora: Psicóloga. Escritora y activista por los derechos de las personas con discapacidad.

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