Diciembre y materias pendientes: las claves de Liliana González para familias

Como cada diciembre, la llegada de las mesas de examen y los recuperatorios vuelve a encender las alarmas en muchas familias. En su columna Educar entre todos, la psicopedagoga Liliana González analizó este fenómeno y cuestionó la idea de que las materias adeudadas sean “sorpresas de último momento”. Para González, lo que ocurre en noviembre “es el resultado de un proceso que llevó todo el año y, a veces, de mucho antes”.

La especialista compartió una radiografía del escenario que se repite en consultorios, escuelas y hogares: estudiantes que no logran aprobar, padres angustiados y docentes que advierten problemas que se arrastran desde la primaria. “Lo primero es no paralizarse ni enojarse —sostuvo—. Hay que entender qué pasó en el camino y qué responsabilidad tuvo cada uno”.

¿Dificultades reales o falta de deseo? El punto de partida que nadie quiere mirar

Uno de los ejes que más enfatizó González fue la necesidad de distinguir entre dos causas muy diferentes: dificultades específicas de aprendizaje o ausencia de deseo por aprender.

“Si el problema es el deseo, no lo van a resolver ni las amenazas ni las penitencias. El deseo nace de adentro; forzarlo desde afuera solo rompe vínculos”, explicó. En cambio, si se trata de dificultades reales —como dislexia, discalculia o problemas de comprensión— es indispensable un diagnóstico adecuado. “Hay chicos que arrastran una problemática desde tercer grado y nadie la vio o nadie la atendió como correspondía”.

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González advirtió que, en muchos casos, los problemas se “tapan” con ayuda excesiva de madres, maestras particulares o incluso profesionales que no abordaron la dificultad de raíz.

El nuevo escenario: materias enteras o “temas sueltos”

La psicopedagoga señaló una tendencia reciente en escuelas secundarias: estudiantes que ya no solo adeudan materias completas, sino “temas específicos”. “Tengo chicos que me dicen: ‘Me llevé un tema de historia, dos de lengua y biología entera’. Es una nueva modalidad que también requiere análisis”, contó.

Para González, más allá del formato, el punto central es el mismo: comprender qué originó la dificultad y cómo intervenir de manera efectiva.

Lo que los chicos no dicen: las preguntas que deberían hacerse

González propuso una serie de preguntas que, según ella, todo adolescente con materias pendientes debería reflexionar con ayuda profesional, no en soledad ni en medio de discusiones familiares. Entre ellas:

• “¿Estoy buscando fracasar?”

• “¿Qué gano siendo ignorante?”

• “¿Cuándo voy a ser protagonista de mi vida?”

• “¿Estoy eligiendo ser mediocre?”

• “¿Estoy castigando a mis padres con mi desinterés?”

Estas preguntas, afirmó, permiten abrir camino a un análisis más profundo del deseo, los miedos, la identidad y la relación con los adultos.

El rol de los padres: menos castigo, más escucha

González fue contundente al rechazar los castigos tradicionales como dejar a un hijo sin vacaciones. “Si la familia viaja, llévenlo igual. Diez días no cambian nada. Lo que sí puede cambiar las cosas es reconectarse como padres e hijos”, planteó.

Según la especialista, las sanciones solo generan resentimiento: “El chico no va a estudiar más por quedarse en casa. Va a llenarse de bronca contra la escuela, contra la abuela, contra el hermano que está en la playa y, sobre todo, contra los padres”.

En cambio, recomendó abrir el diálogo, pedir ayuda profesional cuando sea necesario y considerar incluso un cambio de escuela si el entorno actual no potencia las capacidades del estudiante.

“Tenemos que convencernos de algo: ningún chico quiere ser un fracasado”, dijo González. “Si llega con una mala nota, sufre. Si el docente le dice que es el único con un uno, sufre. Nadie desea vivir así. Por eso, más que retar, necesitamos comprender qué está pasando”.

La columna cerró con una invitación a que madres y padres compartan sus experiencias y dudas, reforzando la idea central de González: la educación es un camino que se transita entre todos.