Continúan las peleas internas en la cima del poder

La política argentina se encuentra en un momento de tensiones internas que no sorprenden a nadie. Estas disputas son inevitables, no solo en el ámbito gubernamental, sino también en clubes de fútbol y consorcios de edificios.

Una de las figuras que resalta en este escenario es Karina Milei, quien se fortalece tras el resultado electoral del 26 de octubre. Su influencia se vuelve indiscutible, lo que marca un cambio en la dinámica del poder. Sin embargo, las incorporaciones al gobierno, como la de Diego Santilli, no parecen reflejar la apertura que se esperaba.

A pesar de la llegada de Santilli, el Gobierno enfrenta limitaciones significativas. La política se mueve en torno a los presupuestos, y el que tiene más recursos tiende a tener más poder. Esta lógica se traduce en la disputa por ministerios con más secretarías, donde los políticos sienten que su influencia aumenta con el tamaño de su cartera.

La reciente reestructuración del gabinete ha llevado a que Santilli pierda el control de áreas clave como Migraciones y el RENAPER. Estas decisiones parecen responder a una lógica de control sobre el presupuesto nacional más que a un verdadero deseo de mejorar la administración pública.

La pelea por las "cajas", como se conoce en el argot político, continúa siendo el eje central de la disputa. A pesar de que algunos actores buscan mejorar la calidad en la administración del Estado, la realidad muestra que muchas veces se prioriza el control del dinero disponible.

La política argentina se asemeja a una lucha constante por recursos, donde la coordinación entre diferentes organismos es necesaria, pero la ambición por el presupuesto predomina. En este contexto, es fundamental reflexionar sobre cómo estas dinámicas afectan la gestión pública y la calidad de vida de los ciudadanos.