Las sorprendentes similitudes entre Javier Milei y Alejandro Romay

Siempre me fascinó cómo la historia se repite con disfraces distintos, y la comparación que trazó Pablo Sirvén entre Alejandro Romay y Javier Milei me dejó boquiabierto por su precisión quirúrgica. En primera persona, confieso: veo en ellos dos versiones de un mismo arquetipo histriónico, ambicioso y desmesurado que Argentina parece adorar y temer al mismo tiempo.

Romay, ese titán de la televisión que en 1984 recuperó Canal 9 -el único privado en un mar estatal- y se dio un picnic inolvidable: se llevó a Susana Giménez, a Héctor Larrea, a Olmedo, a “Triunfar” sin pedir permiso ni agradecer. Milei hace exactamente lo mismo con el PRO: birla a Bullrich, a Petri, a Toto Caputo y ahora a Santilli, como quien arma un dream team sin mirar el precio. No consulta, no negocia; toma y punto. 

/Inicio Código Embebido/

Es el mismo instinto depredador envuelto en retórica de libertad. Porque la palabra “libertad” los une como un mantra. Canal 9 Libertad, con su palomita blanca; La Libertad Avanza, con su águila descendente. Dos aves, dos símbolos, misma obsesión por el vuelo propio. Y la grandilocuencia: Romay se autoproclamaba “el primero” y hasta inventaba medidoras de rating cuando IBOPE no le daba la razón; Milei habla del “ajuste más grande de la humanidad” y del “mejor gobierno de la historia”. Hiperbólicos, bíblicos, judíos en su imaginario de pueblo elegido.

Ambos son comunicadores natos, polemistas que convierten cualquier escenario en show. Romay monopolizaba los Martín Fierro con discursos de media hora; Milei subía a los paneles como rockstar y hoy preside la nación desde un escenario permanente. La diferencia -gracias a Dios- es cronológica: Romay lo hizo hace medio siglo y nunca llegó a la Casa Rosada. Milei, en cambio, sí. Y ahí radica el escalofrío.

El pelo, por supuesto, es el detalle cómico que corona la analogía. Romay terminó con su “quincho salvador”; Milei, según dicen, tira y duele porque es suyo. Pero más allá de la melena, lo que une a estos dos leones es la creencia absoluta en su propia leyenda. Son espejos deformantes de una Argentina que premia al que grita más fuerte, al que se lleva todo sin pedir perdón.

Lo digo con humor, pero lo siento con un nudo: ¿es casualidad o destino que nuestro país siempre termine fascinándose con el showman que promete redención a grito pelado? Romay fue nuestro rey Midas de la TV; Milei podría serlo de la política. La diferencia es que uno se quedó en la pantalla y el otro gobierna la realidad. Demasiadas coincidencias.