Día 12: tormenta de fuego, por Marcos Calligaris.

Guerra en Europa

Apuntes de viaje - Día 12: tormenta de fuego

11/03/2022 | 10:07 |  

Marcos Calligaris

Me produce cierto desconcierto caminar por una ciudad tan prolija y moderna, y pensar que alguna vez fue blanco de uno de los bombardeos más devastadores de la historia.

En febrero de 1945, Dresde fue atacada por el Reino Unido y Estados Unidos, cuando la Alemania nazi ya estaba prácticamente rendida en la Segunda Guerra Mundial.

Aún se debate el motivo del ataque, dado que la ciudad no era un punto estratégico clave. Lo cierto es que las miles de toneladas de bombas que llovieron del cielo formaron lo que se conoce como tormenta de fuego, que en pocas horas arrasó con todo a su paso.

Diversos historiadores estiman que en dos días murieron cerca de 40.000 personas. Una masacre.

Cicatrices de ese ataque saltan a la vista al poner un pie en la estación de tren, que cautiva con su imponencia y un estilo que remite al Reichstag de Berlín. La Dresden Hauptbahnhof data de 1892, y tras ser parcialmente destruida por los ataques aliados, fue restaurada en 2006.

El resto de la ciudad tiene una historia similar. Algunos edificios emblemáticos pudieron ser reconstruidos con los aportes del Plan Marshall; el resto son edificaciones de posguerra.

Me bajé del tren y tras dejar las cosas en un hotel, caminé hasta la iglesia luterana Frauenkirche, que también fue restaurada prácticamente desde los cimientos. En el ingreso, dos pantallas led proyectan un salmo de Lucas con la bandera ucraniana de fondo.

Desde allí puedo observar otro gran estandarte de Ucrania colgando de un balcón, con una inscripción que reza "We stand with Ukraine" (Estamos con Ucrania), y unos metros más allá, el símbolo de la paz formado con luces amarillas y azules en distintas ventanas de un hotel.

Me topo en ese lugar con un pequeño grupo de refugiados ucranianos. Una de ellas es Sasha, una joven de Járkov, que llegó hace una semana con su madre y se instaló en una casa de familia de voluntarios locales.

Tras contarme su periplo hasta Alemania, que incluyó una noche durmiendo en una estación de servicio de Eslovaquia, Sasha me muestra un video con las ruinas de un barrio de su ciudad tras los bombardeos rusos.

- Parece Dresde en la Segunda Guerra Mundial, le digo.

- Parece Járkov en la Segunda Guerra Mundial, pero atacada por los que entonces nos defendían, me corrige.

Resulta que tres años antes del ataque a Dresde, los alemanes bombardearon Járkov en su intento por conquistar Moscú. Los soviéticos trataron en vano de defenderla y cayeron prisioneros de las tropas de Hitler.

Esa es la doble tragedia de Járkov: haber sido devastada por los alemanes en 1942, y exactamente 80 años más tarde, por sus 'hermanos' rusos.

Y ya que hablamos de ironías del destino, cabe mencionar que Dresde fue la ciudad de Putin.

El joven Vladímir Vladímiroch era un agente de bajo rango de la KGB en 1985 cuando lo destinaron a la Alemania Oriental, ocupada por la Unión Soviética.

Con 33 años ocupó una modesta oficina en una casa de la calle Angelikastraße 4, hasta que en 1990 debió regresar a San Petersburgo tras la caída del muro de Berlín.

Fui al lugar. La casa está dividida en dos. En la primera puerta me recibió una mujer con un simpático "hallo!", pero pareció que estaba viendo al mismísimo demonio cuando le dije que era periodista ¡"Tür, Tür!, (¡puerta, puerta!) fue todo lo que atinó a decir, señalándome la salida.

En la segunda entrada no me fue mucho mejor. La actual propietaria de la casa me invitó a retirarme, pero con algunas pistas de lo que piensa. "Fue hace mucho tiempo, 33 años que Putin trabajó acá; ahora ha provocado una guerra, y no queremos que el odio hacia él llegue a esta casa", dijo en un inglés pausado.

Le pregunto si es posible entrar. "No quiero que la prensa hable sobre esta casa", me dice nerviosa a modo de despedida.

Tarde. Fue justamente por la prensa que me enteré dónde quedaba la casa.

Vecinos contaron que el 5 de diciembre de 1989, un mes después de la caída del muro, una turba de germanoorientales rodearon la casa y que el propio Putin se encargó de disuadir un posible ataque.

Esa misma noche, quien años más tarde llegaría a la presidencia del gigante euroasiático, quemó cientos de documentos en un horno que no daba abasto y que terminó reventando. Así lo contó él mismo en una entrevista concedida en el año 2000.

Vuelvo al centro de la ciudad y paro en un McDonald's a tomar un café, recargar baterías, aliento y temperatura.

Ahí conozco a Julius, un ciudadano ghanés que vive en la ciudad desde hace un año y medio. Llegó como refugiado y trabaja haciendo reparto a domicilio con una bicicleta.

Julius me cuenta que se suele decir que en el este de Alemania no son amigables con los desplazados, pero él puede dar fe de que no es así. "En general, en este país tratan bien a todos los refugiados'', asegura.

Lo que me cuenta el ghanés tiene asidero en las estadísticas oficiales.

De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Alemania es el mayor país de acogida de refugiados de Europa y se estima que aquí viven 1,2 millones de desplazados.

A ellos hay que sumar los más de 100.000 ucranianos que llegaron en solo dos semanas, y se estima que la cifra podría multiplicarse varias veces si la situación en el frente no mejora.

En Berlín ya reconocen que este es el mayor movimiento de personas al que se enfrenta Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Así lo sostuvo Katja Kipping, ministra de Asuntos Sociales de la administración regional, quien dejó una frase tan realista como preocupante. "Solo hemos visto la punta del iceberg".

Hacia Berlín vamos.

Te puede Interesar

Guerra en Europa

"Estoy hospedando a una mamá de 40, su hija Katya, que cumplió 21 el domingo y Dima, el hijo de 15. Son increíbles, muy fuertes y muy interesante su historia también", contó a Cadena 3.  

Guerra en Europa

El presidente ucraniano le reclamó a Alemania que apoye el ingreso de su país a la OTAN.

Otra mirada

Por Fernando Genesir.

Guerra en Europa

El enviado especial a la zona de la disputa entre Rusia y Ucrania, Marcos Calligaris, llegó Córdoba y relató sus experiencias al entrar en contacto con los refugiados. "Encontré mucha solidaridad", contó. Escuchá.