Abrapalabra
17/07/2025 | 17:24
Redacción Cadena 3
Julio Perotti
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Un voto negativo que marcó un quiebre político en Argentina
Muchos personajes aún están bajo los focos de los medios.
La situación es un reflejo de lo que pasa por estos días.
Y los términos que se usan están muy presentes, aún hoy.
Pero vayamos a la madrugada del 17 de julio de 2008, el Senado argentino vivía una sesión histórica que iba a culminar con un hecho definitorio para la política nacional.
Después de 17 horas de un debate intenso, la votación sobre el proyecto de ley de retenciones móviles, impulsado por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, resultó en un empate de 36 a 36.
La famosa resolución 125, redactada por el entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, hoy presidente del radicalismo, buscaba establecer un sistema de retenciones móviles a las exportaciones de soja, trigo y maíz.
Esto se daba en un contexto de altos precios internacionales, para aumentar los ingresos fiscales.
Sin embargo, la medida desató un conflicto de 129 días con el sector agropecuario, marcado por protestas, cortes de ruta y movilizaciones masivas lideradas por la Mesa de Enlace.
El desenlace recayó en el vicepresidente Julio Cobos, quien, como presidente del Senado, tuvo que desempatar.
En un clima de alta tensión, Cobos pronunció su célebre frase:
“Mi voto no es positivo, pido perdón si me equivoco”.
Con estas palabras, rechazó el proyecto oficialista, priorizando, según él, la paz social y la institucionalidad frente a un país polarizado.
Su decisión, tomada a las 4:25 de la madrugada, fue un golpe devastador para el kirchnerismo, que sufrió su primera gran derrota política desde 2003.
Cobos, un radical aliado al gobierno, justificó su voto como un acto de convicción, pero fue acusado de traición por el oficialismo.
Las consecuencias políticas fueron inmediatas y profundas.
Al día siguiente, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, anunció la derogación de la resolución 125 mediante un decreto que restablecía las retenciones al 35%.
Fernández renunció una semana después, en un gesto que reflejó la crisis interna del gobierno.
La relación entre Cristina Fernández y Cobos se fracturó irremediablemente, y se limitó apenas a una interacción meramente institucional hasta el fin de su mandato.
Cobos, por su parte, se consolidó como una figura polarizante: héroe para el sector agropecuario y la oposición, pero traidor para el kirchnerismo.
El voto de Cobos se convirtió en un símbolo del origen de la “grieta”, la polarización política que aún define a Argentina.
El conflicto evidenció una ruptura entre el gobierno y el interior productivo, profundizando la desconfianza hacia el kirchnerismo en sectores clave. Además, marcó un precedente sobre el rol del vicepresidente, generando debates sobre lealtad política e independencia institucional.
A 17 años de aquella noche, el episodio sigue siendo un punto de inflexión en la historia política argentina, recordado como un momento en que un solo voto reconfiguró el panorama nacional.
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