El Presupuesto, último objetivo político del año

El tratamiento del Presupuesto 2026 en el Senado expone mucho más que una discusión de números. Es, en esencia, una prueba política para un gobierno que tiene minoría propia y construir poder voto a voto en el Congreso.

La Libertad Avanza llega a la sesión con una base clara pero insuficiente: 20 senadores propios frente a los 37 necesarios para aprobar la ley con asistencia plena. El quórum, al menos, no fue un obstáculo. El desafío real está —como casi siempre— en la aritmética fina de las alianzas. Radicales, PRO, peronistas no alineados de Tucumán y Catamarca aparecen como los socios inevitables para destrabar la votación.

Del otro lado, Fuerza Patria —el kirchnerismo— conserva un núcleo duro de 28 senadores, aunque ya no es el bloque compacto de otros tiempos. La sangría hacia el oficialismo libertario, impensada hace apenas un año, es uno de los datos más reveladores de la nueva composición del Senado, surgida tras las elecciones del 26 de octubre. Allí, el oficialismo logró un resultado clave: se quedó con la mitad más uno de las bancas que estaban en juego, consolidando una base parlamentaria que no tenía al inicio de su gestión.

El objetivo del Gobierno es claro: aprobar el Presupuesto tal como llegó desde Diputados, aun con las limitaciones que impuso el rechazo de los artículos 12 y 30, vinculados a fondos para universidades y personas con discapacidad. El propio presidente Javier Milei amagó con el veto, pero terminó aceptando una verdad elemental: no se puede vetar lo que uno mismo envió, y mucho menos cuando el país lleva dos años sin presupuesto.

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En ese punto, la intervención política del ministro Luis Caputo resultó decisiva. Tener presupuesto no es solo una formalidad institucional; es una señal hacia los mercados y una herramienta mínima de previsibilidad para la gestión. El argumento es pragmático: los fondos que hoy no están podrán reencauzarse más adelante. Lo urgente es contar con la ley.

La incógnita es política. El kirchnerismo hará todo lo posible por bloquear la sesión. La pregunta central es si los votos reunidos por la nueva jefa política del Senado, Patricia Bullrich, resistirán la presión y llegarán intactos al momento de votar.

Si el Presupuesto se aprueba, el Gobierno cerrará el año legislativo con una victoria significativa. No solo porque logra su principal objetivo parlamentario, sino porque devuelve al Estado una herramienta básica de gestión. El presupuesto es, por definición, un plano. Una hoja de ruta. La Argentina ha demostrado demasiadas veces que intenta construir sin planos. Y los resultados están a la vista.

Los números, es cierto, son ambiciosos: crecimiento del 5%, exportaciones en alza, importaciones aún más altas y un dólar proyectado en $1.423 que ya quedó atrás de la realidad. Probablemente varias de esas metas no se cumplan. Pero incluso un plano imperfecto es mejor que la improvisación permanente.

La política, como la arquitectura, no garantiza éxitos, pero sí evita derrumbes innecesarios. Para el oficialismo, que el Presupuesto 2026 se convierta en ley sería algo más que una buena noticia: sería la confirmación de que aprendió a moverse en el terreno más áspero de todos, el del Congreso.