Bonafini, cara y cruz de un personaje insoslayable

La muerte no mejora a las personas. Tampoco las empeora. La muerte de Hebe de Bonafini detonó una ola de odios encontrados pocas veces vista.

Es difícil tomar distancia y mirar con alguna perspectiva esa expresión de sentimientos brutales y sin filtro descargados en las redes sociales. Para alabarla sin condiciones y para atacarla sin miramientos.

Bonafini exacerbó estas pasiones que hoy la despiden, al final de su ciclo de 93 años. Fue, al fin, un personaje significativo en los últimos 45 años de la vida argentina. Venerada y odiada, pero insoslayable.

Hebe de Bonafini, como ella misma se definió, era una mujer de barrio cuando desaparecieron sus dos hijos varones, en febrero y diciembre de 1977. Ella y muchas otras madres de Plaza de Mayo hicieron visible que el Estado argentino usaba métodos terroristas para combatir al propio terrorismo.

Esa es la relevancia que Bonafini tiene: encabezar a las Madres de Plaza de Mayo, una de las organizaciones argentinas que cruzaron las fronteras del país para hacer visible su peor drama.

La misma visceralidad con la que se enfrentó al peligro para denunciar los crímenes de la dictadura hundió a Bonafini en una intransigencia que fue acentuando con los años.

Bonafini terminó conspirando con la propia causa que la tenía como protagonista. Igualó dictadores con presidentes democráticos, pero a la vez se abrazó a cuánto autócrata le resultó simpático o conveniente.

Redujo su lucha por una causa universal a quienes les pareció que debía defender sin matices. Y celebró la violencia política según con particular conveniencia.

Es difícil de olvidar que festejó los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York del 11 de septiembre de 2001 sólo porque el ataque estaba dirigido en contra de los Estados Unidos.

Más acá, expulsó de su agrupación a quienes no se rendían a su personalismo.

Bonafini, además hizo del insulto un estilo de hacer política y usó un lenguaje violento también para partidizar a las Madres de la Plaza de Mayo hasta convertirlas en un apéndice del kirchnerismo, desde su llegada al poder, en 2003.

Bonafini y su grupo fue beneficiada por una enorme cantidad de empleos públicos y fondos tan discrecionales que terminó enredada una causa judicial por la construcción de vivienda encomendadas al parricida Sergio Schoklender.

Devorada por su personaje incendiario, terminó usando su nombre para intervenir hasta en las internas del oficialismo. Su lenguaje visceral fue incorporado por quienes la están despidiendo entre alabanzas y mensajes de odio.