A días de la celebración de los comicios presidenciales en Brasil, el escenario electoral entró de lleno en una pronunciada dicotomía: Jair Bolsonaro, con una agenda marcada en los ideales de la ultraderecha, y Fernando Haddad, caracterizando su campaña con propuestas progresistas.
Defensor la familia tradicional, de Dios y del porte de armas, el diputado Bolsonaro sobrevivió a una puñalada y a su propia trayectoria gris, hasta colocarse inesperadamente como favorito en las presidenciales de Brasil.
A menudo apodado el Donald Trump brasileño, este ex capitán del Ejército, de 63 años, ha impulsado su campaña a través de las redes sociales, con un discurso antisistema en un país en crisis política, económica y de seguridad.
Casi un tercio de los brasileños le declaran su voto y sus más ardientes partidarios lo llaman "el mito" y lo ven como un "salvador de la patria".
Es que en un país saturado por los escándalos de corrupción y con altos índices de violencia y desempleo, su discurso "antisistema" encuentra respaldo en las más diversas camadas sociales.
Venció además las reticencias de los mercados, anunciando que en caso de victoria nombraría ministro de Hacienda al economista Paulo Guedes, un partidario de las privatizaciones y de medidas de austeridad para sanear las cuentas públicas.
Haddad por su parte tuvo menos de un mes para darse a conocer como candidato del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), en sustitución del carismático ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), encarcelado por corrupción.
Su principal lema, "Haddad es Lula", le permitió acercarse al electorado del empobrecido nordeste, bastión histórico del PT. Pero en un balotaje, ese puede ser su mayor obstáculo, dado que el exmandatario genera también un fuerte rechazo.
El PT parecía condenado a salir de la historia, después del impeachment de la presidenta Dilma Rousseff en 2016 y del encarcelamiento en abril de este año de Lula, condenado a 12 años y un mes de cárcel por corrupción y lavado de dinero.
Pero el PT consiguió resurgir, capitalizando su discurso opositor a las reformas impopulares del presidente Michel Temer, con una estrategia elaborada por el propio Lula desde su celda de Curitiba.
En cuanto a la seguridad, Haddad prometió retomar obras de integración urbana, como respuesta al desempleo y la violencia que azotan a esos gigantescos asentamientos en Brasil.
"En Brasil hay muchas obras paradas. La reanudación de esas obras mejora la calidad de vida porque genera empleo inmediato para la juventud que está sin opciones", dijo Haddad, en referencia a proyectos abandonados tras la finalización de los Juegos Olímpicos de 2016 en Rio.
Haddad propuso retomar el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) lanzado en 2007 por Lula. El PAC preveía multimillonarias inversiones para urbanización y saneamiento básico de favelas de trece estados.