Mapuche

De todos los personajes que han poblado el sainete de Comodoro Py de las últimas semanas, uno tiene legítimo derecho a encabezar la marquesina como primer actor, Amado Aime Boudou.

Boudou ha entrado en la historia como el primer vicepresidente condenado por corrupción. Se quiso anticipar al éxito de La Casa de Papel de Netflix, y procuró hacerse de una fábrica de billetes para no correr apuros económicos a futuro.

Lamentablemente hay que esperar los cambios políticos para que algunos jueces descubran lo que ignoraron con esfuerzo durante años. Que pongan sus barbas en remojo los que disfrutan en la platea: el rigor de esos magistrados puede girar en el futuro en otras direcciones.

Por eso, tiene lógica que los hoy jaqueados por cuadernos y bolsos repletos de dinero, por ex funcionarios y empresarios que se pasan al batallón de arrepentidos cantores, argumenten que hay circo, intenciones de tapar los fracasos del actual gobierno y tirria contra los caídos en desgracia.

Hasta ahí, guste o  no, Boudou puede alegar que lo persiguen por haber sido un revolucionario o por haber desafiado al capitalismo con las AFJP. Uno le cree o lo toma a risa, pero está en su derecho de defenderse como cualquier acusado.

Pero Aime, el rey de la noche marplatense, el disc jockey exitoso, el chico lindo de apellido francés aficionado a las Harley, militante liberal y guitarrista rockero, en su último alegato ante los jueces eligió declararse víctima del odio social: "Acá hay algo de revancha de clase", dijo, textual.

Se relata proletario, obrero, descamisado. No lo haría feliz a Marx esta historia. Resulta que no lo acusan por trampas de pícaros, como escamotearle un auto a su primera esposa o dar como domicilio una duna en la playa, ni por organizar el robo del siglo para quedarse con la casa de la Moneda, su problema es su origen de clase.

Sólo falta que revele que, en realidad, Aimé Boudou es mapuche.