Las ballenitas de Alfonsín

Transcurrían los primeros años de su presidencia y Raúl Alfonsín visitó Córdoba por alguna razón partidaria que hoy no recuerdo.

Pero sí recuerdo con detalle que por gestión del entonces vicegobernador, Chiche Grosso, se logró que nos diera una entrevista para mi programa de televisión, A Decir Verdad.

Fue en el hotel del Automóvil Club, donde Alfonsín había recibido a infinidad de correligionarios, amigos, conocidos y militantes fervorosos. Lucía cansado y con pocas ganas de prodigar amabilidades. Todos quienes le conocieron coinciden en que la paciencia no era una de sus virtudes.

Lo cierto es que de bastante mala gana y gracias a que alguien de su entorno le recordó el compromiso, aceptó una entrevista más y urgente encendimos la cámara.

Pero el asistente advirtió que el presidente lucía muy poco prolijo: eran épocas de camisas con cuellos con ballenitas. Los jóvenes de hoy tal vez ignoren qué eran y para qué servían. Se trataba de accesorios de plástico o metal que se introducían por debajo en el cuello de camisa para que las alas no se doblaran.

“Raúl, esa camisa está muy fea para televisión…no tiene ballenitas?” intentó el ayudante, ante el indisimulado mal humor del mandatario.

Fue instintivo: yo tengo, dije, y sin más me quité las de mi propio cuello (que por milagro se mantuvo razonablemente tenso) y se las entregué al presidente, temeroso de que una mínima excusa hiciera naufragar el reportaje.

La cámara se encendió, el político se impuso sobre el hombre cansado y don Raúl me dió la ansiada entrevista exhibiendo sus habituales gestos, ironías y veladas admoniciones a sus adversarios y a sus propios correligionarios.

Con los saludos sin excesos propios de su estilo, se despidió y desapareció en un ascensor.

Yo me quedé con el privilegio de haber conocido y entrevistado a quien encabezó la recuperación de la democracia.

Célebre por su sentido de la decencia y la honestidad, debo decirlo, don Raúl nunca me devolvió mis ballenitas.