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Ardillas y elefantes

La noticia sobre  Emile Ratelband, el holandés que se percibe 20 años más joven, desnuda el miedo de jueces a ser políticamente incorrecto y por eso aceptan el absurdo. 

07/08/2018 | 10:54

No son dibujos de Disney: en el conurbano bonaerense hay una invasión de ardillas asiáticas. Un vecino de Luján trajo una parejita, por los 70, y con mucho amor y esmero los roedores (primos de los ratones, aunque con mejor prensa) se multiplicaron hasta pasar los 100.000 simpáticos animalitos, que contagian enfermedades y con mordiscos mínimos, pero abundantes, descortezan árboles hasta secarlos, arrasan con huertas y frutales y son imparables cuando se aplican a roer mangueras, cables de electricidad, televisión, telefonía y transformadores eléctricos.

En tiempos de cuadernos Gloria, demasiado fascinados -o enojados- con el desfile de los elefantes a muchos les pasa inadvertido que las ardillas no son menos dañinas. Los elefantes son los bolsos para trasladar millones para la política y las cajas fuertes de los jefes. Las ardillas, el goteo obsceno de recursos públicos que, en el contexto de denuncias de arrepentidos y desfile de valijeros, ni se notan.

Pero gota a gota se generan océanos. O tsunamis. No pueden competir en montos: en un solo bolso viajan un par de millones de dólares. Pero en torno, en el relato prolijo y detallado del remisero se exhiben con naturalidad los mordiscos que parecen inofensivos, casi simpáticos: cruzar toda la ciudad para llevar helados al jefe, trasladar a la mamá del ministro a la clínica unas doscientas veces, enviar al chofer a regar las plantas, a buscar ropa de la tintorería, a comprar entradas para el recital, a devolver películas, a repartir corderos, al psicólogo, a clubes de campo, fiestas y celebraciones por los buenos tiempos y la cosecha de dólares. Y como remate, darle una casa y un sueldo a la mujer del chofer detallista para que se mantenga en silencio.

Este chofer, su sueldo, su Toyota y el combustible que consume más lo que consume su ex esposa, es solo uno. ¿Cuántos choferes de cuántos secretarios habrán? ¿Cuántas ardillas, mordisco tras mordisco dejando al país sin luz, sin agua, sin salud, sin escuelas, sin justicia?. ¿Cuántos más había entonces, colegas del escritor de cuadernos Gloria, cuántos hay todavía que convierten al Estado en una descomunal máquina de quemar dinero en necedades, en caprichos, disponiendo del dinero público como si fuera propio?.

En los 90 minutos no pueden competir con los elefantes, con la plata grande en bolsos y valijas. Pero proyectado desde décadas y ¿hasta cuándo?, al final del campeonato las ardillas pueden reclamar un lugar en el podio de la minuciosa devastación del Estado.

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