“Los acuerdos de precios nunca fueron una solución”

Roberto Cortés Conde, uno de los grandes referentes de la historiografía económica argentina, consideró, en diálogo con Cadena3.com, que la “cultura inflacionaria” es el mayor problema de Argentina.

“Hemos descubierto la ley de gravedad al revés”, graficó. “La ley de gravedad –explicó– hace que las cosas tengan peso y caigan. Acá podemos hacerlas subir sin esfuerzo”.

–Usted  ha investigado el proceso económico argentino desde los albores de la independencia ¿Qué siente cuando ve los resultados?

–Una enorme tristeza. Porque uno de los fenómenos extraños de Argentina es que repite las mismas cosas.

Yo he vivido la crisis de 1952, cuando Perón adoptó el plan de ajuste de dos años y para aumentar la productividad bajó salarios.  El de Frondizi, entre los años 1958 y 1959, que fue un momento de extrema dureza, con aumentos de tarifas de más del ciento por ciento y aumentos  de precios. Hubo Plan CONINTES (NdR: Plan de Conmoción Interna y Seguridad, para frenar la protesta laboral y social entre 1958 y 1961).

El plan del Consejo Económico y Social (1973-1975), del que ahora se habla tanto. La CGT y la CGE, donde se había acordado entre la CGT y la CGE (centrales obrera y empresaria) firmaron un acuerdo de precios para llegar a la “inflación cero”. Se pensaba que gracias a la fuerte personalidad de Perón, que volvía al país, todo el mundo iba a aceptar un pacto del tipo del Pacto de la Moncloa.

En el ‘73 bajó la inflación. En el ‘74 empezaron a subir los precios, primero de los productos importados. Después cada empresario pidió una excepción a la norma que establecía el congelamiento de precios y se fueron concediendo. A partir de ahí los sindicatos empezaron a hacer lo mismo y ya en el ‘74 el famoso plan del acuerdo social había capotado.

Después de dos años en que se había mantenido un rígido control de precios. Había desabastecimiento, racionamiento y demás, y un déficit fiscal enorme. Los gastos sólo se financiaban hasta la mitad y el resto era endeudamiento y una emisión desenfrenada.

Llegó entonces el Rodrigazo (plan de ajuste del ministro Celestino Rodrigo durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón), con el sinceramiento de precios y unos saltos brutales. La situación se desbarrancó rápidamente.

Y en marzo de 1976, cuando se produce el golpe militar, ya tenemos prácticamente una hiperinflación.

–La historia más reciente es bien conocida. Pero en el trasfondo siempre hay una crisis fiscal ¿Por qué el Estado no logra recaudar lo que gasta o, viceversa, por qué gasta más de lo que recauda, inexorablemente?

–Porque en Argentina hemos descubierto la ley de gravedad al revés. La ley de gravedad hace que las cosas tengan peso y caigan. Acá podemos hacerlas subir sin esfuerzo. Se ha creado en Argentina una cultura de inflación. Hay pocos países en el mundo, entre nuestros vecinos latinoamericanos ninguno, que tengan nuestra inflación.

El proceso inflacionario comenzó en 1946, con la nacionalización del Banco Central. En ese momento, después de la guerra, en que había escasez de capitales y no había movilidad,  se impuso una cierta teoría del desarrollo según la cual si se emitía o si se financiaban las cosas con redescuentos del Banco Central, se podía crecer. Esto es lo que algunos dicen, que hay que crecer primero (antes de derrotar la inflación). Bueno, no se creció prácticamente nada. Y lo que tuvimos fue un aumento enorme de precios.

–¿Cuáles son los efectos de la destrucción de la moneda por los estallidos inflacionarios y del crédito por esta mala reputación, por la falta de confianza generada por esos antecedentes?

–Terribles. Porque esa es la experiencia de muchos años, que se viene fomentando una mentalidad inflacionaria en Argentina.

¿Y qué hacemos ahora? Para frenar la inflación usted tiene  que gastar menos o aumentar los impuestos. Si no, emite dinero y tiene inflación de precios. Ese es el resultado.

El Estado creció de un 20 y pico por ciento del producto a un 40  por ciento. ¿Cómo hace para bajar eso que está pesando sobre el conjunto  de la economía? Y además cuando tiene una situación social que lleva al Gobierno a destinar un 70 por ciento a gastos sociales.

Argentina está en un círculo vicioso muy muy difícil.

–¿Por qué fracasan los planes de estabilización? ¿Es por impericia de los gobiernos, por oportunismo político cuando se obtienen algunos recursos se empieza a gastar más de la cuenta? ¿O porque no hay un umbral de tolerancia suficiente para los ajustas que se proponen? ¿Cuáles son las causas?

–El problema es que en los momentos buenos los políticos quieren aprovechar. Pasó con Menem en medio de la convertibilidad, que mantuvo una política monetaria estable pero subió el gasto y el déficit para tener la reelección.

Y después en estos últimos 10 años (alusión al gobierno de los Kirchner). Fueron los diez mejores años de la economía argentina y se dilapidaron totalmente, para no decir que muchos recursos se desviaron de manera no honesta.

–¿Es por estos antecedentes que los argentinos pensamos y ahorramos en dólares?

–Claro. Usted usa una moneda para comprar un bien. Si esa moneda pierde valor busca otra cosa para comprar. Usted recibe dinero por su trabajo o su producción y quiere usarlo con el mismo valor adquisitivo que tenía cuando usted contrataba.

Si entre el momento en que usted vende y adquiere el dinero, que es un instrumento ideal nomás que mide el cambio que tiene entre dos bienes, y no compra enseguida, pierde.  Entonces busca otro instrumento que le mantenga el valor estable. La gente aprende eso.

Acá en Argentina, como decía Perón, nadie había visto un dólar cuando yo era chico. Porque tuvimos desde la crisis del 1890-1899 hasta 1947 uno de los niveles de precios y niveles de la moneda casi más estables del mundo.

Entonces nadie negociaba en dólares. El peso era una cosa seria.

–¿Es sostenible esta dolarización de facto que hay en Argentina, siendo que es un país que ni siquiera alcanza a generar los dólares genuinos que necesita para cubrir las necesidades de importación y el pago de la deuda?

–Más que la dolarización, en este plan y en los anteriores hay dos problemas. Para no hacer una política fiscal dura o una política monetaria dura, como ahora,  decían que el problema era un problema de costos, que los asalariados pedían más remuneraciones, que los empresarios querían más precios y entonces había que hacer el gran acuerdo social.

Nunca se respetó ese acuerdo social. Los que están hablando de eso no lo hacen con demasiada claridad o se equivocan.

El tema ese de que la inflación era solamente una inflación de costos, era parcialmente real si se lo toma como una consecuencia de que estaban subiendo los precios.

–¿Después viene también una inflación de expectativas, que es uno de los problemas que tenemos en el país, no?

El origen de la inflación es que el Gobierno gasta más de lo que tiene y entonces emite y se endeuda. Y después viene una crisis y genera inflación.

Hay también un factor adicional, que es lo que se trató de atacar con el Plan Austral y con la Convertibilidad, que son las expectativas. La gente está tan acostumbrada a que le aumenten precios que se adelanta y aumenta antes sus propios precios. Eso es cierto, pero viene después.

Y los planes que trataron expectativas, como el Austral y la Convertibilidad, fracasaron porque no habían tocado el origen, que era la emisión de dinero para cubrir un gasto deficitario.

Hoy, no sólo debe atacar, como lo está haciendo ahora el gobierno, el tema déficit y control monetario, sino que hay otra cosa que es independiente a este nivel de la inflación, que son las expectativas, como usted dice.

Pero se tienen que hacer todas las cosas juntas. No se puede atacar esta enfermedad aislando solo una parte.

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