Johnny Depp: ¿Toda esa gente no tiene nada que hacer?
13/11/2025 | 10:51Redacción Cadena 3
Johnny Depp apareció en un balcón de la Municipalidad de La Plata y fue recibido como una estrella de rock. Abajo, miles de personas lo ovacionaban con cánticos de estadio. El actor saludó, sonrió, se dejó retratar de espaldas ante la catedral y, por un instante, la escena pareció sacada de otro tiempo. En la plaza, los celulares en alto registraban el momento. En el balcón, Depp representaba una mezcla improbable de celebridad global y mito local improvisado.
El motivo de su visita fue estrictamente profesional: vino a la Argentina a presentar una película, participó de una entrevista pública y recibió las llaves de la ciudad de manos del intendente Julio Alak, quien definió su presencia como "un hito cultural". Hasta allí, todo dentro de lo esperable para un actor de renombre internacional. Lo que sorprendió fue el fervor.
Miles de personas esperaron horas frente al edificio municipal para ver unos segundos a un actor que, en rigor, no tiene ningún vínculo con La Plata. No vino a rodar una película allí, no tiene familia, ni historia, ni relación alguna con la ciudad. Sin embargo, la ovación fue tan intensa que muchos se preguntaron qué explica esa devoción.
El fenómeno no es nuevo. Cada visita de una figura internacional parece activar un reflejo colectivo que combina fascinación, deseo de pertenecer y algo de hábito cultural. Pasó con Coldplay, que llenó nueve estadios de River cuando planeaba apenas uno. Pasó con Taylor Swift, con fans acampando un mes antes del show. Pasa, en menor escala, con cada figura que el país decide convertir en acontecimiento.
Lo que resulta llamativo es la intensidad. No se trata solo de admiración: hay una puesta en escena de afecto público, una necesidad de estar, de formar parte. En esa multitud frente a Depp, más que devoción por el actor, parece haber una especie de rito social que se repite frente a cada oportunidad de convertir lo excepcional en espectáculo colectivo.
Quizás haya algo de "efecto manada", como lo definieron algunos comentaristas. Una tendencia a seguir lo que otros consideran importante, un impulso de ser parte de lo que "está pasando". En un contexto donde sobran pantallas y faltan motivos de entusiasmo compartido, ver a Johnny Depp en persona puede funcionar como excusa para salir a la calle, sentirse parte de un evento, vivir algo distinto.
No es un fenómeno exclusivamente argentino, pero sí parece tener aquí una intensidad particular. En Rusia, por ejemplo, Natalia Oreiro es idolatrada desde hace años, pero no hay multitudes que llenen plazas para verla asomarse a una ventana. En la Argentina, en cambio, esa escena resulta verosímil. Nos atrae la celebración espontánea, la épica del aplauso masivo, el entusiasmo sin cálculo.
Johnny Depp probablemente regrese a su país con la anécdota de haber sido recibido por una multitud inesperada en una ciudad de la provincia de Buenos Aires. Tal vez lo cuente entre risas, sin entender del todo qué ocurrió. Nosotros, en cambio, podríamos preguntarnos qué nos lleva, una y otra vez, a buscar ídolos temporales, a llenar plazas, a convertir el paso de una figura extranjera en un acontecimiento casi histórico.
Quizás no se trate solo de Johnny Depp. Tal vez la ovación diga más de nosotros que de él.





