De Macri a los K, todos recitan los mismos mandamientos

Adrián Simioni

El próximo lunes, cuando los radicales se junten en Parque Norte para definir con quién se van aliar, es probable que tanto los que quieren ir con Mauricio Macri como los que quieren hacerlo con Roberto Lavagna se den cuenta de que, cualquiera de los dos, haría lo mismo en caso de obtener la Presidencia.

Las propuestas de 10 puntos de ambos candidatos son tan iguales entre sí que el propio Lavagna le contó a La Nación su sospecha de que los macristas le hayan “robado” el libreto, porque él le había comentado sus ideas un tiempo antes a Macri.

Y el de los radicales no será un caso aislado. Lo que está pasando es bastante raro. Cuanto más inestables, provisionales, o difíciles de armar son las fórmulas presidenciales que se pueden llegar a presentar en las Paso, más se han ido asimilando los diagnósticos y las propuestas de los distintos grupos en puja.

Algunos han dejado los principios básicos que deberían guiar a su futuro gobierno por escrito. Otros no se sienten tan cómodos y mandan a sus colaboradores más íntimos a decirlo a los mercados. Las coincidencias absolutamente unánimes no son muchas. Pero son las más determinantes. El ejemplo más claro es el del default.

No defaultearás

Hasta el kirchnerismo hace declaraciones de amor y jura ahora que no se le cruza por la cabeza declarar una cesación de pagos. El lunes había amanecido con Alberto Fernández -el “presidente delegado” de Cristina Fernández, a lo Juan Guaidó en Venezuela- diciendo que ellos quieren cumplir con las deudas, aunque podrían pedirles a los acreedores privados una extensión voluntaria de los plazos de pago. Como eso no cayó muy bien, a la noche mandó a su economista de cabecera, Matías Kulfas, a decir en público esto: “Queremos dar total certidumbre al pago de la deuda. Las deudas son absolutamente legítimas, los compromisos están asumidos y se van a respetar”. Listo.

A menos que mientan, eso es lo mismo que plantea obviamente Macri en el documento de 10 puntos básicos que les había propuesto a los principales candidatos para reducir la enorme incertidumbre política, que impacta sobre la economía.

Curiosamente, el paper de Lavagna, el más largo de todos, no contiene la palabra “deuda”, pero su arenga a profundizar la integración comercial, productiva y política de la Argentina al mundo y de “recuperar la previsibilidad y la confianza de los inversores” invade todo el documento. El propio Lavagna dice que la propuesta macrista es igual a la de él.

El lunes, Juan Schiaretti difundió los seis principios básicos de la Alianza Federal. El tercero es el de “honrar las deudas que se contraen”; el cuarto, “no aislarse del mundo”. Más claro, echale agua.

No gastarás en vano

Este único punto de acuerdo bastaría para concluir en que, a menos que alguien mienta o de aquí a la asunción del nuevo gobierno nos arrase una megacrisis económica, cualquiera que asuma en diciembre va a tener que seguir de alguna forma el mismo camino de austeridad actual. 

¿Por qué? Porque no queda otra. El Estado argentino agotó su capacidad de imprimir pesos sin descalabrarse en una hiperinflación de proporciones ochentistas. También asfixió a una economía privada a la que no se le puede exprimir ni un peso más en impuestos sin profundizar la recesión actual. Y por último no consigue que nadie le preste más dinero. 

Su único pulmotor es el Fondo Monetario Internacional, un organismo que se guía por principios consensuados por todos los países, y que auxilió a la Argentina con una cantidad récord de dinero a las tasas más baratas que el país podría conseguir. 

El FMI es un prestamista transitorio. Los países que lo integran, cuando auxilian a uno de sus socios, vigilan que, en ese lapso, el país en cuestión corrija sus defectos para salir de la situación que lo llevó a endeudarse sin fin. 
Eso implica políticas de austeridad que eliminen el déficit fiscal (así el Estado no tiene que emitir moneda, ni subir impuestos ni endeudarse) y reduzcan sus costos en dólares (en particular el salario) para poder exportar y conseguir así los dólares que necesita dejar de pedir prestados.

No desearás el plan del prójimo

Exactamente a esto lo planteó hasta el mismo Kulfas para la fórmula kirchnerista nada menos que en la revista Anfibia, una publicación progre e hiper K que financia la Universidad Nacional de San Martín. Por supuesto Kulfas utilizó conceptos y términos más aceptables para esa platea de lectores, contextualizó históricamente la necesidad de hacer eso y culpó al macrismo de haber llevado a la Argentina a algo que pocos kirchneristas querrían celebrar. Pero lo importante es que, según Kulfas, eso es lo que habría que hacer.

Después de cumplir con las deudas, el segundo mandamiento central del programa económico de Macri es terminar con el déficit fiscal. Kulfas advierte a sus lectores explícitamente que, si el kirchnerismo ganara la Presidencia, sería imposible decretar un nuevo jolgorio fiscal como el que produjo Cristina para crecer en base al estímulo del mercado interno. Hay que crecer exportando, no consumiendo. Más antikicillof no se consigue.

En el documento de Lavagna dice que “la eliminación del déficit fiscal” es uno de los elementos centrales para recuperar la previsibilidad de la economía, la inversión y, por ende, el crecimiento.

En el caso de la Alianza Federal, el primero de los seis puntos escritos por Schiaretti dice: “Mantener el equilibrio fiscal”. El primero.

Honrarás los superávits gemelos

En definitiva: en el fondo, y más allá de los adornos, el corazón de las propuestas de política económica de cambiemitas, lavagnistas, peronistas no K y kirchneristas es el objetivo estratégico de recuperar los dos superávits gemelos que Néstor recibió en bandeja gracias a Eduardo Duhalde y a la megacrisis del 2001 y que Cristina Fernández dilapidó tras incumplir su promesa reeleccionista de una “sintonía fina”.

Lo cual es más que razonable:

1- Primero, porque Macri ya eliminó el déficit primario (falta lograr el financiero) y logró el superávit comercial (sobre todo por caída de importaciones, hay que subir más las exportaciones). Habría que ser un idiota o muy mala gente para tirar por la borda ese esfuerzo ordenado que ya se hizo y producir así una crisis caótica que sería infinitamente más dañina para los sectores que de todos modos siempre son los más golpeados por los ajustes, sean estos políticamente guiados (como el actual) o a los sopapos (como el de la hiper o el del 2001).

2- Segundo, porque ya está el auxilio del Fondo. Es cierto que el acuerdo vence a mediados del año que viene, pero es obvio que el organismo va a renegociar y a renovar los vencimientos que Argentina tiene que comenzar a pagar con cualquier gobierno que muestre voluntad de continuar con la austeridad que se necesita para terminar de reordenar su economía.

A rezar por una carambola

La Argentina tiene en la punta de los dedos la posibilidad de cambiar su historia. De reestructurar no sólo su economía sino hasta su territorio y su población completamente distorsionados por el centralismo estatista, proteccionista e improductivista que la carcome desde hace décadas.

Si esta carambola sale, serán grandes noticias para la agroindustria, la industria energética, las economías regionales, y la industria del conocimiento orientada a la media docena de clusters industriales que la Argentina debe elegir para reemplazar a la vetusta sustitución de importaciones que debió haber muerto en forma definitiva hace ya muchos años.

Si esto sale, serán grandes noticias para el interior del país, que va a ser liberado de la parasitosis fiscal y financiera centralista que impidió su desarrollo histórico. Y que cercó las ciudades de fosos de pobreza que ya no son financiables porque ellos nunca pararon de crecer mientras las lomitas de riqueza no pararon de achicarse.

Basta leer completos tanto el documento de Lavagna como el artículo de Kulfas, interpretar la política que llevó adelante hasta ahora Macri y conocer lo que piensa un gobernador como Schiaretti para darse cuenta. Están todos invitados a una cita histórica y, al menos en lo más fundamental de lo que dicen, están todos de acuerdo. Ojalá se den cuenta.