Los que no la ven, condenan a sus súbditos a la ceguera

Adrián Simioni

Los que no la ven condenan a sus súbitos a la ceguera. Esta afirmación me lleva a considerar la situación actual de La Rioja, un tema que ha captado mi atención tras un periodo de desconexión. El reciente anuncio del gobierno provincial de un aumento de sueldos para el sector público es un punto de partida revelador.

El sueldo mínimo en La Rioja se establece en 116.000 pesos para ciertos empleados de vialidad, mientras que el salario más alto, el del gobernador, alcanza los 593.000 pesos. Un comisario percibe 293.000 pesos y un intendente, 400.000 pesos. Estos datos, proporcionados por nuestro corresponsal Eduardo German, muestran una disparidad que resulta inquietante. Con antigüedades y otros pagos adicionales, el sueldo mínimo real se sitúa en alrededor de 198.000 pesos, y el gobernador podría estar llegando al millón de pesos.

La situación de los docentes es particularmente preocupante. El salario mínimo para un docente con dos cargos se fija en 450.000 pesos. Sin embargo, la Asociación de Docentes denunció al gobierno ante la Organización Internacional del Trabajo debido a irregularidades en el pago de la cuota sindical y la devolución de días de huelga. Además, la estatización del transporte público ha generado cambios en las condiciones laborales, lo que añade más tensión al panorama. 

Me pregunto cómo se vive en La Rioja con estos sueldos. ¿Cuál es el plan del gobernador Quintela para enfrentar esta realidad? La percepción general es que, si Argentina logra salir adelante, muchos de los sectores que dependen de los impuestos de otros no podrán continuar con su modus operandi actual. La transformación es inevitable.

Quintela, en el centro de la atención política, parece no tener una visión clara para el futuro de La Rioja. Su rechazo al RIGI, un régimen impositivo que podría atraer grandes inversiones, plantea interrogantes sobre su estrategia. Mientras provincias como Salta se benefician de este régimen, con proyectos que suman miles de millones de dólares, La Rioja permanece estancada.

La falta de acción y la ceguera ante la realidad son alarmantes. La provincia no puede seguir esperando que las circunstancias cambien por sí solas. La necesidad de un plan claro y efectivo es urgente. La gente debe comenzar a exigir respuestas y soluciones, porque el panorama actual es insostenible. Con sueldos que apenas alcanzan para vivir, la pregunta persiste: ¿Qué futuro les espera a los habitantes de La Rioja? La inacción solo lleva a la desesperanza. ¿Cómo van a hacer frente a esta situación? La incertidumbre se cierne sobre la provincia y es tiempo de que se tomen decisiones.