Enrique Shaw, el empresario con sangre obrera que avanza hacia la beatificación

Enrique Shaw, empresario nacido en París y radicado desde joven en la Argentina, dio un nuevo paso hacia la beatificación luego de que el papa León XIV confirmara oficialmente el proceso iniciado años atrás por el papa Francisco. 

Shaw, que murió en 1962 a los 41 años, dejó una huella profunda no solo por su vida cristiana, sino también por su revolucionaria manera de concebir la empresa y el rol social de los empresarios en plena mitad del siglo XX.

“Fue una vida muy intensa, una vida cristiana muy fuerte en la familia, en la empresa y en la sociedad”, relató María Elena Critto, nieta de Enrique Shaw en diálogo con Cadena 3. 

“Él sintió un llamado de Dios para llevar el Evangelio al mundo de la empresa, para humanizarlo y encontrar a Dios en medio de la vida económica”, explicó.

Inspirado especialmente por la encíclica Rerum Novarum, Shaw entendió tempranamente que la dignidad humana debía ser el eje de toda actividad productiva. 

Décadas antes de que se hablara de responsabilidad social empresaria, ya promovía condiciones laborales justas, cercanía con los trabajadores y un liderazgo basado en el respeto y la empatía. 

“Él iba uno por uno, escuchaba a todos, preguntaba por sus problemas y también por las soluciones”, recordó su nieta.

El milagro por su intercesión

El milagro que se le atribuye a la intercesión de Enrique Shaw es una curación científicamente inexplicable de un niño de seis años, golpeado por un caballo.

El 21 de junio de 2015, en un campo de la localidad bonaerense de Suipacha, la vida de una familia cambió para siempre. Un niño de cinco años jugaba cerca de un corral cuando ocurrió un hecho tan inesperado como brutal: un caballo, asustado por la presencia de una víbora, lanzó una violenta patada que impactó de lleno en su cabeza. El golpe fue devastador y le provocó una lesión craneana gravísima.

Sus padres, vinculados con ACDE, rezaron fervientemente a Shaw para pedir su intercesión. El niño se recuperó de manera inesperada, sin explicación médica, y volvió a su vida normal rápidamente. Hoy, aquel niño, convertido en adolescente, lleva una vida normal y sin secuelas. Una curación que la ciencia no logra explicar y que fue reconocida por la Iglesia a través del decreto publicado hoy.

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Pero su legado excede ampliamente ese hecho. 

Shaw fue un empresario profundamente comprometido con la doctrina social de la Iglesia y con una visión humanista del mundo del trabajo. 

Al frente de la Cristalería Rigolleau, empresa que llegó a emplear a más de 3.000 trabajadores, impulsó prácticas inéditas para su tiempo: diálogo directo con los empleados, escucha activa de sus problemáticas, reconocimiento del valor humano del trabajo y una concepción de la empresa como comunidad antes que como mera estructura económica.

Padre de nueve hijos y conocido en su tiempo como “el empresario de Dios”, Shaw encarnó una síntesis poco habitual entre fe y economía. Su figura desafía la idea de que la espiritualidad y el mundo material transitan caminos separados, y propone un modelo donde el trabajo, la empresa y la fe se integran en una misma vocación de servicio.

Con la confirmación del proceso por parte del Vaticano, Enrique Shaw se encamina a convertirse en el primer empresario beato de la historia de la Iglesia, un reconocimiento que resignifica su legado y lo proyecta como referente ético y espiritual para el mundo del trabajo contemporáneo.

Informe de Alejandro Bustos