Informe especial
07/11/2025 | 23:08
Redacción Cadena 3 Rosario
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Fotocopias, entre la resistencia y la reconversión en el comercio rosarino.
Durante años, el olor a tinta y el calor del papel recién salido de la fotocopiadora formaron parte del ritual cotidiano de estudiantes y oficinistas. Pero en tiempos de documentos digitales, trámites online y apuntes compartidos por WhatsApp, las fotocopiadoras tradicionales parecen haberse convertido en una especie en vías de extinción. O tal vez no tanto.
Desde una fotocopiadora ubicada en pleno centro de la ciudad —Entre Ríos al 700—, frente a la Facultad de Humanidades, el móvil de Cadena 3 Rosario reveló que el oficio no desapareció, sino que se adaptó a los nuevos tiempos. José, encargado del local, lo resumió con simpleza mientras atendía a sus clientes: “La gente manda todo por WhatsApp. Es más rápido. Yo descargo los archivos, los imprimo, y cuando llegan ya está todo listo”.
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/Fin Código Embebido/El cambio de hábitos es evidente: ya nadie entra con el libro bajo el brazo para fotocopiarlo hoja por hoja. Hoy los pedidos llegan en formato PDF, y las máquinas imprimen directamente lo que antes se replicaba a mano sobre el vidrio. Sin embargo, el movimiento detrás del mostrador no se detiene. “Desde que llegué, entró mucha gente”, contó Meneghetti al aire. “La mayoría le dice a José: te mandé el archivo por WhatsApp”.
Las fotocopiadoras que lograron sobrevivir a la digitalización lo hicieron sumando servicios. En el local de José, además de impresiones y anillados, se ofrecen trabajos en vinilo, ploteos, lonas e incluso artículos de librería.
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/Fin Código Embebido/“Muchos estudiantes ya no imprimen tanto porque estudian desde el celular”, explicó. “Por eso tuvimos que reinventarnos. Antes trabajábamos ocho personas; hoy estamos mi esposa y yo”.
La transformación no fue menor. A comienzos de los 2000, José recuerda abrir el local con “40 personas esperando” y cerrar con otras tantas afuera. Hoy el flujo es más tranquilo, pero constante. La clave está en adaptarse al cambio sin perder el contacto directo con los clientes.
Uno de los fenómenos que ayudan a mantener vivo el rubro es la impresión de libros y apuntes. José muestra algunos títulos anillados y listos para la venta: “Hay mucha diferencia de precio. Un libro que en librería cuesta 40 o 50 mil pesos, acá lo tenés impreso por 13 mil”.
El servicio resulta clave para los estudiantes universitarios, que siguen recurriendo al papel como herramienta de estudio. Frente a los altos costos editoriales, la fotocopia sigue siendo una aliada económica y práctica. En este local, por ejemplo, las copias de material académico se cobran a 50 pesos por faz —la mitad de lo que cuesta una copia común—, un gesto pensado para acompañar a quienes estudian.
La conversación radial comenzó como una charla nostálgica sobre la última vez que alguien sacó una fotocopia. Muchos ya ni lo recuerdan. Pero tras escuchar a José y ver su mostrador lleno de papeles, anillados y carpetas, queda claro que la historia de la fotocopia aún no terminó: simplemente cambió de formato.
Mientras el olor a tinta todavía se mezcla con el sonido de las impresoras láser, las fotocopiadoras resisten, adaptadas a la era digital, con WhatsApp web abierto y los archivos llegando sin pausa. Porque, como dice José con una sonrisa, “siempre hay alguien que todavía necesita el papel”.
Informe de Agostina Meneghetti.
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