Arsénico en zonas rurales: "El agua viene con eso", señaló una especialista

Un relevamiento del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (Itba) volvió a poner en agenda la presencia de arsénico en aguas superficiales y subterráneas del país. El estudio, que analizó más de 350 muestras y advirtió que en varias regiones se superan los valores recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), menciona al sur de Santa Fe entre las zonas afectadas. La difusión de los resultados generó inquietud entre vecinos y usuarios de servicios de agua potable, especialmente en regiones históricamente asociadas al problema.

Para despejar dudas y contextualizar los datos, la doctora Marta Bargiela, directora de la carrera de Ciencias Ambientales de la Facultad de Agronomía de la UBA, quien aportó precisiones técnicas y también algo de calma en Viva la Radio por Cadena 3 Rosario.

La especialista explicó que el arsénico es un elemento presente de forma natural en la corteza terrestre y que llega al agua por procesos geológicos. En la región pampeana, incluida buena parte del sur santafesino y cordobés, su presencia está asociada a sedimentos volcánicos distribuidos hace miles de años.

“Es un metaloide potencialmente tóxico, puede generar enfermedades crónicas y, en exposiciones muy altas y prolongadas, efectos más graves”, señaló. Pero enfatizó que no existe ningún agregado intencional de arsénico al agua, uno de los mitos más extendidos en redes sociales cada vez que el tema resurge.

La especialista recordó que el valor de referencia internacional es de 10 partes por billón (ppb), un límite extremadamente bajo y difícil de medir sin equipos especializados. Hasta hace algunos años, el propio Código Alimentario Argentino permitía valores cinco veces mayores. “Entre 10 y 50 ppb es un rango para prestar atención y trabajar sobre la calidad del agua, pero no es sinónimo de riesgo inmediato”, sostuvo.

Zonas y tratamientos

Históricamente, provincias como Santiago del Estero, Córdoba, La Pampa, Buenos Aires y Santa Fe registraron niveles elevados de arsénico, especialmente en aguas subterráneas. Según Vargiela, “es un problema conocido y estudiado desde hace décadas”, que involucra a universidades, municipios y cooperativas de agua.

Muchos sistemas de abastecimiento utilizan tecnologías como ósmosis inversa, aunque su aplicación total es costosa y requiere energía. Por eso, en muchos casos se combina agua tratada con agua sin tratar para reducir la concentración a valores seguros. “No es una mala práctica, es lo recomendado cuando la capacidad de tratamiento es limitada”, agregó.

Para viviendas aisladas o pozos particulares, donde el usuario no cuenta con control estatal, la especialista reconoció que el riesgo es mayor. Allí recomendó realizar análisis adecuados y mencionó técnicas de emergencia utilizadas por algunos centros de investigación para precipitar el arsénico, aunque aclaró que se trata de soluciones puntuales para situaciones extremas y no de métodos permanentes.

¿Qué pasa si tomo agua con arsénico?

Ante la consulta sobre los efectos sobre la salud, Bargiela explicó que el principal riesgo es el Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE), una enfermedad que afecta piel, riñones y, en casos extremos, aumenta la probabilidad de ciertos tipos de cáncer. “Estamos hablando de exposiciones prolongadas, en zonas con niveles por encima de 50, 100 o 200 ppb, durante toda una vida”, aclaró para evitar alarmas innecesarias.

También remarcó que una ingesta ocasional —por ejemplo, durante un viaje o en un camping— no implica un daño inmediato.

Una reacción repetida tras la difusión del estudio fue la queja de usuarios que aseguran no conocer el nivel de arsénico en su localidad. Bargiela coincidió en que las cooperativas y prestadoras “deben analizar y tratar el agua para entregar un producto seguro” y afirmó que deberían disponer de esos datos. Lo que varía, admitió, es el modo en que se comunica esa información al público.

Lejos del dramatismo, la especialista insistió en que el arsénico es una problemática ambiental de larga data en la región, con múltiples líneas de investigación activas y con sistemas de tratamiento en funcionamiento. Subrayó que entender los límites, saber cómo se toman las muestras y conocer el origen natural del compuesto son claves para evitar lecturas exageradas.

Entrevista de Lucas Correa.