Saber perder, saber ganar

Sobre cargadas, violencia y grandeza

Saber perder, saber ganar

14/11/2018 | 20:16 |

Si cualquiera de los hinchas de River o Boca se pusieran un minuto en la piel del perdedor entenderían perfectamente el sufrimiento incomparable que padecerían.

Diego Borinsky

Cuando aún no se habían disputado las semifinales de ida de esta edición de la Copa Libertadores y la chance de un River-Boca en la final aparecía como una de las cuatro combinaciones posibles, Nicolás Loza -un fiel seguidor de nuestras transmisiones, habitante de Villa Allende y fana de River- me envió un audio por WhatsApp para ir tomándole la temperatura a la bola de nervios y palpitaciones que se podía venir. “Hagamos un pacto de no agresión ya mismo, esto puede ser terrible. Nada de cargadas ni de darnos maza como hacemos habitualmente, porque puede hacernos mal a la salud, es demasiado fuerte lo que va a estar en juego”, me contaba que había charlado con uno de sus mejores amigos, fana de Boca, claro, iniciando una negociación con efectos similares a la visita de rutina al cardiólogo. Mejor prevenir.

“Ante la inminente Superfinal, con amigos del alma de ambos bandos nos debatimos entre establecer un protocolo de Caballerosidad a cumplirse a rajatabla o, simplemente, abandonar cualquier interacción social hasta las Navidades. ¿Ustedes?”, planteaba, ya con los rivales conocidos de la final, Iván Noble, el músico y cantante líder de la ex banda Caballeros de la Quema, o sea que de caballerosidad algo sabe el hombre.

Saber perder pero sobre todo saber ganar. Si cualquiera de los hinchas de River o Boca se pusieran un minuto en la piel del perdedor entenderían perfectamente el sufrimiento incomparable que padecerían. Hablamos de sufrimiento en el ámbito futbolístico, por supuesto. Muchas voces se alzan con máximas que intentan minimizar el dolor de una derrota ante el clásico rival en una final de Copa Libertadores: “Vamos, no exageren, es un partido de fútbol, al otro día todo seguirá igual”. Si se compara el resultado de un partido de fútbol con la enfermedad de un familiar o la muerte de un ser querido, con no tener trabajo o que no te alcance la plata hasta fin de mes, por supuesto que no habrá equivalencias. Pero lo más importante de lo menos importante (el fútbol) moviliza emociones muy profundas, que en muchos casos tiene que ver con la infancia y con el vínculo que supimos construir con nuestros padres, tíos o hermanos. Como lo definió con su habitual lucidez el propio Iván Noble en uno de sus tuits: “Para quienes gustamos del fútbol, pienso que es el último reducto de infancia que nos queda. Sólo la pelota nos permite recordar a los niños que fuimos. Por eso sufrimos estúpidamente por algo que no modifica nuestra vida ‘adulta’ ni dos milímetros”.

Saber perder pero sobre todo saber ganar. River o Boca. Que los hinchas del ganador sepan percibir el dolor futbolero incomparable que estará sintiendo el hincha del adversario de todo la vida (porque lo podrían estar sintiendo ellos mismos) y tengan la grandeza de abstenerse de las cargadas. Al menos por unos días. O una semana. Que igual ya habrá tiempo para refregárselo en la cara más adelante. Un poquito de piedad, nada más. Y también un aporte para evitar peleas callejeras con final incierto en los miles de ciudades y pueblos de todo el país donde seguramente se cruzarán hinchas de River y Boca con ánimos opuestos tras conocerse al campeón. Que haya paz.