¿Cuánto juega la mística copera en esta superfinal?

Superfinal, Capítulo 2

¿Cuánto juega la mística copera en esta superfinal?

21/11/2018 | 17:13 |

En la previa del histórico River-Boca, nos preguntamos: ¿Existe la mística en el fútbol?. Un repaso histórico por ese concepto aplicado al deporte más popular en Argentina.

Diego Borinsky

Nos preguntamos: ¿existe la mística en el fútbol?

Antes, en realidad, deberíamos sacarnos una duda: ¿qué es la mística? O en todo caso, ¿qué es la mística aplicada al fútbol? ¿Se trata acaso de un atributo que se atrapa en algún momento y pasa a ser patrimonio del club por el resto de su historia? ¿Es una herramienta tan poderosa como la técnica y el estado físico? ¿Juega un rol clave en un partido único como el del próximo sábado? ¿O al fin de cuentas es un artilugio periodístico para explicar el resultado de un partido cuando uno se queda sin conceptos ni otro tipo de argumentos?

Intentaremos ir respondiendo.

Arranquemos por la definición de la Real Academia Española: “Mística = Parte de la teología de la vida espiritual y contemplativa y del conocimiento y dirección de los espíritus”. Es decir, apunta a cuestiones vinculadas a Dios.

Si nos acercamos al fútbol, hay que decir que “mística”, además de ser el nombre de la revista que editó los sábados el diario Olé durante algunos años, es un término muy utilizado por los periodistas y que muy pocos terminan de comprender cabalmente. Se lo consulté una noche de diciembre de 2009 a Alejandro Sabella en el Country de City Bell, donde se concentraba Estudiantes. Faltaban pocos días para que aquel Pincha campeón de la Libertadores viajara al Mundial de Clubes, donde estuvo a dos minutos de tumbar al súper Barcelona de Guardiola.

-¿Podés explicar qué es la mística Pincha? –fue la pregunta 31.

-Es difícil definir algo que se siente, se palpa, se respira –contestó Sabella con sus marcadas dotes pedagógicas-. La mística es un pensamiento, son jugadores que vienen al comedor en ojotas a pedir agua para el mate, son los cuadros colgados en la concentración, los nombres de Zubeldía y Prátola en las placas que bautizan distintos lugares. En síntesis, es sentirse identificado con un club.

En Monterrey, por ahí me cruzaba con Azconzábal, que jugaba en Tecos, o con Calderón, en Atlas, y esa mística flotaba en el aire. Una vez, contra San Lorenzo, Daniel (Passarella) me mandó a llamar a un suplente, Bernardo Romeo estaba elongando y me miró, yo lo miré, jamás habíamos hablado entre nosotros, y sentí como una comunión en esa mirada, que había algo en común, algo que nos unía. Estudiantes es un club grande y chico a la vez, una mezcla de gigante y de familia difícil de explicar.

-¿En algún otro lado viste ese clima familiar?

-No, la verdad que no, y tiene mucho que ver con el country de City Bell, que es un lugar abierto. La mística es como el folclore, la tradición, ese mensaje que pasa de boca en boca; entonces, costumbres como el trabajo, la humildad, la seriedad y la solidaridad se van transmitiendo. Estudiantes fue uno de los primeros en esto: el doble turno, las concentraciones largas, entrenarse con lluvia, en el barro...

Bien, esta linda definición la de Sabella, ilustrada con ejemplos claros y concretos, te lleva a reflexionar. Ese country de City Bell, Estudiantes lo compró y comenzó a utilizar en los tiempos de Zubeldía en que se ganaron 3 Copas Libertadores consecutivas (1968, 69 y 70). Allí se incubó algo. Y se ha generado un sentido de pertenencia.

Ahora, decir que Estudiantes desde entonces tiene mística copera no llevaría a preguntarnos inmediatamente: ¿por qué entonces no ganó 10 Libertadores de 1971 para acá? Ganó una más, es cierto, en 2009, con Juan Sebastián Verón como figura y con Sabella como entrenador. Uno mamó toda esa mística desde los 2 años en su casa y en el Country de City Bell, sus dos hogares. El otro, en aquel equipo bicampeón de 1982-83, que era dirigido por Carlos Bilardo, ex integrante del plantel de Zubeldía. Todo tiene que ver con todo. Pero repetimos: antes que la mística están los jugadores. Sin futbolistas importantes y un plan claro del entrenador, ganar es muy difícil.

Boca tuvo su mística copera también en los años 70, con el Toto Lorenzo, y en los 2000 con Carlos Bianchi. Parecían equipos indestructibles, que daban un plus en circunstancias adversas. Equipos que se agrandaban y se motivaban especialmente en ciertas competencias. Boca ganó dos Libertadores consecutivas con el Toto y llegó a la final de una tercera (1977, 78 y 79), donde no pudo superar a Olimpia de Paraguay.

Con Bianchi al mando del timón, Boca ganó 3 Libertadores sobre 4 disputadas (2000, 2001 y 2003), y en la otra cayó por penales en la final (2004, frente a Once Caldas). Está demás decir que lo más importante en ese equipo lo constituían la calidad de los futbolistas (Córdoba, Ibarra, Bermúdez, Serna, Battaglia, Riquelme, Guillermo, Palermo, Delgado, entre otros) y un excepcional entrenador como Carlos Bianchi.

Entre todos ellos construyeron una mística copera: salían a cualquier cancha a plantar bandera, convencidos de su jerarquía, no se amilanaban ante el primer sopapo, hacían de la fuerza colectiva y espiritual un valor supremo. Cuando se fue Bianchi y comenzó a desmembrarse el equipo, Boca levantó una Copa más (2007, con Miguel Russo) y alcanzó una final (2012, con Falcioni) pero ya no era lo mismo.

River, históricamente, presentó equipos que deslumbraban por su juego y hacían la gran diferencia en competencias por puntos (campeonatos locales) pero que en los mano a mano, ni hablar fuera de la Argentina, sufrían horrores. La Copa Libertadores fue un karma histórico para el club. Recién la pudo levantar por primera vez en 1986, después de que Independiente lo consiguiera en 7 ocasiones, Boca en 2, Racing y Argentinos en 1 y Estudiantes en 3. Luego la levantó una vez más, en 1996, con una constelación de estrellas lideradas por Francescoli, hasta que llegó esta bendita era Gallardo para sus hinchas.

El mayor mérito del Muñeco ha sido transmitir su enorme personalidad como futbolista al equipo que dirige. Gallardo fue el clásico 10 del semillero de River (chiquito y habilidoso) que la pedía siempre para hacerse cargo de la construcción del juego del equipo a pesar de que lo molían a patadas. Eso es personalidad bien entendida en el fútbol. Daniel Passarella le tiró la 10 de la Selección en el inicio de la era post Maradona y no se abatató. Como entrenador supo dotar a su equipo de esa personalidad, temperamento, carácter o como quiera llamarse.

En estos casi cuatro años y medio que lleva su ciclo, River compitió mejor de lo que jugó. Casi siempre estuvo a la altura (salvo algún colapso eventual, como ante Lanús). Eliminó por primera vez a Boca en un cruce internacional mano a mano. Lo repitió. Ganó en Belo Horizonte donde no había ganado nunca. Dio dos veces vuelta una serie ante equipos brasileños luego de perder de local. Lleva casi 3 ediciones completas sin perder en Copa Argentina, donde una mala jornada te deja afuera.

Este River tiene una mística construida en estos años y que, a pesar del recambio de futbolistas, se mantiene a través del ejemplo y del mensaje que transmiten el propio Gallardo fuera del campo y hombres como Maidana, Ponzio, Mora y el Pity Martínez adentro.

La mística, para ir cerrando, no es de las instituciones o de los clubes, sino de ciertas épocas de esos clubes, o de esos equipos para ser más certeros, más allá del ejemplo de Estudiantes de La Plata y su sentido de pertenencia. Si la mística fuera patrimonio del club, Independiente no debería llevar 34 años sin alzar la Libertadores.

Hoy, esa mística es uno de los valores agregados de River de cara a la final del sábado, que compensa en un punto su falta de variantes en ataque, mientras Boca tiene un menú amplísimo de opciones para reemplazar a Cristian Pavón. La mística es un atributo más que puede aportar durante el partido, es una mirada cómplice entre compañeros en pleno desarrollo del juego que puede permitirle a un futbolista dar algo que ya creía que no tenía para dar, pero sin un plan acertado de juego e intérpretes lúcidos durante los 90 o 120 minutos, la mística se reduce a una palabrita vacía de contenido. El sábado a la nochecita sabremos cuál será su verdadera influencia.