Los choques previos entre Barros Schelotto y Gallardo

Superfinal de América

Los últimos choques entre "El Mellizo" y "El Muñeco"

10/11/2018 | 13:33 |

Reviví los enfrentamientos previos al partido de Copa Libertadores que paraliza al mundo del fútbol. River y Boca se miden en el primer capítulo de una final vibrante. Escuchá el audio

Mauricio Coccolo

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Cuando las radios informaron que Boca y River sólo podían cruzarse en una hipotética final de la Copa Libertadores, nadie les prestó demasiada atención. Les encanta vender humo, dijeron. Cuando uno del grupo de amigos mostró el cuadro con los cruces en el celular, los demás respondieron que no, que era imposible, que no iban a llegar. Cuando tímidamente aparecieron las primeras encuestas en internet, la mayoría de las reacciones apuntaron contra el periodismo. Ya empezaron a fogonear la rivalidad. No se les cae una idea, acusaron. Cuando parecía que uno se quedaba en el camino, saltaron los justicieros. Vieron, yo les dije: nadie quiere jugar esa final. Está todo arreglado, sentenciaron. Cuando faltaban sólo 24 horas y 90 minutos para que se confirmara, todos decían que sí, que la querían, pero si podían preferían evitarla. Es que no estamos preparados, resumían. Y ahora, ahora que la definición más importante de todos los tiempos está entre nosotros, ahora es cuando no sabemos qué hacer, qué decir, qué sentir.

Los hinchas ya pasaron por todos los estados de ánimo posibles, como en una montaña rusa fueron de la euforia a la angustia sin escalas, imaginaron escenarios victoriosos, agigantaron las cualidades de los jugadores propios y minimizaron las de los rivales, pero en una fracción de segundo todo se dio vuelta, el triunfo se convirtió en derrota, los otros pasaron a ser mucho mejores y el miedo a perder se volvió insoportable.El vacío en el estómago es una puntada que aparece cada tanto para recordar que está ahí y ahí seguirá. Los más racionales tratan de calmarse y se dicen a sí mismos: “No me puedo poner así por un partido de fútbol. No es una cuestión de vida o muerte”. Los menos racionales no se preocupan por buscarle explicaciones al asunto y se dejan llevar. En el medio, los únicos que disfrutan un poquito son los neutrales, que se cansaron de tanto ruido, es cierto, pero disfrutan porque pueden elegir ponerse un rato de un lado, un rato del otro y al final quedarse, como siempre, en contra de los dos.

Como sea, y desde el lugar que sea, una final de Copa Libertadores entre River y Boca, Boca y River, es un acontecimiento que atraviesa a toda la sociedad argentina y repercute en el mundo, que posará sus ojos, al menos durante 180 minutos, en esos pedazos de pampa recortada, que rodeados por la Bombonera y el Monumental se convertirán en el eje del planeta tierra. A un costadito, encerrados por las líneas punteadas de cal, una vez más se pararán Guillermo Barros Schelotto y Marcelo Gallardo, que estará, aunque no se lo vea.

Las primeras veces que se cruzaron y se saludaron, uno en cada banco, nadie imaginó hasta dónde llegaría la rivalidad. Fueron partidos interzonales, sí, sí, ese término que el fútbol argentino rescató del baúl de los setenta se volvió a usar en el torneo de transición 2016, que se dividió en dos zonas y tuvo a los clásicos rivales uno en cada una. Jugaron con poco más de un mes de diferencia, primero en el Monumental y después en la Bombonera, con el mismo resultado: 0 a 0. Tanto Boca como River estuvieron lejos de pelear por el título y ambos fueron eliminados de la Copa por el sorprendente Independiente del Valle.

El primer gran golpe sobre la mesa en el mano a mano entre Guillermo y Gallardo lo dio el Mellizo con un espectacular 4 a 2 en la cancha de River, que tuvo de todo: una gran tarde de Tevez (que hizo dos goles y se fue a China), una buena actuación de Centurión, un error infantil de Batalla, un resultado cambiante y un festejo alocado del técnico de Boca, que se metió al campo de juego para festejar con los jugadores. Como saldo posterior de aquel clásico quedó el récord Xeneize que se subió a la cima del campeonato ese día y no se bajó hasta 46 fechas después.

Gallardo tuvo su revancha ganando, también, a domicilio. Fue el 14 de mayo de 2017 cuando en el medio de una gran remontada, que finalmente no le alcanzaría para ganar el título, llenó de dudas al Boca de Guillermo ganándole por 3 a 1 en la Bombonera con goles de Pity Martínez (algo que empezaría a ser costumbre), Alario y Driussi, para liquidarlo después de un empate transitorio de Boca gracias, otra vez, a un error de Batalla.

En la temporada 2017/18 de Primera División se jugó un solo clásico, sin revancha, haciendo gala de otra de las tantas particularidades que tiene el fútbol argentino, fue por la fecha 8 de la Superliga. El Boca de Guillermo volvió a ganarle al River de Gallardo en el Monumental, esta vez el nudo empezó a desatarse con una descalificadora patada de Nacho Fernández que significó una expulsión para el jugador Millonario y un tiro libre para los Xeneizes, que Cardona transformó en un golazo. En el segundo tiempo, después del empate de Ponzio, parecía que la cosa terminaría parda, pero apareció Nahitan Nández para darle a los bosteros una alegría más y el octavo triunfo consecutivo en un campeonato que recién nacía, pero ya se sabía quién se lo quedaría.

Lo que pasó el 18 de marzo en Mendoza resume la sensación generalizada que rodea, hasta el momento, a los enfrentamientos entre Gallardo y Guillermo, entre River y Boca en estas épocas: el técnico millonario parece sacar un plus de sus jugadores en los partidos grandes, esos que para los Xeneizes se convirtieron en un lastre difícil de soportar. A la final de la Súpercopa Argentina llegaron con realidades opuestas, que después no se notaron en la cancha: uno venía puntero y el otro a los tumbos, uno tenía un equipo consolidado y el otro lleno de dudas, uno ganaba casi todo lo que jugaba y el otro casi nada. Pero cuando se movió la pelotita en el Malvinas Argentinas, los de la camiseta roja y blanca, aún sin jugar mejor que sus rivales, supieron cómo ganar el partido: fue 2 a 0 con goles de Pity Martínez y Scocco para que River se quedara con el trofeo y agregara una estrella más a su mote de equipo copero.

El último eslabón de la cadena de clásicos con los mismos técnicos todavía está fresquito: en líneas generales, se repitió la tendencia, partido parejo, trabajado, de dientes apretados, con algunas ráfagas de buen juego, con individualidades que son una amenaza constante y con el visitante yéndose ganador. Otra vez fue 2 a 0 para el River de Gallardo, otra vez Pity Martínez hizo un gol, otra vez se anotó Ignacio Scocco en el marcador y otra vez el Boca de Guillermo se quedó con un gusto a fósforo en la boca porque donde se establecen las diferencias, en los detalles, parece que siempre le faltan cinco para el peso.

El saldo de los Súperclasicos con Marcelo Gallardo y Guillermo Barros Schelotto como técnicos deja, por ahora, una leve ventaja para el entrenador de River que ganó 3 partidos contra 2 de su rival (con 2 empates); la diferencia se estira a un 5 a 3 si incluimos los cotejos amistosos. Pero lo que viene no tiene ningún punto de comparación con lo que pasó. Los antecedentes no salen a la cancha. La historia que empezará a escribirse dentro de un rato dejará sólo a uno bañado en bronce para la eternidad. Es cierto que el mundo seguirá girando y las personas respirando, pero también es cierto que ya nada volverá a ser igual.