El clásico que ya perdimos todos

Superfinal de América

El clásico que ya perdimos todos

06/11/2018 | 18:35 |

En el duelo entre River y Boca no habrá hinchas visitantes. Estamos lejos del primer mundo, pero no damos pasos seguros hacia un modelo aceptable. La clase dirigente se fue hace tiempo al descenso.

Raúl Monti

La decisión está tomada y es oficial. En este doble superclásico perdimos de nuevo. No podrán asistir los visitantes, cosa que normalmente ocurre en la mayoría de las competencias locales. Pero entonces cuando decimos en "la mayoría" significa que en algunos casos sí se puede.

Podemos en Capital Federal pero no podemos en el Conurbano. Podemos en Copa Argentina pero no en casi toda la Superliga. Podemos en el Federal A pero no podemos en la mayoría de los juegos de la B Nacional. Podemos contra extranjeros en la presente Libertadores pero no entre connacionales, en el mismo certamen. Y así nos pasamos el tiempo enumerando todo lo posible o lo imposible, según la cara del cliente.

Puede suceder que el Presidente de la Nación se levante una mañana con ganas de tuitear y se le ocurra que de golpe todo volvió a la normalidad. Por la tarde puede que no suceda nada, deba retractarse y aceptar el sano consejo de sus ministros que quieren evitar que pague innecesarios costos políticos.

La política de seguridad para la asistencia a los estadios del fútbol argentino debería ser una sola, uniforme y clara. Un catálogo definido de pasos a seguir para encontrarnos siempre con el mismo panorama y bajo el amparo de una misma ley. Pero en ese rubro hemos sido un concierto de improvisaciones y de ineptitudes.

No es novedad que estamos lejos del primer mundo pero tampoco damos pasos seguros hacia un modelo aceptable donde los estadios se planifiquen con las comodidades básicas. Los principales escenarios de Chile y Brasil ya se construyen bajo normas FIFA. Las remodelaciones practicadas en Uruguay (nuevo estadio de Peñarol) y Paraguay (la nueva Olla de Cerro Porteño) contemplan inversiones en ese sentido.

La Nueva Olla, el remodelado estadio de Cerro Porteño de Paraguay.

En la Argentina, salvo el de La Pedrera en San Luis, hemos desaprovechado la oportunidad de modernizar estadios reformulados a nuevo en Buenos Aires, Córdoba, San Juan, Jujuy y La Rioja, donde recientemente el "Chiqui" Tapia y el gobernador Sergio Casas se pavoneaban mostrando el Estadio de Vargas con enormes y empinadas tribunas, donde es imposible colocar asientos entre paravalanchas y alambres de púa.

El grado de desconocimiento en la materia es asombroso y la negligencia de la clase dirigente deportiva y política verdaderamente espantan. Hace que el camino a recorrer para devolver al público visitante a los estadios sea un sendero lleno de obstáculos y peligros.

Los mismos peligros que deben sortear los espectadores cada vez que emprenden la complicada misión de ver al equipo de sus amores sin que los baleen en el tren, los asalten en el andén, los muerda un perro policía en la fila o les claven un palo en las costillas. Una vez de pie en el cemento ardiente, velan por no ser atropellados en la avalancha, no ser fumadores pasivos de todo tipo de hierbas ni ser alcanzados por alguna pelea interna entre barras que promueven luchas de poder territorial en las que están dispuestos a matar o morir.

Tenemos que empezar por brindar la infraestructura que la buena gente merece para ir en paz de la mano de sus hijos o en compañía de sus mujeres y abuelos a ver fútbol. Tenemos que empezar por asociarlos e identificar a los que asisten a la cancha para sancionarlos si se les sale la chaveta. Debemos invertir en todo eso para que la fiesta sea de todos. No alcanza con buenas intenciones sino que son necesarias las decisiones correctas con mano firme para encausar tanta pasión.

Una vez más, queda ese vacío por llenar que depende fundamentalmente del buen comportamiento de la gente pero antes que nada, de los buenos oficios de una clase dirigente que hace mucho tiempo se fue al descenso.